viernes, 14 de agosto de 2020

Lo real de la irrealidad

 

Chivo maromero
- Cuántas veces hemos escuchado al escritor -intervino el Negro- que no hay un deslinde claro entre lo real y lo irreal. El pensamiento mágico, de nosotros los escritores, nace precisamente de esta línea invisible. Si bien estamos sujetos o amarrados -cual burros a sus estacas- al medio en que vivimos, tenemos la posibilidad de escaparnos hacia la irrealidad. Y esa irrealidad, aunque nos parezca una incongruencia, alimenta la imaginación que es la riqueza creadora del ser humano. Por los años cuarenta -contaba el escritor-  en plena Segunda Guerra Mundial, en el pueblo de Querecotillo sucedió un hecho que grafica exactamente lo planteado: “dicen que a este pueblo terroso llegó un circo cuyo actor principal era un chivo entrenado para sentarse, pararse, saltar la soga, bailar tonderos, revolcarse, saltar una vara de alto, balancearse en la cuerda floja y despedirse levantando sus patitas. Un lugareño conocido como “el sueña sustos”, conversando con otros paisanos en la plaza de Armas, les detalló con lujos su sueño: ayer he soñado que al pobre chivo le han echado ojo, se lo comerán hasta chuparle los tuétanos y el más bruto -que es el que cometerá el “chivicidio”- se tragará la cabeza para aprovechar la inteligencia de este inocente animal. Esto sucederá, a lo máximo, en dos días. Y sucedió que lo soñado se convirtió en un hecho real. Y aquí no acabó este hecho inaudito. Los pueblos de los alrededores enardecidos ante este acto de bajeza humana, sin que nadie los convocara, marcharon furibundos a tirarle piedras a ese soñador, vaticinador de anormalidades no bíblicas, ya que en la Biblia sólo se trata de ofrendas de corderos degollados, mas no de chivos cirqueros despanzurrados. Gracias al cura del pueblo, el “sueña sustos” huyó antes que la horda lo masacrara. Pero el pueblo quedó manchado para siempre con el horrible sobrenombre de “querecotillanos comen chivo maromero”. Esta marca de fuego no logran borrarla hasta ahora ni con aleluyas, ni misas olvidatorias, ni monumentos al victimado chivo maromero”. La realidad de la irrealidad muchas veces termina en verdaderas tragedias, en tragicomedias, cuentos fantásticos o grandes obras novelísticas. En esa cuerda invisible vamos y regresamos, balanceándonos aturdidos, entre lo real e irreal. Y todo esto ocurre increíblemente aquí en la cabeza, cráneo, tutuma, mente o como se les ocurra llamarla…       

- Sí Negro, te hemos escuchado perfectamente. La primera vez en que el escritor se desbocó con esa perorata tirada de los pelos -afirmó Carlos- fue en la cantina del “Bello Antonio”, en el verano del año mil novecientos sesenta y seis, celebrando el cumpleaños del amigo “japonés saco prestado”, quien vomitó encima de la mesa y César -que no aguanta pulgas- lo arrastró al meadero y, enseguida, lo embarcamos en un taxi pagadero a destino. Y el “Bello Antonio”, impecable y diligente, con escoba en mano, en un ¡triz! ¡traz! aseó el local con aserrín fresco y kreso, desinfectante poderoso ocultador de olores de orines y de vómitos  de borrachos incontinentes. Y seguimos garganteando como si fueran los últimos tragos de la vida, discutiendo acaloradamente con el escritor sobre lo real de las irrealidades y de nuestros problemas existenciales. ¿Y cómo podíamos comprender al provinciano, si en esos momentos Camus y Sartre nos tenían agarrados de los huevos?

- Qué manera miserable de perder el tiempo -dijo César- ¿Acaso una mujer o un hombre nacidos en el campo tienen crisis existenciales que los empujen a quitarse la vida de un balazo, como los europeos que andan en búsqueda de guerras para ganarle un kilómetro cuadrado al vecino? Esperando, pacientemente que un sujeto desconocido, detrás de una mira telescópica, le despachen al otro lado, liberándoles del yugo de su alma cobarde, de ese espantoso segundo que dura siglos a la hora de jalar el gatillo… ¡ufff! qué alivio: fue por mano ajena, valiente forma de morir…Por eso recalco que el principal problema del pobre de estas latitudes es la comida del día siguiente y no el de andar buscando pistoletazos. Para esto debe arar la tierra, sembrar semillas fecundas y cruzar los dedos para que los aguaceros milagrosos hagan su trabajo. Y eso, aunque sea contradictorio, les da vida y las mañanas impredecibles se tornan esperanzas.

 - Es lo que estaba de moda en la universidad, ¿se acuerdan? -sostuvo Carlos- ¡Vale la aclaración de César! ¿A qué campesino en la selva, sierra y costa se le ocurriría cuestionar su existencia, si para ellos el vivir es una cosa natural? Y la naturaleza, que se pierde en la noche de la creación de la tierra, se debe respetar. Esa es la concepción de la fuerza telúrica engendrada desde sus mismas raíces.

 - En pocas palabras -intervino el Negro- lo que el escritor trataba de decirnos es que el hombre que vive apegado a la tierra es esencialmente telúrico; su ayer, su hoy y su mañana están inmersos en esas profundidades. Para sobrevivir ellos comprenden que su existencia está unida a la tierra, su alma está adherida a la piedra y sus raíces llegan al mismo confín de la corteza terrestre. Desean vivir porque las leyes heredades de sus padres se deben obedecer del mismo modo que ellos obedecieron a sus mayores, y sus mayores a sus antecesores. Es la cadena natural que los une a su pasado. La vida es una ruleta, ¡miren señoras y señores, apuesten que la rueda gira y gira, ya no hay vuelta atrás, ya no pueden escapar da sus designios: ganarán o perderán! Nosotros caímos como idiotas en estas filosofías de individuos que nos vendieron sebo de culebra, nacidos en sociedades tan antiguas, llenas de vicios, frustraciones y logias arcanas deformantes. Estas gentes crearon esas corrientes confusas no sólo con el deseo de desbarrancarnos por el error sino también para entretenernos -a la mala- con el bendito existencialismo, apoyados por las izquierdas para embrutecernos con su “Ser y la nada,” al punto de darle más valor a la muerte que a la vida. ¿De qué vale que hayas nacido si la muerte y la “nada” la tienes a la vuelta de la esquina?

