domingo, 26 de diciembre de 2021

Jesús de Nazaret: Navidad en tiempos de pandemia

A Jesús de Nazaret, le contaron, su padre José y su madre María, que le pusieron ese nombre porque había nacido en un pesebre, un veinticinco de diciembre. Él aceptaba con humildad su pobreza y, la verdad, eso no le molestaba, si no fuera por los muchachos de su pueblo, quienes al verlo lo lastimaban, por andar suplantando al verdadero hijo de Dios. Y, que él supiera, nunca quiso suplantar a nadie, a menos que sus padres lo hubieran engañado con la fecha de su nacimiento. De modo que si le dijeron que había nacido un veinticinco de diciembre. era más que suficiente. Que era pobre, eso no era discutible, pero no soportaba ver a su pueblo lleno de zanjas abiertas llenas de muertos, por virus mutantes que viajan impunemente por el aire.

Para evitar que la --pandemia creada por los científicos dominados por el lado oscuro de la mente humana-- lo afectara, se confinó en su cueva de la Loma de Mambré a vivir en cuarentena forzada. Una noche, sin saber de dónde, apareció un monstruo verdoso y gigantesco que se movía velozmente y rebotaba multiplicándose en millones de monstruos verdosos y gelatinosos que fugaban por la boca de la cueva para invadir y crear la muerte por el mundo. Jesús de Nazaret se puso de lado y se protegió entre su burro y su buey. Y les preguntó: ¿Qué es lo que les gustaría que hiciera por el pueblo en que nacieron? Y el burro y el buey, contestaron: ¡Una navidad libre de bichos verdosos y mutantes que matan por asfixia! Jesús de Nazaret esa noche no durmió y, antes que reventara el sol, se levantó y salió a caminar por el mundo.

La gente comenta que a Jesús de Nazaret lo ven en cualquier rincón del orbe, vestido de blanco, con mascarilla y arrastrando hileras interminables de balones de oxígeno. También lo ven en carpas y hospitales, curando y enseñándoles a unos el camino al cielo y a otros llevándolos a sus casas, totalmente curados. Sabe y sufre que en esas navidades las familias estarán separadas, y que los niños cantarán solitarios villancicos sin letra ni música. Jesús de Nazaret ya no se siente odiado y es recibido con cariño, con su bata blanca y mascarilla en todos los hogares del mundo.

¡Al fin se sintió útil y lloró de felicidad!

Eduardo Borrero Vargas
Diciembre 2021
Sullana

domingo, 5 de diciembre de 2021

Certificado de reconocimiento desde Argentina

 

Certificado de reconocimiento de Arte y Literatura Interplanetarias "Inspiración Creativa Poética" a Eduardo Borrero Vargas - Perú por participar en la antología poética de "Argentina" en español e inglés con escritores argentinos y extranjeros invitados de la escritora y poeta argentina Dra. Ana María Manuel Rosa.

San Rafael (Mendoza - Argentina) 03 de diciembre de 2021

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jueves, 2 de diciembre de 2021

Cuento "Sordera humana"

Leopoldo Perdigón, caminante sempiterno, recordó de golpe un día la confesión de sus padres: que él había nacido en Sullana, en una noche de agosto de un año lluvioso. Tampoco sabía los años que cargaba a sus espaldas. Se sentía saludable pero su mente descontrolada, en lugar de orientarle, le hacía sentir como si en su interior habitase un trompo que giraba y giraba sin parar, hasta convertirlo en esclavo. En pocas palabras, reconocía que era esclavo de su desorden mental. A veces, se veía caminando cabizbajo por la largura del río Chira o a veces entusiasmado recorriendo las concurridas calles de Nueva York, Madrid, Paris y otras, por pasajes donde se avistaba el mar y los horizontes de quién sabe qué continentes. Otras veces, caminaba recto durante largas jornadas y regresaba repisando sus huellas para no perderse.

