Satisfecho estoy de
ser un árbol plantado para dar consuelo
a mi vienen
innumerables viajeros de lugares desconocidos
que después de arrancar
montañas de pesares empozados
parten tercamente a
martillar los mismos rastros recorridos.
Yo no sé porque el
hombre se encadena a su infausto destino
el árbol solitario
razonaba sin obtener respuesta a sus dilemas
quizá, decía, no soy
quien deba meterme con destinos ajenos
o quizás colguemos de
orbitas distantes como el sol y la luna.
Un día uno de ellos
acongojado se abrazó a mi macizo tronco
no dijo palabra
alguna, solo entendí a su corazón desesperado
sus lágrimas
filtraron mi corteza y su savia de pesar me vistió.
Desde entonces sé que
para algo sirvo en el camino de la vida
de esa encrucijada
misteriosa de caminos nadie me empujará
seguiré ahí solitario
esperando que otros destraben sus dudas.
Eduardo Borrero
Vargas/ Derechos Reservados (PERÚ)