Anoche,
soñé que estaba en el malecón del río Guayas. Mirando fijamente a José de San
Martin y a Simón Bolívar abrazados hacía una hilera de años, esperando que
alguno de ellos murmurara a mis oídos lo tratado en esa reunión. José de San
Martin, apoyado por la masonería azul francesa, y Simón Bolívar por la
masonería roja inglesa. Esta última era dueña de los mares y rica en materiales
bélicos, con todas las ganas de comerse al imperio español. Dignamente, José de
San Martin se retiró y Simón Bolívar -halagado por los cortesanos limeños- hizo
lo que le vino en gana de Lima y del Perú. José de San Martin murió viejo y su
conciencia en paz, mientras que Simón Bolívar murió relativamente joven,
tuberculoso y en la inopia total. Entendí que en mi sueño de anoche no tendría
respuestas. Sin embargo, mis sueños se prolongarían infinitamente, en un
territorio donde otras culturas milenarias se habían desarrollado. El Perú, ya
de por sí, es parte de nuestra memoria histórica.
Eduardo Borrero VargasPublicado en ANTOLOGÍA BICENTENARIO 200 Abril 2021 (Página 35)
Anoche,
soñé que estaba en el malecón del río Guayas. Mirando fijamente a José de San
Martin y a Simón Bolívar abrazados hacía una hilera de años, esperando que
alguno de ellos murmurara a mis oídos lo tratado en esa reunión. José de San
Martin, apoyado por la masonería azul francesa, y Simón Bolívar por la
masonería roja inglesa. Esta última era dueña de los mares y rica en materiales
bélicos, con todas las ganas de comerse al imperio español. Dignamente, José de
San Martin se retiró y Simón Bolívar -halagado por los cortesanos limeños- hizo
lo que le vino en gana de Lima y del Perú. José de San Martin murió viejo y su
conciencia en paz, mientras que Simón Bolívar murió relativamente joven,
tuberculoso y en la inopia total. Entendí que en mi sueño de anoche no tendría
respuestas. Sin embargo, mis sueños se prolongarían infinitamente, en un
territorio donde otras culturas milenarias se habían desarrollado. El Perú, ya
de por sí, es parte de nuestra memoria histórica.