Y lo más raro es que no se acordaba si sus interminables caminatas duraban un minuto, una hora, una semana, un mes, un año o miles de años. Y en esas infinitas caminatas no cesaba de escucharse a sí mismo: Bendita sea, caracoles y rayos. ¿Estados de ánimo? ¿Conflictos internos? ¿Identificaciones? ¿Confusiones? ¿Infracciones? ¿Cómo, entonces, reaccionar, si al tomar una línea recta se descubre que es falaz y a partir de ese instante te ves obligado a zigzaguear, sin poder retroceder para enmendar el rumbo? Entonces, escribir poesía o cuentos o novelas o graficar historietas, ¿sería una salida honorable? ¡Grandioso humano investido de humanidad, si no haces eso, estarás condenado a vivir en soledad! ¿Regresar al vientre de la madre tierra, es una solución facilista? ¡Si no aciertas en tus divagaciones, seguirás ciego de mente y sin saber, si valió la pena caminar hacia una meta incierta!
¡Estado de ánimo, como no asirte del gañote, sacudirte y tirarte al poste de vida!



Eduardo Borrero Vargas
Edición “GENERACIÓN BICENTENARIO”
Cuento “Sordera humana” (Pág. 32 - 33)

martes, 30 de noviembre de 2021

Poemas de Eduardo Borrero: “EL DOLOR DE LA NADA” y “MARGARITA

EL DOLOR DE LA NADA

Gorrioncillo, vuelas en el ras de la nada
con el canto mudo de mujeres cautivas
que con ansías vivas buscan un mundo
libre de desengaños y zarpazos ocultos.
Y vuelas y vuelas en ciclones de la nada
con erres tenues y asfixiantes fraseando
que ni el bien ni el mal dañarán a la vida
y que tus dolores los apaciguas cantando.
¡Ay! Edith Piaf, somos un nada de la nada
pero reviviremos cuando el cielo descorra
tus destellos vocales dando vida a la vida.
Algún día cruzaremos el abismo de la nada
ahí nos encontraremos mirando la anchura
donde la apariencia se pierde en la médula.

Eduardo Borrero Vargas
Edición “CAJA DE SUEÑOS – SONETOS”
Poema “El dolor de la nada” (Pág. 42)

 


MARGARITA

En qué paralelo del horizonte nos perdimos
andábamos distraídos detallando los pasos
algunos por la izquierda, otros a la derecha,
otros pisando el hoyo de las noches negras.
Cuando hay noches de luna llena te busco
por las orillas del mar que hoy huye hosco
tal vez nuestro amor solo fue un ensueño
del cual sin desearlo seguiremos soñando.
Margarita, tierno mar, así te siseaba al oído
en los atardeceres cuando quietos oíamos
los mensajes que nos dejaban los vientos.
Margarita, solo sé que lloramos en solitario
el ramo de flores que ceñimos en mutismo
será la centella que nos irradiará de nuevo.

Eduardo Borrero Vargas
Edición “CAJA DE SUEÑOS – SONETOS”
Poema “Margarita” (Pág. 55)

lunes, 29 de noviembre de 2021

Cuento “Almas siniestras”

Desde que puso su pie izquierdo en el estribo de su caballo negro, sabía que era lo último que haría en esta vida. Su pase por el valle de la muerte, sería inevitable. Era como dar un final a una larga agonía. Había subvertido el orden y ya era hora de poner las cosas en equilibrio. Desde luego que, para llegar a ese equilibrio, tan buscado, tenía que vencer el miedo y el miedo, para él, era escuchar el silencio atronador, que es el silencio más terrible que el ser humano pueda oír. Sujetó las riendas y avanzó con su caballo, mirando fijo al valle de las almas siniestras. Se enfrentaría con gesto altivo y dejaría que las almas siniestras hicieran un festín con su cuerpo agotado, por los años mal vividos. Dejaría que su alma fuera despellejada, para hacerla hervir en las ollas del infierno. Poco a poco, se iría extinguiendo y ya no tendría sensaciones corporales. Olvidaría quién fue en vida. La gente que alguna vez lo conoció, lo borraría de su memoria. Y quizás, quizás, en esa otra dimensión, encuentre la paz que siempre anheló.

