lunes, 19 de diciembre de 2022

EL NIÑO DIOS 1

A Jesús de Nazaret, le contaron su padre José y su madre María, que le pusieron ese nombre porque había nacido en un pesebre, un veinticinco de diciembre, de hacía ya una buena cantidad de años. Él aceptaba con humildad su pobreza y, la verdad, que eso no le molestaría, sino fuera por los muchachos de su pueblo, que al verlo andrajoso lo lastimaban con execración por andar suplantando al verdadero hijo de Dios. Y que él supiera nunca quiso suplantar a nadie, a menos que sus padres lo hubiesen engañado con la fecha de su nacimiento, pero eso no era posible porque sus padres serían incapaces de tremendas patrañas. De modo que, si le dijeron que había nacido un veinticinco de diciembre, para él era más que suficiente, porque sus padres no tenían necesidad de andar cambiando o inventando fechas de nacimiento. Que eran pobres, eso no era discutible, pero tampoco era un delito como para ir burlándose de su pobreza a cada rato y todos los días del año.

Por las noches, para evitar que le cierren las puertas en sus narices, se dirigía a su cueva de la loma de Mambré donde dormía en paz con un burro y un buey. Una noche, sin saber de dónde, apareció un hombre barbudo de buena envergadura y Jesús de Nazaret se puso de lado y lo invitó a pasar a su desaliñada covacha. Y el hombre, parco de palabras, preguntó, sin preámbulos: ¿Qué es lo que más te gustaría regalarle al pueblo en que naciste? Y Jesús de Nazaret le contestó incrédulo: ¡Una verdadera Noche Buena0! Y el visitante se levantó y se perdió entre los velos de la noche. Esa noche durmió de largo y bajó al río casi al mediodía, para proveerles de agua y alimento a los animales. Por alguna razón inexplicable, el visitante había sembrado en su corazón la inquietud de los regalos. Aunque faltaban unos meses para llegar a esa fecha, esa inquietud fue acrecentándose según se aproximaba la Noche Buena.

Por la fuerza de la costumbre, más que por voluntad propia, no dejó un día de acercarse al pueblo, con la esperanza jamás perdida de ver, aunque sea un mínimo de bondad hacia a su persona. Por el contrario, el rechazo fue mayor y él tratando de pasar desapercibido se ocultaba tras los árboles, tapias y a veces por las dunas que circundaban el pueblo. Y en una tarde calurosa, cuando la fecha de la Navidad estaba más cercana, lo rodearon en el centro de la plaza principal y le preguntaron burlonamente: Tú que afirmas que eres Jesús de Nazaret, ¿qué regalo nos darás para la Navidad? Y Jesús de Nazaret, recordando lo dicho al visitante, les contestó: ¡Una verdadera Noche Buena! Y a sus espaldas escuchó risotadas burlonas que se fueron desparramando por los arenales y golpearon la cueva de la loma de Mambré, donde el buey mugió de dolor y el burro rebuznó de impotencia, ante tanta inequidad.

Llegó el veinticinco de diciembre y el pueblo amaneció lleno de nieve y de árboles de Navidad adornados de luces brillantes y tintineantes. Luego aparecieron los Tres Reyes Magos repartiendo los más hermosos regalos nunca vistos antes. El hombre de buena envergadura y parco de palabras había cumplido con su promesa. Lo paradójico de esta increíble historia es que esta Tarjeta de Navidad se vende por todo el mundo para beneficio de los niños pobres. Liberado, Jesús de Nazaret camina por otros pueblos, donde también es repudiado por llamarse Jesús de Nazaret.

Eduardo Borrero Vargas
Lima, lunes 19 de diciembre del 2022 – Perú