 - Y nos arrinconaron en la tierra, en el lodo, en los truenos, relámpagos, rayos, en la lluvia, en el viento y en la negrura de la noche - gesticulaba César. Y esa es la vergüenza de ese colorado intelectual de apellido balcanizado, quien me despreció cuando fui a preguntarle por los escritores del interior del país y me contestó qué no los leía porque eran una sarta de escritores plagados de errores. Cómo quisiera que ahora relea la porquería de sus poesías que escribía en su universidad y ojalá se ponga más colorado de lo que es. Detestan a los telúricos por una sencilla razón: por envidia. ¿Con qué cara pueden reclamar estos caballerangos los derechos telúricos de los provincianos, si nacen en edificios y enrejadas construcciones que los distancian del agua, del suelo, del aire y del fuego? Eso les lacera el ego, el no tener ese don natural que tienen los que huelen tierra seca o húmeda al nacer. Que ven y sienten en sus cuerpos a los ventarrones diabólicos convertirse en remolinos arrancadores de techos y árboles. O que los árboles añejos caminen de noche y conversen entre ellos. O que las luciérnagas guíen viajeros nocturnos perdidos por intrincados caminos. O los gritos desesperados de lechuzas anunciando la muerte de algún escogido para que encomiende su espíritu a todos los santos. O el ruido seco y solapado del reptar de las culebras que salen de sus cuevas amparadas por la oscuridad a buscar comida o aparearse. O a las quejumbrosas noches, alborotadas y agitadas, preguntándose: ¿por qué temen a las noches, si las noches son parte de la creación?

 - César, actualmente el “yo” de ese colorado contumaz y retorcido debe ser del tamaño de la catedral, pero no nos debe embargar las penas -siguió Carlos- y mucho menos nos desanimemos por estas minucias. Las ventajas de nuestras querencias a la tierra nos dan, con creces, lo que a ellos les falta: vivir en el justo medio de la vida y de la muerte, que por momentos -entre cánticos y aleluyas salidos de la profundidad de la tierra- nos hacen sentir inmortales. En cambio, ellos, esos ególatras supinos -como el colorado- son sordos, ciegos, embrutecidos minotauros galopando en ciudades pintadas de blanco, con calles intrincadas parecidas a los laberintos de Creta -sin salvación- porque no tendrán un Teseo a la medida que logre guiarles a la puerta de escape: morirán atropellados, amontonados unos sobre otros, asfixiados por la hediondez de sus propias carnes.

- El piso nos quedó grande. Pagamos caro nuestra candidez. Jugamos limpio. ¡Qué cojudos hemos sido, amén! - cortó el negro.

- No, Negro, amén es un aceptar. Y nosotros, si bien ya somos sesentones, tenemos la suficiente entereza para seguir luchando. Tú nos inyectaste ese convencimiento y a la hora de la hora, ¿nos quieres dejar a la deriva? ¡Qué desfachatez! - le recriminó Carlitos.

 - Renuente, hombre, renuente. Selvático obtuso -respondió hecho un energúmeno el Negro- Terminé con el amén, no en el sentido que tú le has dado, sino para acabar con las divagaciones y estudiar la forma que el escritor se deje llevar para su bien antes que la mazorca que nos une se quede sin granos, y eso sí que es el final. Si bien los lustros o las décadas se nos han escabullido por la delantera, por la trasera o por los flancos, uno lucha hasta el último resuello. Y ese noble principio no ha desaparecido de mi cabeza, ¡so pedazo de jumento! Seguiremos y no doblaremos las rodillas ante la nueva arremetida de la intelectualidad limeña. A estas alturas se han fortalecido con nuevas técnicas de escritura urbana, llenas de aeropuertos y personajes entremezclados -que tan prestos están en la China y la Cochinchina- amoríos europeos, hoteles de lujo y autoexiliados en Europa para escribir libres de influencias a pura memoria o a pura copia de atestados policiales de las zonas “rojas” o de emergencia, teniendo como compinches a sus “negros” que les hacen llegar sus materiales oportunamente a sus lujosos escritorios comprados en las ventas de segundilla de Madrid o Barcelona, para con ellos tentar generosos premios de las editoriales Zafaguaras o Plenetoides u otras muy dadas a gratificar a escritores de dudoso origen. ¿Qué escritor ganador de estos premios realmente ha muerto de a pocos o ha sentido que la vida se la va por la sangre a borbotones, por heridas de balas o de tajos de cuchillos filudos a mitad de pecho, tanto de grupos alzados como de las fuerzas del orden? La demencia vivida en el Perú no ha tenido límites. Los esquemas se quebraron porque este país está mal apuntalado; pero, ¿por qué la ansiedad de esos escritores de querer apropiarse de algo que ellos no han sufrido en carne propia? La respuesta es simple: al no tener pasado ni vivencias propias, en el manejo de las letras son campeones olímpicos, no tienen pierde en la esgrima de la lengua. Hay comentarios que retumban en nuestros oídos: varios de ellos se están camuflando sin descaro alguno. Unos, lucen demacrados y harapientos en las comunidades alto andinas; otros, han tirado al tacho sus zapatos de cabritilla italiana y los han sustituidos por ojotas marca Good Year; otros, andan apurados sacándose las muelas para imitar la patente desmueladera de los que no tienen que masticar, ni siquiera charqui mojado; otros, se pintarrajean el hocico con violeta de genciana para imitar ese color azul verdoso de los chacchadores de hojas de coca. La mañosería para ellos es un arte, son agilitos en sus mudas. No hay duda que la profesión de meter ojo, entresacar, robar frases claves, copiar y añadir capítulos a sus escritos la tienen bien afianzada. Recuerden cómo sacaron ventaja o se reacomodaron los intelectuales limeños en las crisis y en los cambios traumáticos que sufrió el Perú y el mundo. Les sobra olfato a estos tragadores de libros. Para mantenerse a flote en estos menesteres literarios se necesita un grueso mascarón. De este modo, estas vedetes de las letras trotan ligeros y muy orondos por el mundo con lo bolsillos repletos de historias, cuentos y novelas falsas, robadas o plagiadas, tituladas y anilladas para presentarlas en cualquier concurso del orbe. Se burlan de los escritores provincianos por lerdos, ya que ellos -aseguran- les llevan una punta de cinco a diez años entretejiendo manteles literarios a ojos cerrados: los erráticos provincianitos son una lacra, nunca comprenderán que somos nosotros los que enhebramos los hilos. 

- Ellos podrán ufanarse - intervino César- y reír a lo grande. En el fondo, es la envidia lo que les carcome el cerebro, pues los temas literarios se les están agotando.

 - No nos confundamos - replicó Carlos-  con las palabras superficiales de César, que esta gente tiene más vida que los gatos. Recordemos que las riendas las tienen soldadas a los huesos, no dejarán de manejar lo que para ellos es el ego exacerbado.

Eduardo Borrero Vargas

Lima, viernes 07 de enero 2011

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El envés de Sullana (Leyenda tallán 1)

Aunque se desconoce al tallán que la narró y, además, el año o el siglo, es de creer que sucedió así porque sigue grabado en la memoria de los descendientes que aún atraviesan por esos arenales abrasadores…

Se cuenta en las sagradas leyendas tallanes que un día - que no se puede determinar porque en esos albores no había días ni semanas como los conocemos ahora, sino simplemente siglos que pasaban de largo encajándose naturalmente en la continuidad del quehacer humano- los tallanes convocaron a todos los animales de la comarca. A las aves les encomendaron buscar una lomada cerca a un río caudaloso, a la que debían demarcar defecando sobre ella. En ese preciso lugar, ellos levantarían más tarde sus moradas. Al resto de los animales les encomendaron que -una vez asentados en ese lugar- ocuparan bosques, valles, holladas, quebradas, cuchillas, cerrerías, ojos de agua, y se multiplicaran por los alrededores donde encontrarían sana y abundante comida. Así, pues, prosigue la leyenda: “seremos confrontados con gente del otro lado del mundo. De nuestra chicha de maíz alborotadora beberán los dos pueblos, nos mestizaremos pero prevalecerán nuestras costumbres. Y nuestras voces serán cantarinas y pausadas con precisos e inocentes ¡guas!, y los ojos siempre mirarán al envés porque de ese lado converge nuestra naturaleza”.   

