Lo hemos tenido abandonado. Otros Señores
de lugares lejanos lo han desplazado. Los feligreses, desorientados, afirman
que esos otros son más milagrosos. Al Señor de la Agonía lo he visto llorar en
silencio, encerrado en una columna enorme a la entrada de la Iglesia Matriz; y
nadie se le ha acercado ni siquiera a preguntarle a qué se deben esas lágrimas
derramadas. Ante este hecho, podríamos ensayar millones de preguntas y respuestas.
Pero la principal - la que él quisiera escuchar, estoy convencido de ello, con
ansiedad - es tan simple, pero tan simple como es el pedirle que nos conceda
gracias: Señor si soy tu humilde siervo y en ti he depositado mi fe, ¿por qué
no proteges y alivias de todo mal, a mi familia y a mí? ¡Te lo pido con fervor!
Y a modo, de respuesta sencilla, oirán que los llantos silenciosos serán
remplazados por himnos de alegría y las lágrimas derramadas por agua bendita de
las profundidades del cielo. En pocas palabras a esto se le llama reciprocidad
divina. Además, no temamos, que el Señor de la Agonía es de corazón grande, y
en su recinto sagrado tendrán cabida otro Señores. Y así aprenderemos nosotros
- los sullaneros - que ya es hora que luchemos por nuestra identidad, por esa
identidad profundamente arraigada que hace que otros pueblos no se dejen
avasallar ni arrebatar devociones o ser invadidos por costumbres ajenas.
Muchos creemos en las cosas predestinadas.
Yo soy uno de ellos: nada hay al azar, todo está sujeto a un hilo invisible que
concatena los hechos presentes y futuros. Y lo que le sucedió a la Comisión
Centenario de Sullana es un hecho predestinado, sino preguntémosle a José
Carlos Carrasco Távara. En plena instalación del Monumento Lítico en recuerdo
al “Martirologio de los Trece Tallanes”, el Párroco Ángel Sainz se acercó donde
José Carlos y, sin cortapisas, como si desde siempre se hubiesen hablado, le
dijo: A estos trabajadores me los ha enviado Dios... Con estas palabras sencillas
se tendieron lo puentes de comunicación. A partir de ese momento, los miembros
de la Comisión Centenario de Sullana se convertirían en brazos ligeros y
prestos para llevar a cabo obras monumentales; y nosotros, al tener la potestad
de levantar al Señor de la Agonía en nuestros brazos, nos elevaríamos al
mismísimo cielo. Nunca antes ninguno de los miembros de la Comisión habíamos
tenido el privilegio de tener sujeta por nuestras manos una imagen tan antigua
y tan llena de amor y dolor. Nos sentíamos seres privilegiados. En las horas de
trabajo era tal el respeto con la imagen sagrada que temíamos que en un
movimiento brusco se estropeara o le hiciéramos un daño irreparable, haciéndola
sufrir más de lo que ya había sufrido por el bien de la humanidad. Sin embargo,
la serenidad de la imagen y su mirada intensa dirigida al cielo nos templó las
manos. Los nervios traicioneros, siempre odiados por incomodarnos, habían
desaparecido. Nuestra labor proseguiría, sin obstáculos, hasta el final.
Padre Ángel Sainz |
Ese día nos reunimos por la noche en
casa de Carmen Arrese. José Carlos, con la seriedad del caso, propuso dividir
el gasto en partes alícuotas. Todos contribuyeron. Jamás en nuestras vidas se
nos había presentado algo similar. ¡Dios está con ustedes! ¿Alguien habló, o
fue una voz llegada del cielo? Es que las acciones de la Comisión siempre han
sido mágicas. Estoy convencido, ahora más que nunca, que todo lo que rodea a
Dios es mágico e infinito. ¿Y cuántos momentos mágicos más nos tocará vivir? Muchos,
tal vez, muchos. No rompamos la magia. Evitemos que nos gane la soberbia.
Trabajemos con humildad y constancia. Así lo hicimos, y así lo seguiremos
haciendo. Y en dos días de trabajo coordinado, sin casi dirigirnos la palabra, el
Señor de la Agonía fue acomodado en un soporte metálico diseñado en forma de
cruz, lo suficientemente seguro y fuerte para soportar la imagen sagrada. Luego,
en procesión de apenas cinco minutos, pero para nosotros como si nos hubiésemos
metido en la máquina del tiempo, tuvimos la sensación de una caminata de un
siglo. Fue llevado al altar mayor y colocado al costado del altar principal, a
la espera del día central de la celebración del centenario de Sullana. ¡El
Señor de la Agonía sería reintronizado como patrono de Sullana!
Don José Carrasco Távara |
El día viernes 4 de noviembre - día
central de las celebraciones del Centenario de Sullana - en la Parroquia
Santísima Trinidad, en una misa solemne presidida por el arzobispo de Piura, José
Antonio Eguren, y concelebrada por sacerdotes de la vicaría de Sullana, y ante
el pleno de las autoridades de la región confundidas entre los feligreses del
pueblo, el Señor de la Agonía era nuevamente presentado como patrono del pueblo
de Sullana. ¡Jamás se había visto un milagro de esa magnitud! ¡La justicia
divina se había hecho presente! ¡Algarabía para los seguidores del Señor de la
Alegría!
Todos los miembros de la Comisión
Centenario de Sullana quedaremos agradecidos por siempre al Padre Ángel Sainz. Los
de la Comisión nos sentimos remozados. Pisando fuertes y seguros, seguiremos abriendo
trochas nuevas o despejando los caminos intrincados del mundo. Con una nueva
actitud ante la vida. A partir de estos momentos gloriosos, estaremos
preparados para mover montañas. La fe y la esperanza serán nuestros motores.
Finalmente, gracias al Padre Ángel, ahora tenemos la certeza que la solidaridad
es el motor del mundo. ¡Las enseñanzas a veces vienen de donde uno menos lo
imagina!
Eduardo Borrero Vargas
Sr. de la Agonía |