Eduardo Borrero Vargas
Edición 2019
CUENTOS PARABÓLICOS - La mirada del terror
Cuento “Almas siniestras” (Pág. 21)

miércoles, 17 de noviembre de 2021

Poema "POESÍA GRITO HUMANO"

El hombre, desde que tuvo conciencia de ser pensante, se vio en la necesidad de comunicar sus estados de ánimo a su comunidad a través de la poesía y otras muchísimas expresiones culturales que el hombre realiza en su desarrollo diario, como una suerte de mantener un equilibrio cognoscitivo social. A partir de este razonamiento, la poesía es uno de los tantos medios de expresión por el cual podemos dar a conocer nuestros complicados caminos internos y aparejarlos en armonía con el medio externo en el que vivimos. Allí hay otros seres humanos en procesos de comunicación, de adaptación a la naturaleza que nos rodea y sobre todo al mundo difuso que no vemos, pero intuimos que ahí está, como una piedra colgada al cuello. Todo eso nos hace recordar que somos seres controversiales: a veces tan dulces y a veces tan crueles, hasta el punto de crear cofradías para erigirnos en quienes somos, más crueles para destruirnos. En estas cofradías, las expresiones de esta índole están al orden del día: ¡Métanle una zancadilla a ese que maneja la poesía con altura! 

Es así, entonces, que descubrimos que detrás de cada poema creado o escrito en una obra literaria, hay un ser humano. Por eso es que sostengo, a cada momento, que esos versos o poemas, digámoslo con solvencia, son en pocas palabras poemas humanos o gritos humanos, si lo queremos definir de una manera acertada. Estos poemas o gritos humanos, que encontramos en autores importantes nacidos en Inglaterra, Francia, Alemania, en los Países Bajos, Rusia, África, Asia -y en tantos otros países que tomaría varias páginas el nombrarlos- expresan sus sentimientos en poemas de amor, angustia, pasión, tragedias, vigencias, posturas sociales y todas las caretas que el ser humano irá transformando o acomodando a sus desastrosos estados de ánimo. Aquel que diga o trate de insinuar que hay poesía quechua, aymara, francesa, inglesa -y en cualquier otro idioma- está estafándose a sí mismo. ¿O acaso ellos en su conjunto no sufren de ausencias?, de preguntas sin respuestas, ¿de su “obsolescencia programada”?, ¿Dios existe o no existe?, ¿por qué siendo seres monocelulares nos convertimos en multicelulares?, ¿hay vida después de la muerte? y el etc., al infinito. ¡Solo la metafísica nos salvará, dirán! Pero es necesario tener en cuenta que la metafísica es especulativa.

Entonces, concluiremos que el ser humano deberá resolver sus diferencias pisando tierra. Sitio donde viviremos prisioneros y en el que buscaremos nuestro equilibrio emocional a través de las manifestaciones artísticas, entre ellas, creando poesía.

Eduardo Borrero Vargas
Publicado en revista
de arte y cultura “Choza de Papel”
Estación de Brujos Chiclayo-Perú.

JUGANDO CON LOS REVESES

Últimamente, se me ha dado por andar
cambiando de nombres a las cosas:

A las flores, las llamo piedras,
A los mares, les llamo desiertos,
A los ríos, serpientes de espanto,
A las nubes, palomas mensajeras,
A los árboles, aves trepadoras,
A los caballos, gallinas de pastura,
A los cerros, llanuras escurridas,
Y a la muerte, la llamo vida.
La confusión es tal, que con mi nombre,
no puedo jugar con sus reveses:
se escabulló de mis recuerdos,
y ahora deambulo por el mundo
buscándolo en el valle de los olvidos.

