Cristo de Yungay... Más de 70,000 muertos
Algo me
obligaba a dirigir la vista a la revista que alguien había colocado sobre mi
mesa de trabajo. La levanté con temor, creyendo que era una broma de mal gusto,
ideada por alguna persona de mi entorno. Vi la carátula y un Cristo espigado,
con los brazos estirados al mundo, golpeó mis sentimientos. La abrí y el
encabezado arrancaba con un “Hace cincuenta años Yungay, desapareció del mapa
del Perú”. ¿Algún gracioso puso esta revista sobre mi escritorio? Una voz ronca
rebotó por las paredes de la oficina: ¿De qué revista hablas, si tus manos
están vacías? ¿Se te cruzaron los chicotes? Y los recuerdos, como ríos
desbocados, ocuparon mi mente. Por esa época, era aficionado a la cacería.
Éramos dos grupos: 6 en una Land Cruiser y 6 en una Land Rover. Todos armados
hasta los dientes. Objetivo: arrasar palomas, vizcachas y el huidizo venado
andino. Una vez cumplidos los objetivos, regresamos a Lima. A la altura de
Sayán, a las 3 y 23 de la tarde, sentimos un fuerte remezón. Consternados los
doce cazadores, una vez en Lima, nos reunimos en el Parque Universitario. El
reloj marcaba las 6 de la tarde. En un bar soltamos nuestras penas. Yungay,
nuestro centro de operaciones había sido borrado por la mano de Dios.
Seguramente, nuestras voces aún revolotean por esos rincones. Domingo, difícil
borrarte de la memoria.