He aquí que se cumplió la profecía pronunciada por ese tallán: después de muchos deslindes de “toponimólogos”, se concluyó que esa lomada llamada Sullana debería llamarse Sullana. Grata noticia porque nos dio derechos y una identidad muy peculiar ajena a otros pueblos: la de ver más allá del envés. Ciertamente -para dejarlo bien sentado- al nacer Sullana, el gentilicio “envés Sullanero” se hizo parte de nuestras herencias. Entonces, los sullaneros, gracias al envés, vemos las cosas de una forma distinta o particular. Esta peculiaridad nos encamina a ser fabuladores, cuenteros, noveleros, historiadores, chamanes, imagineros, moneros, poetas, músicos, cantores, pintores, compositores, maromeros; y, también, sujetos presas de temores, fantasmas y aparecidos. Vivimos atravesados por un río generoso, repleto de iras y de árboles, de arbustos y flores insondables. No hagamos coraje si nos llaman burros, caballos, mulos u otras expresiones alusivas a los animales: eso somos, animales, pero inteligentes y creativos. Ese es nuestro mundo lindando con la locura, pero libres como una cometa soltada al viento.

No nos molestemos si nos envidian por esa imaginación creadora, por esa inteligencia artística para trastocar la realidad desde la irrealidad. Es que nuestra naturaleza de “envés Sullanero” nos empuja a lugares que no están sujetos al tiempo, a la rigidez de la realidad, a la memoria traicionera. 

Y a estos sullaneros, se preguntará mucha gente ajena a nuestro universo… ¿de dónde diablos les viene el envés? Sencillamente, podemos responderles que vayan a la “nariz del diablo” un viernes santo de un año bisiesto a las doce de la noche en punto, ni un minuto más ni un minuto menos. Se arrodillen y peguen la oreja izquierda al suelo, y oirán a los ancianos tallanes cantando el envés de sus leyendas desde el trasfondo del universo

Eduardo Borrero Vargas

Lima, viernes 07 de enero 2011

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domingo, 9 de agosto de 2020

Dilemas culinarios

Los nacidos en las soleadas tierras del norte somos muy dados a ocultar o suavizar las expresiones de nuestro hablar cotidiano. En verdad, yo no sé si lo hacemos por tontos o por pura vergüenza. El hecho es que -si las cosas siguen así- estas terminologías, tarde o temprano, desplazarán a los modismos y a los giros idiomáticos regionales que tanto nos caracteriza. Las cosas hay que decirlas directamente, si es que no tomamos conciencia de esta realidad, nuestro acerbo, ingenio y hablar tan peculiar se perderán irremediablemente.

Este fenómeno también sucede en el campo culinario, tan de moda y de afanes globalizadores. En él usamos frecuentemente este doble discurso. Uno, en las fondas populares o en las chicherías con su distintiva bandera blanca. El otro, usado en los restaurantes emergentes a un paso de insertarse -o ya insertados- en el circuito de la difusión de la comida peruana del norte. Llámesele aventura culinaria o ruta gastronómica Tallán.

Imaginemos que a un paisano sullanero se le antoje comer un buen plato de “mero pasado por agua caliente”. Y uno de los tantos parroquianos, que lo rodean le aconseje, con buenas intenciones, ir a tal huarique (5 tenedores y 1 estrella Michelin, siempre es bueno dejar suelta la imaginación) renombrado de la capital. En su inocencia, el provinciano irá muy orondo al lugar sugerido. Con toda naturalidad llamará al mozo disponible, le pedirá el plato del antojo y le recalcará, porque los norteños somos repetitivos: ¡Oiga, señor mozo, y no se olvide de la “zarza arrecha”! Entonces, las miradas de los demás comensales se volcarán a su mesa y sentirá todo el asombro –y hasta el desprecio y la vergüenza ajena- del mundo. Desconcertado, llamará al mozo y le preguntará con notoria preocupación: ¿he dicho algo impropio? El mozo le responderá educadamente: Señor, no pida “zarza arrecha” sino “zarza de cebolla”. En su tremenda confusión insistirá. Y el mozo le dará la clave casi susurrando: porque la palabra “arrecha” es juguetona. Este ejemplo, un poco tirado de los pelos, les esclarecerá un poco, el por qué de los norteños al andar ocultando o suavizando expresiones típicas de su tierra.

Efectivamente, en el norte, la palabra mencionada tiene varias acepciones: juguetón, brioso, excitante, valiente, colérico, frustrante, entre otras. Por tanto, ¿cuál es el temor de los norteños de emplear sus propios modismos para pedir un plato regional? Sencillamente por adefesieros, volantusos o tontos supinos. Porque acá, en un restaurante o cebichería limeña, a nadie le molestaría saber que nuestra famosa “zarza arrecha” o “cebolla arrecha” es uno de los acompañantes preferidos para el pescado, menestras y otros platillos deliciosos. Es zarza fuerte sí, pero no deja de ser un excelente complemento. Además de ser un buen digestivo y depurativo, estimula el apetito. La preparación es simple: se toma una cabeza de cebolla roja y se desflema con limón y sal. Los pormenores de la preparación la pueden conseguir sin mucho esfuerzo en el norte.

Lo que reclamo es que debemos de tener el valor para rescatar este plato de la ignominia a que lo han sometido. Hagamos que este plato no sea un plato (“ciudadano”, podría ser, tómenlo como una ocurrencia) de segunda clase, aunque esto último muchos lo tomen como una apología a la exageración.  

Cuando quiero sacudirme de alguna depresión, ya que los norteños somos dados a estos decaimientos o soponcios intempestivos, voy a una Trattoría italiana y pido -con voz de varón entrenado- un “fettuccini a la putanesca”. En verdad os digo, es para compensarme -por lo bajo- de mi defecto al andar pidiendo las cosas a media lengua: ocultando o suavizando lo que torpemente creemos que son palabras indebidas. Así que, de aquí en adelante, cuando me encuentre cara a cara con expertos en alta cocina, no lo pensaré dos veces y cumpliré con lo ofrecido líneas arriba. Y sin preámbulos, en un arranque de audacia y temeridad, les preguntaré de frente, mirándolos a los ojos:

- Oigan, señores “cordon bleu”, ¿y la “zarza arrecha”?-

 No les podría vaticinar cual sería la respuesta de los grandes expertos cocineros, pero tengan la confianza que no será con tenedores y cucharones en ristre, sino con aplausos como premio a la puesta en valor de platos estigmatizados.

Eduardo Borrero Vargas - Derechos Reservados
(Publicado en diciembre del 2010)

Sullana y su futuro

 Sullana el futuro es nuestro
la Universidad es un anhelo
que los salobres piuranos
no se atreverán a quitarnos.