Eduardo Borrero Vargas
BOSQUES SECOS I


sábado, 13 de noviembre de 2021

En el país de los sin sentido

Asdrubal, después de haber leído Alicia en el País de las Maravillas, reclamaba con justo derecho por qué a él lo tenían que llamar orate. Y cumplió su amenaza de escribir una nueva versión de Lewis Carroll a la que le pondría como título: La razón en el País de los Sinsentido. La novedad de Asdrubal es que su obra literaria por estar impresa en un formato nunca antes usado es apenas visible y, por no estar escrita con letras convencionales sino con signos parecidos a flechitas diminutas de colores diferentes, ha tenido un gran éxito comercial. Las librerías han roto record de ventas, se ha replicado en todos los idiomas, y las imprentas no se dan abasto para suplir la demanda mundial. Indiscutiblemente, los expertos libreros la consideran la belleza literaria más vendida en la historia, desde que el hombre aprendió a escribir historias largas y pequeñas.

Tal es el éxito de Asdrubal, que no cesa de dar charlas por las principales ciudades de todos los continentes, explicando con ardor y claridad el porqué del sentido de su monumental obra. Lo contradictorio de esto es que los asistentes van vestidos de conejos, orugas, cerdos, sombreros, naipes, tortugas, langostas y, atiborrando el auditorio, no cesan de cuchichear y de aplaudir sin respiro.

Eduardo Borrero Vargas
Edición “COSAS QUE SUCEDEN…
CUENTOS FANTASTICOS”…PAG. 55

 

jueves, 11 de noviembre de 2021

Relato "CUENTOS PARABÓLICOS" de Eduardo Borrero

En cada punto geográfico de esta llamada Tierra, -exponía Benito Segovia en la sala principal de la Biblioteca Municipal de un pueblo norteño, asentado en los linderos de un arenal tan árido y extenso que se perdía al este del lugar- nacen escritores llamados a quedar conectados en la memoria colectiva. Uno de ellos, cuyo nombre se ha rescatado milagrosamente usando pesquisas de descarte, es Juan Dunas Manchego. Mi intervención en esta extravagante historia, escrita en papel sobrante de los mercados, es para contarles que el autor apenas logró editar diez ejemplares, uno de los cuales es el que les muestro y, como podrán observar, más parece papel cebolla por lo viejo. O sea que mi papel en este conversatorio se reduce a ser un simple espectador de otros espectadores, que dicen haberse deleitado con la lectura de “Cuentos Parabólicos”. Aclaro que encontré este delicado ejemplar un día de guardar, en la almohada de mi cama. ¿Quién lo dejó ahí? Me he roto el cerebro averiguándolo y no hay respuestas para ello, ya que mi memoria últimamente va y viene.

Esperemos que lo expuesto líneas arriba sea una apertura adecuada para conducirlos a entender estos cuentos alucinantes. Todos ellos, sin excepción, no están sujetos a la rigidez del tiempo. Simplemente son juegos fantasiosos, en un mundo imaginario, donde el envés de la realidad es tomado como un hecho factible. Es decir, en el juego de la vida, el haz y el envés en cada instante de nuestra precaria vida, influyen en nuestra perspectiva de ver las cosas. Entonces, podríamos deducir que el muy inteligente y hábil escritor Juan Dunas Manchego, analizaba la vida desde el sentido contrario del común de la gente. Eso le permitió escribir lo que otros escritores desdeñaron, por estar diseñados a mirar desde el lado más cómodo, el diario concurrir del ser humano. No nos extrañe que esos escritores hayan tratado de desaparecer los vestigios de esta gran obra, que a ojos de buen cubero les estaba quemando su entrada a la gloria de las letras. La obra “Cuentos Parabólicos” no tiene y no debería tener ese vil destino, puesto que el ya desaparecido Juan Dunas Manchego ahora camina en el envés de la vida.

Se levantó Benito Segovia, alisó su melena, se acomodó el sombrero y salió del recinto Municipal. Nadie lo aplaudió. El auditorio estaba vacío. Se encaminó a la Plaza del pueblo, recién cayó en cuenta que había sido invitado a disertar a un pueblo fantasma.

