miércoles, 12 de octubre de 2022

La importancia de leer la literatura de nuestros pueblos

Cada escritor tiene su pueblo, real o ficticio pegado transversalmente en sus neuronas. Vemos así a Macondo, de García Márquez; a Comala, pueblo fantasma de la novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo; también están las arcadias o puntos imaginarios, llenos de felicidad, que cada escritor trata de alcanzar. Es así que mi punto central (fiel de la balanza) narrativo es Sullana. Aún las suelas de mis zapatos –por si acaso- siguen impregnadas de yucún, ese pegajoso polvillo salitroso y etéreo que se levanta en cada pisada que damos y que se adhiere a nuestros poros para la eternidad. Convirtiéndose en el perfume identificatorio de todo norteño -lo digo con sinceridad-, ese vendría a ser nuestro carnet de identidad, único en el universo provinciano.

Lógicamente, el estilo en cada escritor nacido en un punto geográfico es sui géneris, debido a que cada uno de nosotros absorbe como esponja lo que nos rodea. Y la variedad saltará a la vista, desde la lectura del primer párrafo de la historia que será contada ya sea en tono intimista o abiertamente universal, si el escritor ha leído textos de otras latitudes. El intercalar palabras usadas en su diario vivir -oralidad regional- con las aprendidas o prestadas de textos escogidos, le permite estructurar mejor sus historias. En tanto el mundo se haga pequeño y seamos asediados por los medios de publicación masiva –cibernética/internet-, se correrá el peligro de perder la esencia de nuestra oralidad tan peculiar.

Ante esta realidad, sería conveniente que quienes estamos en este circuito mágico de crear literatura –narrativa y poesía- nos interesemos en hacer saber a los estudiantes que otros escritores nos antecedieron y debemos crearles la necesidad imperiosa de repasar o de leer sus obras literarias. Eso depende de las personas que dirigen la enseñanza en los colegios y están llamadas a hacerles recordar que la educación no se mide por la forma de hablar sino por la esencia que haya quedado en la mente y corazón de esos niños que pronto tomarán protagonismo. He visto por las visitas que he hecho a colegios de provincias y de Lima, que ciertas personas –la minoría- abusando de la avidez de los niños y niñas por conocer nuevos mundos, a través de la lectura, se han vuelto escritores a las volandas; astutamente visitan colegios y con un lenguaje suculento inducen a los alumnos a comprarles sus libros mal estructurados. Vil manera de hacerse la vida.

Me apena recalcar esto, pero, si nosotros no jugamos limpio con esas mentes en formación, el día de mañana, al cruzarnos con ellos por las calles del mundo, quizá seamos motivo de burlas o de rechazo o de gestos de indiferencia. No olvidemos que en esta corta vida todo se revierte. Tarde o temprano, ellos serán nuestros jueces.

Eduardo Borrero Vargas
Lima, miércoles 12 de octubre del 2022
Derechos Reservados.-