A Jesús de Nazaret, le contaron,
su padre José y su madre María, que le pusieron ese nombre porque había nacido
en un pesebre, un veinticinco de diciembre. Él aceptaba con humildad su pobreza
y, la verdad, eso no le molestaba, si no fuera por los muchachos de su pueblo,
quienes al verlo lo lastimaban, por andar suplantando al verdadero hijo de
Dios. Y, que él supiera, nunca quiso suplantar a nadie, a menos que sus padres
lo hubieran engañado con la fecha de su nacimiento. De modo que si le dijeron
que había nacido un veinticinco de diciembre. era más que suficiente. Que era
pobre, eso no era discutible, pero no soportaba ver a su pueblo lleno de zanjas
abiertas llenas de muertos, por virus mutantes que viajan impunemente por el
aire.
Para evitar que la --pandemia
creada por los científicos dominados por el lado oscuro de la mente humana-- lo
afectara, se confinó en su cueva de la Loma de Mambré a vivir en cuarentena
forzada. Una noche, sin saber de dónde, apareció un monstruo verdoso y
gigantesco que se movía velozmente y rebotaba multiplicándose en millones de
monstruos verdosos y gelatinosos que fugaban por la boca de la cueva para invadir
y crear la muerte por el mundo. Jesús de Nazaret se puso de lado y se protegió entre
su burro y su buey. Y les preguntó: ¿Qué es lo que les gustaría que hiciera por
el pueblo en que nacieron? Y el burro y el buey, contestaron: ¡Una navidad
libre de bichos verdosos y mutantes que matan por asfixia! Jesús de Nazaret esa
noche no durmió y, antes que reventara el sol, se levantó y salió a caminar por
el mundo.
La gente comenta que a Jesús de
Nazaret lo ven en cualquier rincón del orbe, vestido de blanco, con mascarilla
y arrastrando hileras interminables de balones de oxígeno. También lo ven en
carpas y hospitales, curando y enseñándoles a unos el camino al cielo y a otros
llevándolos a sus casas, totalmente curados. Sabe y sufre que en esas navidades
las familias estarán separadas, y que los niños cantarán solitarios villancicos
sin letra ni música. Jesús de Nazaret ya no se siente odiado y es recibido con
cariño, con su bata blanca y mascarilla en todos los hogares del mundo.
¡Al fin se sintió útil y lloró de felicidad!