Relato publicado en el libro
“CUENTOS PARABÓLICOS LA MIRADA DEL TERROR”
Eduardo Borrero Vargas (Pág. 77)

martes, 9 de noviembre de 2021

Los “CUENTOS TALLANES” de Víctor Borrero Vargas

Crear historias y contarlas a otros con la elocuencia directa y casi natural, que parecen verdades tomadas de la realidad misma, es todo un oficio que convierte al narrador en un hechicero, en un contador de mentiras, que formalmente por razones de convivencia humana: las mentiras se van transformando en verdades, en el largo camino de la vida.

Esas mentiras que la tribu humana aplaude, que los críticos literarios llaman novelas o cuentos, que pueblan también la imaginación de los pobladores de una región, a lo largo del tiempo se convierten en obras maestras. Historias que le dan brillo a las mediocres vidas de esos hombres y mujeres, cuyas existencias prosaicas muchas veces no son tan importantes.

Los pueblos originarios tienen sus narradores orales, sus contadores de cuentos, que cuando se transforman en comunicadores, y escriben sus verdades en páginas de libros, son muchas veces temidos como “reveseros”, “ardilosos”, “fascineros” y “pendencieros”. Sus enemigos los acusan de “adefesieros”, pero sus lectores anónimos, que los aplauden y los veneran, ensalzan sus historias como verdades notables, y son excelsas “fantasías”, que brotan del espontaneo humano, de la inconformidad social, de la insatisfacción y de la rebeldía personal; de allí nace entonces toda la literatura actual que pregonan los escritores.

Escribir sobre Víctor Borrero Vargas (1943-2008) es para mí un desafío, un hablar de fantasmas, una confesión de piurano “a piuranos”. Como yo, Víctor Borrero nació en Sullana, en el peregrinar de una familia de clase media. Ambos tuvimos que migrar para estudiar y académicamente hablando descubrimos la “historicidad” en un momento de grandes contradicciones sociales que vivió el país, lectores de Jean Paul Sartre, Maurice Merleau-Ponty, y Albert Camus; además de ser admiradores de los narradores argentinos Roberto Arlt, David Viñas y Eduardo Mallea, como más de una vez conversamos.

Su obra narrativa, se desencantó de la narrativa urbana: de la interioridad insular, del movimiento vertiginoso de las idas y vueltas de lo inasible y lo descriptivo. Más bien, su narrativa asume una dialéctica viva entre profundidad y mundo, entre interioridad y exterioridad, en la demostración de la personalidad social y de la psicología de conducta. Interesada más por la semántica y lo freudiano, por los comportamientos y las heridas narcisistas de sus personajes.

Sus cuentos van hacia la síntesis, a los vasos comunicantes de lo inconveniente de las vidas de estos “ex hombres” que pueblan sus narraciones. Es una obra extensa, que sin embargo no ha entusiasmado todavía a los críticos literarios, tal vez por las dificultades para entender el marco social de referencia donde se desenvuelven las ficciones y sus protagonistas: “El alma de Torres” (1987), “Jijuneta y Alma Mía” (1991), “¡Derrama tu sangre, Abraham!” (1994), “Tres mujeres contra el mundo” (1995), “El sueño de Onésimo” (1999), “Happening en la Milla Seis” (1999), “El pecado es un pasatiempo solitario” (2001), “Cabo Blanco” (2001), “Cuentos Tallanes” (2012) y “Nuevos Cuentos Tallanes” (2012). Tiene también “Tangarará” (1993), una pieza de dramaturgia de tres actos, sobre la primera ciudad española en territorios tallanes, en cuyos escenarios desfilan actores históricos: Francisco Pizarro, Diego de Almagro, Fray Vicente Velarde, Hernando de Soto y Nicolás de Rivera, por el bando hispano; y los caciques nativos Lachira, Maixavilca, y Almotaxe, tomados del referente de los cronistas.