 Predecir el futuro de Sullana es una tarea pesada e incierta. Si bien hoy contamos con herramientas y mecanismos para graficar o configurar el desarrollo de un pueblo a través de cifras o planes de desarrollo y hemos superado la barrera de las comunicaciones con la globalización gracias la nueva tecnología; aún pronosticar o predecir lo que será Sullana en un futuro es realmente un dilema.

Entonces, ¿Cómo saber cuál será el perfil de Sullana en el año 2020 o más allá? Eso depende totalmente de lo propios habitantes del pueblo; el tomar conciencia de sus derechos es básico e indispensable. Formar grupos de ciudadanos técnicamente preparados es prioritario y que ellos asuman la responsabilidad de vigilar que la educación de las nuevas generaciones sea comparable a la de los países desarrollados. Recordemos que la educación es sinónimo de libertad y de ese manantial es de donde emergerán dirigentes de sólidas bases éticas y morales. Con ello conseguiremos que Sullana mejore sustancialmente y alcance a ser una ciudad confortable, saludable y urbanísticamente habitable.

Esta dirigencia de gente libre y consolidada con objetivos claros y definidos, será la muralla donde rebotarán los que quieran detentar cargos sin estar lo suficientemente preparados. Una vez derrotados los aventureros políticos, los demagogos, los oportunistas, los enfermos de poder, los mentirosos y demás gente acomodaticia; Sullana, tendrá el camino despejado y recuperará su sitial perdido en la oscuridad por la desidia de las autoridades.

No crean que alcanzar lo que uno desea es fácil. Toda labor de esta índole cuesta trabajo y el trabajo que nos espera será complicado. No nos desalentemos, reforcemos nuestro espíritu de lucha con pilotes cimentados en el saber y el conocimiento. Y veremos que lentamente los oportunistas y aventureros irán desapareciendo de Sullana, en la medida que el pueblo cuente con instituciones eficaces y modernas. La educación, recalquemos, será la tabla de salvación de nuestro porvenir. Apuntemos en esa dirección.

Una vez encaminados en esa dirección, veremos el arco iris dibujado en el horizonte señalándonos que el rumbo es el correcto y que no lo debemos abandonar jamás. La educación una vez más habrá jugado a favor de los honestos y de los que en verdad quieren el progreso y desarrollo económico para las generaciones venideras. Sullana habrá de convertirse en modelo de desarrollo por la capacidad creativa de nuestra comunidad, sin ayuda del estado peruano: elefantiásico, indolente y depredador. Y levantaremos orgullosos pancartas con lemas, como:

¡SULLANA ERES GRANDE! ¡SULLANA ERES UN NORTE!

Desde luego, ya resuelta nuestra problemática principal que es la educación, nos atrevemos a bosquejar un dibujo, un perfil o una fotografía virtual de lo que sería Sullana en el tiempo. Nuestra percepción positiva del futuro estará más cercana a la realidad con escuelas de primer orden y una Universidad propia, con disciplinas en ciencia y tecnología, nos pondremos a la par de lo países desarrollados. De esa universidad emergerán profesionales calificados para desempeñarse en el Perú y porque no, en el mundo.

Eduardo Borrero Vargas - Derechos reservados
(Publicado en abril del 2010)

 

viernes, 7 de agosto de 2020

Decencia política o principios éticos para un buen gobierno municipal

Entramos de hecho, desgraciadamente no podemos escaparnos de estas contingencias, a ser bombardeados por la propaganda política. No faltarán candidatos de todos los colores; de verbos encendidos y floridos. Algunos ya fogueados y correteados en estas lides; otros que desean con ansias locas volver a sentir ese calorcito sensual del sillón de cuero, engendrador de fantasías alucinantes, “ínsulas y molinos de viento” y escondrijos en los arenales de fuego; otros visionarios y distorsionadores de la realidad cabalgarán en “piajenos” de pueblo en pueblo, mismos Jesucristos, pidiendo votos, por misericordia; otros vendedores de ilusiones y esperanzas truncas, volarán como aves de presa en busca de corderos inocentes. No nos dejemos arrastrar por estos encantamientos, que los candidatos bajo la piel, ocultan o camuflan segundas intenciones como, los magos que de sus chisteras sacan estrellas fugaces en lugar de conejos. 

En guerra avisada no muere gente, reza el refrán, con gran verdad. Cerremos los ojos y avistemos el pasado, y da ganas de llorar y duele tanto, visualizar como Sullana ha venido deteriorándose en el devenir del tiempo. Sullana es inviable comentan, con desánimo, a diario, los indiferentes y apáticos como si viviéramos en otro planeta. Dejemos de lado la abulia y reaccionemos a tiempo, para que no nos cojan desprevenidos o nos tomen de tontos, por añadidura. Exijamos a gañote pelado DECENCIA POLITICA. La decencia política es respeto a los ciudadanos que han depositado su confianza en un determinado candidato para ejercer un cargo público, en caso que esta persona falle que no espere reciprocidad, ni “ave marías” de complacencia, ni monumentos a su gestión, sino rechazo cerrado y contundente, a su incapacidad o torpeza. Todo candidato debe ceñirse rigurosamente a esta conducta responsable ante la ciudadanía y ante su propia conciencia. La dignidad y la honestidad deben primar en los hechos y actos tomados. No se aceptarán ambigüedades ni retruécanos. Todos los candidatos deberán ser personas decentes caracterizadas por la honestidad, limpieza, compostura y equilibrio en sus decisiones. Los que no alcancen estos niveles que vayan dando un paso al costado.

Nosotros, los ciudadanos libres y comunes, pensantes y comprensivos, no dejaremos a los candidatos desairados, cariacontecidos y frustrados en sus ansiadas aspiraciones. Les daremos la oportunidad de tantear esta posibilidad, siempre y cuando, se sometan con humildad a las siguientes pruebas o retos, de fácil ejecución:

1.- Que se encierren en la Iglesia y abran sus almas al “Señor de la Agonía”. Cuatro días serán suficientes, un día por año, considerando que el período municipal es de cuatro años.

2.- Que se arrodillen día y noche, una semana, en la cima de la loma de Mambré, mirando al pueblo cara a cara y golpeándose el pecho, en un acto sincero de contrición y arrepentimiento por los pecados cometidos y por cometer. 

3.- Que se internen cuarenta días y cuarenta noches en el desierto, como vinieron al mundo. Para fortalecer el espíritu y no caer en la tentación de la angurria.

4.- Que se sometan, en la plaza de armas de Sullana, a la prueba del “uñómetro”, lo último en tecnología, para detectar manos prestidigitadoras.

5.- Que se inscriban obligatoriamente en la facultad de “Decencia Política”, en los cursos de verano. Estos cursillos, son gratis y de fácil comprensión. La prestigiada Universidad de Chipillico, que queda a la vueltita del río Quiroz, los espera con los brazos abiertos.

