viernes, 28 de enero de 2022

El rostro oculto del terror, en los “Cuentos parabólicos” de Eduardo Borrero Vargas

Por Armando Arteaga

Umberto Eco, en sus “Cinco escritos morales”, al referirse al tema “Pensar la guerra, el acto furtivo de la guerra, y lo violento, de este suceso”: uno de los gestos más terribles de la humanidad, nos dice: “No es que la función intelectual esté separada de la moral. Es elección moral ejercerla, como es elección moral la del cirujano cuando decide cortar la carne viva para salvar una vida”.

El mundo mira hoy todos los detalles vividos –especialmente– deshonestos de la historia de la humanidad: con juzgamiento de miedo, de horror, con una resolución de terror. El hombre actual en su recurrente soledad, desde la noche de la historia (ya en la cueva platónica) hasta en estos días en que todo hace agua (en la sociedad líquida), no confía en que sus esfuerzos sean coherentes frente a un desenvolvimiento justo para derrotar la rutina que habita: así en el aburrimiento urbanístico del caos y el confort de las ciudades, y así, en el conformismo consumista de las masas.

La literatura, de la mano de la psiquiatría y del psicoanálisis, tiene en la narrativa fantástica y en la narrativa del terror: un instrumento contundente para enfrentar la conflictuada alienación humana mostrando la “ficción” como una trama exploratoria de la realidad.

Desde lo fantástico, la sorpresa, como efecto literario, ha buscado resolver parte de la “intriga” de los sucesos históricos que producen miedo o terror. Lo violento, lo totalitario, lo inhumano: son factores que todavía llaman la atención y conmueven a los lectores de “cuentos fantásticos de terror”.

Se viaja en máquina del tiempo con miedo. En el “desiderátum” de lo que trae el misterio de las cosas: el hombre tiene miedo, hasta ahora, desde el conflicto de los orígenes de la historia y aún en estos días de la postmodernidad donde todo se vuelve incierto, en la sociedad actual. Lo fantástico ayuda a confrontar el horror. Es cierto que el miedo es tan viejo como la historia de la humanidad.

Y, la realidad de la vida: es por momentos fantástica como volar por los cielos azules, levitarse en el pensamiento de la modernidad: es hoy pasatiempo de las comunidades actuales tan atiborradas de aportes tecnológicos, de aparatos y artefactos sutiles que parecen mentiras acumuladas por el tiempo.

En nuestro caso, el peruano y el piurano, literario y narrativo, ya Clemente Palma se vanagloriaba en sus “Cuentos malévolos” de no tener sino la desconfianza en la moraleja. Aunque, Miguel de Unamuno le advierte que todo discurso tiene moral.  Y, por lo tanto, tiene ética, es asunto político narrar fantasías, pasando por el filtro de la desesperación metafísica.

En el relato fantástico, en los cuentos de terror, lo nosológico de la existencia humana se confronta en la descripción de la realidad convencional. La amenaza de la desaparición de la especie por la acción de la destructibilidad de la bomba atómica, no es, desde luego, una fantasía de ciencia ficción, sino una realidad contemplada en la violencia irrefrenable que vivimos a diario en el mundo.

La narrativa del terror es una ficción proyectada que aceptamos tomar como una realidad y que nos provoca un debate sobre la existencia verdadera de acciones que solo son irreales, donde siempre intentamos negar la auténtica veracidad explosiva de la fantasía. Todo caso de terror, representa una imitación de la vida.

En los “Cuentos parabólicos” de Eduardo Borrero Vargas destaca el desarrollo de personajes llenos de premoniciones videntes, en los peligros de una presunta realidad tentativa dentro de un proceso narrativo, en la audiencia de una evidente capacidad abrumadora, entre lo que es solo su fantasía de los instintos que configuran sus torpes afectos, y lo que es trama en un desenfado real. Los hombres lapidan lo que aman, en la contemplación de su odio (con una palabra de ambivalente realidad), y en un dominio de la destructividad social.

Unos matan su amor, otros ahogan sus nefastos sentimientos, derrumbándose a plomo en el vacío. El amor de unos es demasiado irreal, demasiada “ilusión” anida comprensible enemistad en los otros. No todos mueren una muerte ignominiosa, ni viven una deshonra oscura. Todos hacen lo que tienen que hacer en una realidad convencional sin agonía. No en vano en la fantasía demonológica del medioevo pasado como en una realidad concreta la vida pasa como en el cine, a través de la visión de una serie sucesiva de imágenes. Sullana en su laberinto, también aparece como una escenografía teatral, omnipotente y onírica.

Armando
Arteaga








Carátula del libro
"Cuentos Parabólicos" - La mirada del terror