Su narrativa adopta lo real: de la estructura gramatical de la oralidad piurana, y la forma significativa onírica de una aproximación a Juan Rulfo: coincidencias que transitan y se bifurcan en sus textos, pues todos sabemos las enormes similitudes de la vida social, el paisaje, las ropas, las costumbres y el habla de los mexicanos con los piuranos. La esfera de las significaciones sociales y culturales de sus “Cuentos Tallanes” tiene también encuentros con la narrativa tarmeña de los cuentos de “Ñahuin”” y “Taita Cristo” de Eleodoro Vargas Vicuña, y del primer narrador Eduardo González Viaña, en los relatos de “Batalla de Felipe en la casa de palomas”.

Sin duda, la obra maestra de Víctor Borrero Vargas es ese puñado de “Cuentos Tallanes”, de magníficos sarcásticos, atroces y soberbias historias de un estilo de inesperada perfección, por la visión del mundo que expone, desde una perspectiva de lo popular, propuesta inteligente con una técnica narrativa lucida, donde el ímpetu de idealismo -del narrador- fluye para fascinar, abrumar y mostrarnos el apogeo y la ruina del mundo rural y modeno de una parte del espacio cultural piurano.

“Conambre” es un espacio mítico, una población desesperada e invisible, un lugar imaginario, tal como “Comala” o “Macondo”, el infierno de una utopía inventada por el narrador omnipresente que narra desde una tercera persona -muchas veces- diversos sucesos, y es también, una voz colectiva, que quiere representar un tiempo retorcido, por momentos onírico e interpretativo, una manera ambigua y tortuosa de presentarnos las acciones de los instintos y las pasiones de sus personajes. En la novela “Jijuneta y Alma Mía”, la urdimbre de las acciones de los personajes, nos muestra la épica y el martirio del pueblo talareño en tiempos de la IPC. con un parabólico mensaje de protesta social.

La grandeza de los “Cuentos Tallanes” es que nos hace sentir un intenso contenido simbólico, un mensaje cifrado e histórico de nuestra piuranidad.

 

Articulo de Armando Arteaga

 Publicado el domingo 07/11/2021 en 
el Suplemento "Semana", Diario El Tiempo, Piura, 
sobre la narrativa de Víctor Borrero Vargas.

viernes, 5 de noviembre de 2021

Texto de la PRESENTACIÓN del libro “CUANDO EL CIELO SE TIÑO DE ROJO" de Eduardo Borrero

Presentación

En el año 1502, el pueblo tallán alcanzaba los setenta mil habitantes. Dos grandes conglomerados lo conformaban: Paita y Tumbes. El grupo de Paita abarcaba a los Colanes, los Amotapes, los Pelingarás y los Piuras. Tumbes, siendo un conglomerado más pequeño, incluía los Tumbes, los Mayabilcas y los habitantes de Poechos.

Este pueblo tenía un territorio considerable: por el norte, se extendía hasta los Chibchas (Colombia); por el sur, hasta Olmos (Lambayeque); por el oeste, con los Purunes y Cañaris (Ecuador) y por el este, con la etnia de los Guayacundos (Huancabamba y Ayabaca). El centro más importante estaba Paita. Desde esta ciudad se desarrolló un sistema de gobierno que, con la fuerza de las armas, impuso el idioma oficial llamado “Sec”.

El CIPCA, en el año 1962, publicó “Catac ccaos, origen y evolución histórica de Catacaos”, de don Jacobo Cruz Villegas, un libro muy valioso porque nos proporciona información sobre diferentes aspectos de la cultura tallán: sus mitos y divinidades, sus fortalezas y sus capitales, además de enfocar tópicos como: la comunidad tallán frente a la conquista y la colonia, voces del dialecto tallán y del idioma quechua -que sirven para comunicarse entre los pobladores-, etc. Estas páginas nos muestran la riqueza cultural de este pueblo que probablemente desarrolló más de un ciclo cultural, pues se han encontrado vinculaciones de esta civilización con los mochicas. Y en grado tan estrecho que algunos arqueólogos han denominado tallán-mochica a todo el universo cultural de estos pueblos