Una vez cumplidos los cinco requisitos o pequeñas pruebitas estarán habilitados para postular. Sin embargo, no se mordisqueen ni se arañen, que, en lo más recóndito de nuestro sentir, rezaremos a las ánimas benditas para que sea elegido el mejor. Sin embargo, me rasco la tutuma, sin el ánimo de caer pesado. Estos escozores los llamo ocurrencias sinceras, y ahí suelto el estornudo, ¿y dónde se esconden las mujeres sullaneras? Probablemente ellas siendo alcaldesas podrían enseñarles a los políticos de oficio, los manejos de un buen gobierno municipal. Por favor, qué si no es así, Sullana, ¡madre mía!, cuna de mis ancestros... ¿Quién te salvará de las garras del desastre total?

El que escribe este artículo es un voluntarioso sullanero de familia de larga data. No soy advenedizo ni metiche. Si alguno de los candidatos se siente aludido, será su problema. El mío no lo es ni lo será, porque seguiré siendo sullanero, nacido en una calle con olor a tierra, honesto en mis intenciones y nadie me podrá arrebatar las vivencias y querencias vividas en mi pueblo o de privarme, de dar opiniones críticas, o de luchar por Sullana hasta que sea una ciudad urbanísticamente bella y saludable.

EDUARDO BORRERO VARGAS. - Derechos reservados.
Lima, lunes 8 de febrero del 2010-02-09

De centenarios y algo más (Leyenda Tallán 2)

 En el principio de los orígenes de la vida, cuando la tierra aún no era, un hombre del consejo de los ancianos sabios de la nación tallanca contaba: “de las brumas marinas se desprendió un pueblo laborioso que tomó posesión de esta región, la domesticó y la hizo productiva. Los hombres ahí asentados la cuidaron respetando las leyes de la naturaleza y la engrandecieron hasta los confines donde nace la blanca garza real. Dominaron el mar, los ríos, truenos, relámpagos, rayos y el fuego. A sus muertos los enterraron dignamente siguiendo las enseñanzas de sus dioses. Y convivieron en paz con los lagartos. Ésta, nuestra nación, saltó el horizonte, y los seres vivientes nacidos en estas comarcas viven en armonía en el intervalo donde el tiempo ya no es tiempo, sino que nos rige el sol y la luna en una unidad hacia lo eterno. Los gentiles y merodeadores no nos hallarán así pongan de cabeza los cerros sagrados, despanzurren los ceibos o talen nuestros árboles ancestrales, ya que nunca entenderán que vivimos en el envés de su mundo deformado”.          

Y siguió narrando con voz grave y pausada estos sucesos: “en esos albores se preparó al más listo y memorioso del más allá de los cuatro horizontes paralelos. Por diferentes métodos y artificios, recomendados por los grandes maestros de las escuelas emblemáticas, el “escogido” logró grabar en su memoria estas maravillosas leyendas, las mismas que estarán a salvo hasta que el universo arda en su propio fuego o el aire enrarecido tenga un olor fétido. Para entonces esos maravillosos acontecimientos serán resonancias confusas rebotando en la luz roma de un universo absolutamente opaco. El nombre del “escogido” –el de la memoria prodigiosa- permanecerá protegido en la raíz de un algarrobo, al que se le puede divisar desde la curva perfecta de nuestro envés. Como los gentiles y merodeadores no imaginan -debido a su torpeza innata- lo que son los conceptos de la curva perfecta del envés, darán vueltas y vueltas alrededor de señuelos falsos. Como el perro que trata de morder su cola. De esta manera confundiremos por siempre a estos enemigos de nuestros principios. Y nuestro “escogido” permanecerá a salvo de la desesperación de esta gente sin escrúpulos. Y así decidan tasajear salvajemente los pliegues de los cerebros de toda la nación tallanca, ya que aseguran que ahí están grabadas las leyendas sagradas, vanos serán sus intentos porque no tienen el poder para traspasar el paralelo que es el lindero invisible de la pared que nos separa. Permanecerá a salvo la leyenda más deseada, gracias a ese imposible, en la que describe abiertamente –con datos precisos y fidedignos- la forma cómo se levantó, caña con caña y lodo con lodo, nuestra representativa ciudadela: Sullana”.  

El anciano consejero miró al firmamento y señaló con su dedo índice la estrella más brillante y prosiguió su conversación: “de esa estrella que rasga la oscuridad de la noche bajaron los padres de nuestros padres, y aquí permaneceremos porque así lo señalan nuestras leyes sagradas. Para nosotros no existen los siglos, ni los días, ni las semanas. Sin embargo, los del mundo paralelo, los de la ventana del costado, están condenados a nacer y a morir. Son concientes que su vida tiene un término. Ahí reside su capricho y desesperación por perennizarse, poniendo fechas sobre rumas de libros a todo lo que les ocurre. Y a esto le llaman cronologías, centenarios y algo más. Y la verdad es que no le encuentro sentido a estas terminologías caprichosas, ya que en nuestro mundo todo discurre libremente como el agua de los ríos. Y en el discurrir natural de las cosas no hay tiempo, todo es un ir a las auroras eternas. Somos estrellas infinitas: así firmado está en nuestras imborrables leyendas”.

Siguió mirando fijamente el firmamento y reflexionó con voz entrecortada: “ellos así lo quisieron, nos arrancharon nuestros dioses, quemaron nuestros templos, mataron nuestras vidas, secaron nuestra comarca, desenterraron nuestros huesos, borraron nuestras costumbres y hasta nuestra querida lengua nos la robaron. Se adueñaron del mundo paralelo y en él se enseñorearon; sin embargo, no importa. Porque ahora, aquí, en este lado, somos inmortales como las magnánimas estrellas brillantes que dan luz al universo entero. Felizmente, damos gracias a nuestros dioses que nos dotaron de inteligencia, ingenio y la astucia que nos caracteriza, para salir airosos de todo embrollo. Bendecidos estamos: la heredad del nacimiento nuestro pueblo quedará intacta. Duro castigo para estos soberbios, ya que lo único que les queda es inventar cronologías y centenarios mentirosos. Aquí, en el envés de nuestra amada ciudadela Sullana, seguiremos orgullosos de ser sullaneros y celebramos que nuestra nación tallanca eclosionara en vísperas de que aparezca el sol y la luna, que son los entes naturales que todo lo rigen”. 

👉 Eduardo Borrero Vargas - Derechos reservados (2010)

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Rescatando a Felipillo

“Felipillo lloras iras contenidas
 sufriendo siglos de mentiras
 de cristianos de las Iberias
 que ensuciaron tu memoria”.

Eduardo Borrero Vargas

 “Era un mal hombre Felipillo de Pohechos, liviano, inconstante, mentiroso, amigo de revueltas y sangre y mal cristiano, aunque bautizado”

Francisco López de Gómara (“Historia General de las Indias”)

Gracias a la hiperactividad o a la ansiedad de andar metido en la computadora, noche y dí
a, buscando libros viejos. Días atrás, descubrí en uno de los tantos vendedores calificados del ciber espacio el libro titulado “Felipillo”. Esta novela escrita por Luis Senen Codina y prologada por Luis Alberto Sánchez, se editó por primera edición en enero de 1974 y fue poco difundida. Empero, no se le puede restar méritos ya que el autor tiene el coraje de tomar como protagonista principal a este personaje denostado, mal interpretado o mal estudiado en la historia del Perú.

