Un grano de arena es parte de una roca
y una roca es parte de una montaña. Así, desde mi perspectiva ya lejana, veo al
abuelo Jacinto Vargas Ladines como montaña gigantesca de miles de brazos
peleándose por convertir a Sullana en un pueblo urbanísticamente habitable. La
obsesión de Jacinto Vargas Ladines (de aquí en adelante lo llamaré así) era
pelearle el protagonismo a Piura y lograr que Sullana sea la capital
departamental. Desde niño escuche en las tertulias familiares ese afán: Si don
Augusto B. Leguía no cae Sullana sería la capital de Piura. Lamentablemente los
coletazos de la historia o efectos mariposa a veces no son favorables para el
desarrollo de los pueblos.
Jacinto Vargas Ladines, un quinquenio (1925 al año 1930) estuvo al frente del Concejo Provincial de Sullana. Gracias a su acertada política tributaria ejecutó importantes obras públicas logró que Sullana ingrese a la modernidad: la Plaza de Armas y la calle San Martín fueron pavimentadas y las calles fueron señalizadas, nuevos contratos con la Empresa de Agua Potable y con la Empresa Eléctrica aseguraron por diez años más la regularidad de estos servicios. Estas tomas de decisiones acertadas permitieron, indudablemente, que Sullana fuera vista como un importante polo de desarrollo.
Su mentalidad empresarial forjada en
la casa F. Hilbck & Cia., le permitió ver no solo a Sullana como un pueblo
urbano aislado, en medio de un arenal, sino que su riqueza estaba en el valle
del Chira. Es así, que la debacle de las lluvias torrenciales del año 1925, en
que pueblos y caseríos y canales de regadío del valle del Chira quedaron
destrozados, no lo desmoralizaron y con la ayuda del presidente Leguía en un
quinquenio de duro trabajo y fiscalización logró levantar Sullana ante el
asombro de todos. En su discurso pronunciado en el año 1926 ya sostenía lo
siguiente: …"su progreso agrícola, que será en el futuro la superación del
standard de vida de la población de Sullana".
Abuela, María Antonieta Quevedo Saavedra 17/01/1881 - 21/04/1935 |
Para finalizar este pequeño
recordatorio, debo resaltar, que nosotros sus descendientes podemos regresar a
nuestro querido pueblo y mirar a los sullaneros a los ojos y con la frente en
alto. La honestidad no es una virtud es una obligación.