Muy poco es lo que se sabe sobre la literatura de los tallanes. Pero estos hombres, inteligentes y cobrizos, seguramente que, como ocurre con los habitantes de todo el grupo humano, también amaron las historias. La literatura, como señala Mario Vargas Llosa en el ensayo “El viaje a la ficción” es una hija tardía de ese quehacer primitivo, inventar y contar historias, que humanizó a la especie, la refinó, convirtió el acto instintivo de la reproducción en fuente de placer y en ceremonia artística -el erotismo- y disparó a los humanos por la ruta de la civilización, una forma sutil y elevada que solo fue posible con la escritura, que aparece en la historia muchos miles de años después de los lenguajes

Pero la literatura es una disciplina muy amplia, pues agrupa a muchos géneros. En esta oportunidad nos vamos a detener en la leyenda, las mismas que se hallan dentro del género narrativo. La leyenda, hasta donde sabemos, es una expresión primitiva que tuvo su origen en la tradición oral, entremezclándose en ella los hechos verdaderos y los fabulosos. Las más antiguas que se conocen provienen de la India. Algunas, como La mesa redonda” y la de “Merlín, el encantador”, parecen provenir de antiguas tradiciones celtas; otras, no son sino historias desfiguradas. Sus fuentes son, frecuentemente, hechos históricos deformados por la tradición. Gran parte de la epopeya era ya conocida en forma de leyenda. Y, además de ser cuna de los cantares de gesta, sirvieron al romancero. Las características de las leyendas nos permiten conocer las costumbres, sentimientos, ideales, actitudes y maneras de entender la vida de una civilización a través del tiempo y el espacio. La leyenda se diferencia del cuento y de la anécdota porque es explicativa y no tiene la complejidad del primero, además de que su motivo esencial es unitario. Su importancia radica en el hecho de documentar la identidad cultural de los pueblos en relación con sus orígenes.

Hemos afirmado que documenta la identidad cultural de nuestros pueblos, entendiendo a esta como un conjunto de valores, tradiciones, símbolos, creencias y modos de comportamiento que funcionan como elemento cohesionador dentro de un grupo social y que fungen como sustrato para que los individuos que lo conforman puedan fundamentar su sentimiento de pertenencia, Por eso me parece importante la publicación de “Cuando el cielo se tiño de rojo y otras leyendas tallanes”, del escritor Eduardo Borrero Vargas, en un momento histórico donde la globalización, como un fantasma, recorre de prisa todos los continentes del planeta. No es que estemos en contra de la globalización –que, obviamente, trae cosas valiosas para los seres humanos- pero es imprescindible que, sin menoscabo de dichos beneficios, los pueblos conserven su identidad cultural para que nuestro mundo siga siendo rico y diverso en expresiones culturales, además de significar una forma de afirmación de su libertad.

El libro de Eduardo Borrero Vargas tiene como protagonistas principales a un miembro del Consejo de Ancianos de los tallanes, y a las divinidades del pueblo: Macacará Sec -dios del principio y del final-, Huangalá Sec -dios de los registros y acontecimientos-, Vichayal Sec -dios de la austeridad y sacrificio, etc. Las primeras cuatro leyendas nos ilustran como surgió el pueblo tallán: La vida se inició en el centro abismal de la profundidad de la bóveda negra por donde las estrellas y los luceros aminoran su intensidad y, mucho más atrás, casi rozando la espalda de la línea sospechosa por donde el sol se torna asustadizo y temeroso… (“Orígenes tallanes”). Pero también nos cuenta cómo se produjo “El gran diluvio tallán”, aquel que duró tres veces siete; “De duendes y fantasmas”, en donde nos habla de la entrada al inframundo (agujero sin fondo); “De curanderos y del ceibo de los cerrojos”, para referirse a los curanderos mayores o brujos, que son los sumos sacerdotes (guardianes de las huacas).