Todos los historiadores o casi todos, si es que por ahí hay alguna excepción,

coinciden en señalar a Felipillo de Pohechos como el culpable de la caída o el derrumbe del Imperio Incaico. Infelizmente, el nombre de Felipillo quedaría grabado en la historia del Perú como sinónimo de traición y entreguismo, pero, ¿Quién es este personaje cuya actividad traductora lo empuja a ser tratado de esta forma? Recordemos que Felipillo cuando fue capturado en una balsa navegando a Panamá ya era “lengua”. Era conocedor de varios dialectos de la zona y del quechua por su actividad de comerciante. Pero, ¿Cómo se iba a imaginar que su vida giraría en trescientos sesenta grados? El azar o la suerte, que desempeñan un papel decisivo en el ser humano, lo empujaron a un universo para él jamás imaginado o soñado. A partir de ese acontecimiento su vida sería otra, cada vez se alejaría del mundo en el que se había desenvuelto e iría sumergiéndose en otro totalmente desconocido y sin aparente explicación.

El episodio histórico de la conquista del nuevo mundo o choque brutal de dos mundos, uno en pleno desarrollo y el otro ya maduro con objetivos definidos de conquista (tierra y oro) y evangelización, so pretexto de dotar de gracias divinas a esos infieles (sin templos ni casas de adoración), lo podríamos calificar como: “los vómitos del abismo del fin del mundo” (por si acaso esta frase no es de mi autoría) o “la más terrible y desgarradora expresión de otredad”. Muchos investigadores partiendo de este ángulo, han llegado a conclusiones asombrosos que ayudarán, sin duda, a entender con mayor lucidez este episodio tan complejo.

Para graficar con claridad este fenómeno transcribo del libro, lo siguiente:

 “Se miró detenidamente la cara y un gesto de desilusión pudo retratar el espejo; se veía él mismo; nada había cambiado en su cara, los mismos rasgos, el mismo color, los mismos pómulos saltantes y como remate- aunque se frota las mejillas para convencerse-, hasta donde avanza su quijada, no encuentra las barbas que su imaginación había asimilado al bautizo. No era como aquellos hombres y era cristiano. Y se siguió mirando, esperando la transformación que no llegó, admitiendo al fin su equívoco; era el mismo anterior de aquella ceremonia. Por consolarse, expandió al viento la frase feliz:

- ¡Felipe de Pohechos, cristiano, bautizado con nombre de príncipe!”- (p.16)

Ni “Felipe de Pohechos” (se desconoce su nombre tallán), ni los capitanes españoles dieron un paso adelante en el “nos y el otro”. Nunca se entendieron. El “lengua tallán” desconfió de ellos y los españoles por igual. Es aquí, qué los conquistadores, cegados por los celos e impotencia de no poder leer los pensamientos de “Felipe” (nombre de reyes), lo rebajaron a “Felipillo”, diminutivo peyorativo y prejuicioso. Me aventuraría a pensar, aunque no soy historiador, que los conquistadores eran iguales o peores que él. Recordemos, repito, que la conquista fue a sangre y fuego. En nombre del rey y la iglesia católica se cometieron barbaridades. En contrapartida, con toda seguridad, que en sus voces interiores “Felipe” los detestaba y los llamaba despectivamente: “Viracochitas ladrones, ladinos, ambiciosos, mal dados por las tierras, el oro y manejadores de idolatrías”. Lógicamente, como es fácil de suponer, “Felipillo” salió averiado de esta colisión de dos culturas, debido a que su civilización no contaba con el contrapeso de la escritura para dilucidar este entredicho o drama histórico.

Entonces, ¿cómo lanzarle un salvavidas a “Felipe de Pohechos” para rescatarlo de la ignominia en la historia del Perú? Grave problema para los historiadores porque siempre recurrirán al “Archivo de Indias”, escrito por cronistas españoles en beneficio propio. Para una mejor comprensión de este dilema, tomemos como ejemplo a Francisco López de Gómara que escribió “Historia general de las Indias”. Este historiador fungió de cronista sin atravesar el océano atlántico, se basó en historias o fantasías de a oídas o de leer crónicas de repente trucadas enviadas del nuevo mundo. El ser humano desde que aprendió a hablar también aprendió a mentir. La mentira oral o escrita es uno de los mecanismos utilizados por el ser humano para engañar y conseguir parabienes, hundir cabezas, desprestigiar pueblos y civilizaciones o conseguir sitiales en el paraíso. Cuando los contrastes no son posibles, los historiadores deberían abstenerse de conclusiones o definiciones débiles porque la historia luego los juzgará implacablemente. A estos historiadores les aconsejaría replantear este “drama histórico” y dar otra visión de “Felipe de Pohechos” y de otros “lenguas” para restituirlos en su verdadera dimensión histórica.

Los restos, de este personaje tan jaloneado, ya hecho polvo, son parte íntima de las arenas del desierto de Atacama, hoy territorio chileno. Diego de Almagro fue el encargado de ultimarlo atravesándolo de pecho a espalda con su espada trabajada en fraguas crepitantes de odios y avaricias. Felipillo pasaría a la otra vida sin saber, en realidad, quien era y quienes eran los otros. Mala forma de morir para un ser humano libre que el destino lo colocara en una encrucijada sin salida

 “Para ese apóstata sin conciencia de apostasía, había solamente la exigencia de serlo. Hesitantes, sus sentidos se volcaban en lo externo; tras los chirridos de la realidad, tras sus reflejos, buscando en ellos la seguridad de su pensamiento, antes de hundirse definitivamente. Quería saber él lo que iba a morir y lo que sobreviviría. Ideas de otra vida, aprendidas muy al paso, le hacían concebir la esperanza de una vida celestial, pero él no la deseaba si habría de proseguir esa lucha que en él había dado, entre el ser natural y libre y el cultivado cristiano”. – (p. 279)

Esta tarea justa, de devolverle a “Felipe de Pohechos” su dignidad, deberá nacer de nosotros los descendientes de los tallanes. Los historiadores y profesores de historia del Perú; piuranos, sullaneros y tumbesinos, jugaran el papel decisivo en el replanteamiento de esta etapa dramática de nuestra historia. Ya es tiempo de traerse abajo ese andamiaje mal armado por tantos historiadores, que más andan hurgando el Archivo de Indias para ver si por casualidad encuentran sus orígenes hispanos y vanagloriarse de ello, que buscando con la seriedad de un erudito la verdad de los hechos.

El mejor ejercicio, para romper esquemas o cadenas, trabadas por sistemas rígidos y ortodoxos impuestos por personas que sólo miran los acontecimientos históricos desde una sola orilla, es con juegos de palabras o frases escritas con el fin de desubicarlos de su contexto o de su eje giratorio. Con esto pueda ser que por casualidad logremos que sus neurotransmisores se agiten hasta estallar en miles de luces y desconcertados por este alumbramiento me pregunten: ¿por qué no se me ocurrió?  La cosa es de fácil ejecución o hasta risible, afirmaría, deben desprenderse de estas rigideces o sujeciones mentales; leyendo o escribiendo parodias de conquistas con caballitos de madera y espadas de cartón o jugando a lo que le llamaremos, a partir de ahora, juegos históricos al revés: 

“Era un mal hombre Francisquillo López de Gómara, liviano, inconstante, mentiroso, amigo de revueltas y sangre y mal creyente, aunque bautizado en el vientre de la pachamama”

*Ancaj Jimac de Pohechos  (Historia General de las Iberias)

Estos ejercicios mentales, aunque nos incomoden, son necesarios para alcanzar la transparencia histórica. Dejemos ya de comer sapos y culebras engañosos. Felizmente en otros países ya hay corrientes en esa dirección y los resultados son positivos y alentadores: la conquista del nuevo mundo es más compleja de lo que los historiadores han escrito.

