La novela, siempre, entre
otras cosas, expresa un síntoma social. Se pueden medir en sus expresiones: los
diagnósticos de las enfermedades y de las esperanzas sociales, los sueños y las
frustraciones individuales; en resumen, el pasado y los fantasmas, de toda una
colectividad convergen en un discurso narrativo, se elevan en sus demonios, en
su respectivo presente, y se proyectan hacia el futuro inmediato.
Armando Arteaga
La asimilación teórica y práctica de la
novela piurana está en efervescencia. Se mueve ya en los más complejos efectos
para abordar la realidad vigente, tanto en el manejo del lenguaje como en la
participación del intelectual en los procesos históricos de su vida social. El
género comienza a zafarse de los límites del realismo, para entrar en los
efectos de una ficción que busca lectores con una conciencia cada vez más
representativa.
Eduardo Borrero Vargas, pertenece a ese
discreto grupo de narradores que busca un auténtico y masivo espacio dentro del
reconocimiento global por agendar los temas de la tradición con la modernidad.
Todos los acontecimientos que hieren la sensibilidad de una época esperan ser
reconocidos como temas para el clima épico o lirico del discurso narrativo, que
persigue una temática local, regional y/o universal. Piura tiene historia
pasada y “maldición” presente innombrada para manifestar definitivamente sus
propios criterios de lectura y de ficción con el mundo.
Como sabemos los antecedentes de nuestra
novela regional configuraban el estándar de la llamada “novela social” que
reivindicaba las técnicas de las novelas realistas, algunas con intensiones
populistas. Con el paso del tiempo, algunas resultaban arcaicas ya para estos
escenarios frívolos y modernos. Por este peso, en la propia censura agotada
contra los temas agrarios, resulta interesante encontrar un narrador que tiene
interés por los caminos y las latitudes del “realismo histórico”.
Eduardo Borrero Vargas, a pesar de su
“distanciamiento interino” con el agrarismo rural y un determinismo semiurbano
-de cambios- tiene una gestión aperturista hacia la ficción de renovación
esencial, y prometedora por los nuevos experimentos. En su novela “El retorno
del capitán Peche Pereche” (2022) no pierde de vista en su lenguaje pulcro y
mistificador, experimentando con el tiempo y la memoria, la metáfora histórica
imaginaria del triste país nuestro, que bien describe Ricardo Gonzales Vigil en
su presentación: “Resulta admirable cómo Eduardo Borrero Vargas infunde
vida a un personaje de tanta riqueza psicológica como es el capitán Peche
Pereche. Accedemos a su mundo onírico y dotes parapsicológicos (vinculados a lo
real maravilloso); a sus recuerdos a lo largo de una agitada existencia
consagrada a un duro bregar a favor de los intereses peruanos, en el contexto
local y nacional (que va de la Guerra del Pacifico, hasta inicios del siglo XX)
de traiciones y ambiciones dictadas por las componendas del poder político y
económico, no importa si hundiendo al país en un descalabro que no tiene fin…”
Ya en toda esta narrativa de Eduardo Borrero
Vargas, desde su anterior novela “Tras la huella del Capitán Peche Pereche”
(2014) se advierte su carga voluntariamente cognoscible de expresar acaso una
añoranza perennemente recordada por la ciudad de Sullana. Exigiendo del lector
la reconstrucción del tiempo histórico y su contexto, pues la novela impone una
visión fantástica.
El
círculo de Babel
En otra de su sorprendente novela “El
revés del círculo de Babel. Memorias de Chacarín Babel” (2022) recurre
más bien a su narrativa lúdica fantástica, de artificios borgianos, y cerca del
“Ulises” de Joyce. Algebra para jugar con el tiempo, acción narrativa dispersa
para germinar acciones, unos de racontos, otros de monólogos interiores, de
descripciones inesperadas, y una inclinación aceptada por las técnicas
narrativas modernas. Chacarín Babel, es el adolescente que retrata en los
recuerdos colegiales su figura con la magia del cine, y un humor que corroe los
mundos sensitivos peculiares, que por momentos parecen mundos cortazianos y
cartesianos.
Seguramente, no abordo en esta vista
panorámica toda la temática del laberinto invisible de Borrero, en torno a su
lenguaje, a la relativa novedad experimental “a secas” de lo que trae el suceso
novelesco de la ficción en estas dos novelas, que celebro, y reflexiono,
recordando a Ortega y Gasset: “La novela en vez de morir, alarga su vuelo
en nuestro país”. En Piura, región propensa para lo mágico, lo hechizo,
lo real maravilloso, queda todavía mucho espacio para la novela, con tiempos
futuros, de increíbles lecturas, mientras en la escala infinita desde los
tiempos interiores donde sobran personajes novelescos como Peche Pereche, se
vive todavía el recorrido fantástico, macondiano, piuranisimo.
Hay que decir ya que Piura vive el mismo
interés del mundo por seguir buscando novelas que estremezcan su tiempo, su
historia, su vida misma. La novela siempre busca divertidas polémicas,
conversaciones para irritar a prójimo, discusiones que terminaran en manifiestos
políticos, para evitar la potestad de dejar al crítico como si fuera un oráculo
social. La tentadora opción del exilio y el desencantamiento literario empieza
en Piura a dar tentadores resultados en su narrativa.