* Ancaj Jimac (Gavilán negro).- Nombre tomado de las “Etimologías Tallanes” del Dr. Manuel Yarleque Espinoza

👉 Eduardo Borrero Vargas - Derechos reservados - (2010)

Jacinto Vargas Ladines, sullanero inolvidable

Don Jacinto Vargas Ladines nació en Sullana, en la calle Grau N° 975, el 11 de setiembre de 1876. Desde muy joven destacó por su inclinación al trabajo como empleado de F. Hibck & Cía. llegando a desempeñar cargos de importancia.

Interior de la vivienda N° 975 de
la calle Grau, en Sullana,
donde nació don Jacinto Vargas
Ávido de prosperidad y con evidente espíritu de superación, estableció un pequeño negocio invirtiendo el producto de sus economías de varios años.  En poco tiempo llegó a convertirse en uno de los comerciantes más prósperos de Sullana.

Por sus virtudes de honestidad y dinamismo fue designado para ejercer el cargo de alcalde provincial de Sullana en 1925 desempeñándose como tal hasta 1930 y por su acertada política tributaria le fue posible ejecutar importantes obras públicas, como la etapa inicial de la pavimentación de calles, empezando por la San Martín y otras que marcaron época para el progreso de la ciudad.

En el tiempo que Jacinto Vargas se desempeño en la alcaldía, se planificaron otras obras que posteriores alcaldías se encargaron de hacerlas realidad. Su nombre entonces está vinculado estrechamente al adelanto de Sullana en los posteriores 30 años.

El alcalde de Sullana, Jacinto Vargas Ladínes 
(Der., con lentes), en actitud de dialogar 
condecorar al presidente Augusto B. Leguía 
en palacio de gobierno. Entre otros personajes, 
figuran don Ruperto Castillo (al centro con un 
objeto blanco), don Eduardo Leigh (segundo al 
lado izquierdo mirando hacia arriba).

Don Jacinto Vargas Ladines falleció el 8 de octubre de 1951, dejando a sus hijos un nombre sin tacha y un ejemplo a seguir. Ellos mantienen viva su trayectoria de honradez y trabajo que heredaron del honorable patriarca sullanero.

Personas ilustres de Sullana.

Un pueblo sin pasado, no tiene presente, ni mucho menos futuro. Por ello, las autoridades deben evitar los bandazos o efectos mariposa que cambian la historia y se tornan fatales para los pueblos. Su actuar, debe ser siempre regar lo ya sembrado y nunca tratar de borrar para volver a escribir. Ya que esto puede dar réditos positivos a corto plazo, pero desgraciadamente a la larga pueden afectar el desarrollo de toda una comunidad. Fatalmente Sullana está en un riesgo de caer en este fenómeno. Sin embargo, al hurgar la memoria colectiva de nuestra comunidad podemos encontrarnos con autoridades que han velado por nuestra historia y desarrollo. En este sentido, por los años veinte del siglo pasado, encontramos a don Jacinto Vargas Ladines a cargo del concejo provincial de Sullana por 5 años.

Caricatura del alcalde don Jacinto 
Vargas con el presidente don 
Augusto B. Leguía. El texto dice: 
"Al  señor don Jacinto Vargas 
alcalde del concejo provincial de 
Sullana. En recuerdo de la valiosa 
tarjeta de oro; entregada por él al 
Sr. don Augusto B. Leguía 
presidente  de la república, 
en homenaje de gratitud por las 
obras públicas ejecutadas en la 
provincia. 
(Una firma ilegible)
En el lustro que ejerció el cargo de alcalde, con la ayuda del presidente Augusto B. Leguía, logró que la provincia se levantara después de las torrenciales lluvias de 1925. El año 1927, don Jacinto viajó a Lima con sus concejales en pleno, a entregarle una tarjeta de oro al presidente, en gratitud por las obras públicas ejecutadas en la provincia. No está demás traer el recuerdo del 17 de noviembre de 1925 cuando Jacinto Vargas Ladines ofreció un banquete a don Miguel Checa y Checa en la sede de la Sociedad de Empleados después de entregarle una medalla de oro en mérito a su contribución al desarrollo del valle del Chira. En aquella reunión don Enrique López Albújar también hizo uso de la palabra.

Ejemplos sobre el buen accionar de nuestras autoridades tenemos innumerables a lo largo de nuestra historia. Personas ilustres para nuestra comunidad que han dedicado su vida por lograr el desarrollo y respeto de nuestra historia abundan. Queda entonces a cargo de las autoridades actuales aprovechar los más de 100 años de la fundación provincial de Sullana para lograr la gloria y unificación de los sullaneros. Un pueblo sin pasado, no tiene presente, ni mucho menos futuro.

(Lima, noviembre del 2009, Eduardo Borrero V.)
Artículo publicado en la edición N° 30 del mes de diciembre del 2009
en la revista “El Tallán Informa” de Sullana.

jueves, 6 de agosto de 2020

Declaratoria de guerra

 “Se declara la guerra literaria. Escritores y poetas provincianos forman asociación contra el círculo literario limeño y acusan a jurados renombrados de amañamientos y favoritismos en los concursos literarios. Quemarán sus últimas letras en esta guerra justa. No habrá tregua ni respiro. Por lo pronto dejarán de concursar. Entrarán a lo que ellos le llaman -vigilia literaria-. Ruegan al público amante de las letras apoyar esta singular asociación”.

En esto fantaseaba el Negro Faura, mientras repasaba el último volante informativo que había guardado, de los cientos que el escritor le había encomendado los distribuyera en universidades, centros culturales y lugares más transitados de la capital; lo aprendió de memoria por si acaso un espía de la intelectualidad limeña se apropiara de lo que sería en la posteridad un testimonio histórico de esta lucha sin precedentes en el mundo. Lo recitó en voz alta y potente, como si de un tabladillo se dirigiera a una multitud sujeta a su voluntad: “Compañeros provincianos ya es hora de romper las cadenas que atan nuestra vena literaria. Ponernos de pie, es un deber ineludible. La historia así lo exige. La reivindicación intelectual es de justicia. Destruyamos al pomposo círculo literario limeño. Abajo los jurados elitistas. Que viva la lucha literaria. Que viva las provincias. Unidos venceremos”.

 Oye, negro - se escuchó burlándose de si mismo- si en San Marcos hubiese oficiado de volanteador de grupos revoltosos hoy sería con toda seguridad un hábil congresista o un poderoso líder de opinión. Se cagó de la risa y siguió leyéndose en las primeras páginas de los diarios mas renombrados: “A un egresado de la Universidad de San Marcos, apodado el Negro vejete, lo sorprenden in-fraganti a plena luz del día volanteando propaganda subversiva en las principales avenidas de nuestra bella ciudad jardín. Se sospecha que pertenece al comité de propaganda de un pseudo-grupo de intelectuales nacidos en Sullana y en otras provincias, qué intentan dar un zarpazo moral a la intelectualidad limeña”…. “Después de los interrogatorios de ley, la policía lo recluyó en la carceleta del Palacio de Justicia. Se le acusó de apología del terrorismo. Se le exigirá al recto e intachable Fiscal de la Nación, solicite al poder judicial una pena privativa de la libertad, de no menos ciento noventa y nueve años de prisión. Este castigo ejemplarizador servirá para que en el futuro estas agrupaciones de inconformes y levantiscos provincianos, respeten a los ínclitos escritores limeños”.

Los enfrentamientos literarios no son redituables. Estos monstruos, elefantes sagrados, los pisotearán con saña y odio, como hormigas depredadoras y encima los asfixiarán con sus gases intestinales, producto de embodegarse las tripas con fideos de letras podridas traídas del viejo mundo… ¡ya lo vivirán en carne propia!

El Negro -se agrió- al analizar las advertencias de Carlitos Sarmiento qué en un rayo de lucidez alcohólica, le había advertido premonitoriamente desde que se inició esta aventura.  Los sueños -prosiguió- las promesas, y las buenas intenciones, pueda ser, que me hayan alejado de la realidad, pero el papel de redentor de los oprimidos intelectuales no lo abandonaré, así Carlitos me fastidie con sus insinuaciones delirantes. O se alinea al movimiento o terminará cantando boleros cantineros en cantinas de mala reputación.

En la vida se pelea por algo que vale la pena pelear. Y este es el punto de inflexión o de quiebre: ¡basta de arrodillarnos ante una intelectualidad egoísta, apolillada y centralista! Seguramente- siguió dando vueltas el negro- la brega será traumática. Tal vez, gastaremos muchas suelas de zapatos, bastante saliva, recursos oratorios y hasta pañuelitos blancos para llenar plazas de oyentes, pero esto es un costo mínimo, para lo que buscamos: la puesta en valor de la intelectualidad provinciana.

Bordeaba ya el mes de Diciembre y la última vez que preguntó por el escritor, ese inolvidable 15 de Febrero del año 1,975, en el Queirolo, donde Carlitos Sarmiento les reveló que el escritor sufría de manías depresivas y las ocultaba candorosamente, con: “amigos del gremio, disculpen mis ausencias pero estos meses han sido fructíferos, he escrito veinte cuentos y diez novelas cortas, frescas y sustanciosas, todas por supuesto las he enviado a concursos nacionales e internacionales, solo esperemos los laureles”.

En realidad, estos comentarios insidiosos de Carlitos, al Negro, le llegaban altamente, su fe se mantenía intacta en la lucha ya emprendida con lo que él también le dio por nombrarla: la reivindicación del pensamiento de los pueblos sin nombre. Ocho meses,- calculó el Negro- a chupeta por semana, treinta y dos chupetas sin saber del amigo escritor. ¡Que manera de jodernos la existencia! Si supiera lo que se ha perdido o mejor dicho nada ya que el 29 de agosto el gobierno pasó de las manos de un gorilón a otro gorilón.

Aunque este gorilón no nos molestó tanto como el otro gorilón con sus cierras puertas y “toques de queda” y sus reformas agrarias y sus ideas socializantes puestas en mano de intelectualoides mas interesados en aparentar virtudes falsas y estúpidas y de apropiarse de estos tiempos propicios para camuflarse de escritores sensibles al sufrimiento de los campesinos y ¡oh! milagro en convertirse en gañanes, lamperos, surqueros, regadores, pajareros, cañeros, piscadores de algodón y faenadores de ganado.

Estas mierdas -siguió el negro- casi nos engañan y sus galardones florales los ganaron suplantando a los patrones: “Campesinos, con estas manos callosas y sangrantes de tanto escribir, nosotros los intelectuales capitalinos, hemos tragado de tu pobreza”. Y ellos no tienen perdón de Dios, si es que Dios en verdad existe -refunfuñó el Negro- porque de la pobreza nadie se burla ni mucho menos estos aprovechadores a los que nunca las tripas les han rechinado por un mendrugo de pan. Treinta y dos chupetas perdidas y desperdiciadas sin poder refutar a esta gavilla de vividores.

Ahora más que nunca -pensó el Negro- es necesario que el escritor aparezca y en un movimiento involuntario tomó de su velador el último volante histórico y lo miró como si a través de él mirara el futuro. Y le corrieron lágrimas de impotencia y la oscuridad de la noche lo apabulló y reclamó al silencio si los novecientos noventa y nueve putos volantes repartidos con diligencia le harían mella al intelecto limeño: ¡Vida esquiva dame la cara y verás un hombre peleándote lo injusta que eres!

Y el negro se la jugó entero y sin temor, como cuando de estudiante universitario jugaba una caja de cerveza a un tiro de cubilete, sin tener un centavo en el bolsillo y anunciaba su triunfo, por adelantado: ¡Miren, compañeros estudiantes, ahí va el cubilete al centro de la mesa y al levantarlo verán cinco puntos negros prodigiosos que nos darán de chupar gratis! ¡Señores sentémonos y gocemos de este paréntesis que nos ofrece la vida!                                            

EL OLOR DE LA POBREZA

En la choza de la Anselma,
allá en Querecotillo,
olí el olor de la pobreza.
Esa mezcla de polvo,
salitre y cenizas,
que ocultan brazas
en los rescoldos,
de cocinas apretujadas.
De ollas sin fondo,
cocinando solo
sudor y lágrimas.
De cuerpos descarnados
y de ojos legañosos
de gentes sigilosas,
que no reflejan sombras.
Creo con rabia,
que el olor del yucún,
apisonado por siglos,
por pies descalzos
lo tendré grabado:
No, en la punta de la nariz
sino en algún repliegue
de mi cerebro marcado
a hierro candente.
 
 
EL SUERTERO

Todos lo viernes de todas las semanas,
a la medianoche, al primer canto del gallo,
el suertero mayor abrazado de velones,
cruzaba los costillares del puente de Sullana.
Prendiendo velas a las ánimas muertas,
por los salitrosos caminos que van a Salitral,
acatando el pacto con el avariento duende
que usa los algarrobos de El Garabato,
como arcas para esconder el oro
fruto, de sus codicias y usuras.
Según el ayudante Evilio Jaramillo,
que trastornado, de lo alto del puente
sigue pregonando esta desventura,
donde el suertero fue muerto
por su propia ánima muerta,
que el duende usó como trampa
revistiéndola de reluciente oro.
Después de años, lustros y décadas,
la gente del lugar no le asunta,
porque ignoran si desde antaño,
en estas tierras norteñas vivió un
suertero, vendedor de ilusiones.

👉 Eduardo Borrero Vargas – Derechos Reservados
  (Publicado en la edición N° 26 del mes de junio del 2009 en la revista "El Tallán Informa" de Sullana