A partir de la quinta leyenda, “Cuando el cielo se tiño de rojo”, el escritor nos introduce en una nueva etapa de este pueblo, producida con la llegada de los españoles: Pisotearon nuestro honor; que es lo más preciado que tiene el hombre. Redujeron a cenizas nuestros enseres. Nuestros hogares desaparecieron. Perdimos las tierras y a nuestros dioses, creadores de la ley y el orden, los desterraron al valle de los olvidos, nos quitaron la lengua materna. De ser dueños de las comarcas, pasamos a ser simples vasallos…

Siguen las leyendas “El dios Tallán que se convirtió en lechuza”. “De capullanas y matriarcados”, “De evangelizaciones y cambios de nombre”, “El lagarto de oro”, “De lengua y cronistas”, “El envés del pueblo tallán” y “De centenarios y algo más”. En todas estas leyendas, el escritor Eduardo Borrero Borrero, indignado por la actitud de los conquistadores hispanos, les increpa cómo, en nombre de su dios, saquearon, quemaron, violaron y casi destruyeron la cultura Tallán; sin embargo, esta persiste hasta nuestros días -vivita y coleando- dándole vida a los diferentes asentamientos humanos de Piura, u aún se siguen utilizando vocablos Sec, así como del quechua: barbacoa (cáma de varas lisas suspendidas sobre cuatro puntales de algarrobo descortezado), cancha (maíz tostado), callana (trozo de olla usada para tapar recipientes), chamiza (ramajes delgados y secos desprendidos de los algarrobos), chicha (bebida fermentada de maíz colorado, famosa en Catacaos), chucaque (cólico estomacal de origen psíquico que se cura con rezos), churuco (recipiente vegetal grande, seco y hueco, que sirve de baúl), entre otros.

Con un estilo sobrio, sencillo pero elegante, ajeno a los retorcimientos sintácticos, Eduardo Borrero Vargas, como un dios tallán, nos introduce al mundo inédito de la literatura tallanca para recordarnos nuestras raíces, además de inducirnos a la reflexión sobre nuestro pasado como lección histórica. Y, como no podría ser de otro modo, para disfrutar con estas magníficas leyendas.

Wilmer Rojas Bustamante


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lunes, 1 de noviembre de 2021

Relato "DÍA DE LOS ANGELITOS"

Piureñ@s, en noviembre, por el día de los angelitos, regresaré a mi casa materna de Sullana a recuperar las “pesetas gordas”, que dejé enterradas bajo las añosas cucardas. Las tomaré y con ellas compraré en la panadería de Ceferino y de los Olivares, puñados de angelitos y caminaré por sus calles polvorientas a repartirlos a los niños deambulando por el cementerio. Me sentaré junto a ellos y les daré lo que tanto extrañan, amor y golosinas. No lloraré ni les contaré historias de vida. Solo los miraré y gozaré con ellos viéndoles aletear sus alitas en su silencio infinito.

Eduardo Borrero Vargas
Lima, 01 de noviembre del 2021

sábado, 18 de septiembre de 2021

"SULLANA CITY", cuento de Eduardo Borrero

Ruperto Saona nació en Sullana, así lo indicaban los papeles que revisaban sus amigos quienes después de muchos años de arqueología documentaria habían logrado recuperarlos de los archivos municipales. Sin embargo, no lograron ubicar el año de nacimiento en esos papeles, ya que las polillas se habían tragado el lado lateral del papel amarillento donde debería figurar ese dato. Sabían que su casa quedaba pegada a un algarrobo añejo, bajando hacia la ya olvidada calle San Martín. Fueron en su búsqueda y la casa, temerosa de ser alcanzada, retrocedía según ellos avanzaban. Recién se darían cuenta que Sullana era un pueblo levantado entre médanos movedizos que daban la impresión de revolverse entre ellos y formar murallas infranqueables a quienes intentaran hurgar sus entrañas. Los amigos, asustados ante esta situación inusitada, dejaron de buscar a Ruperto Saona. Entendieron que las noches les serían propicias, no para andarlas de averiguadores de una persona sino para sentarse en la plaza de armas del pueblo, para hablar de aquel muchacho fuerte y emprendedor que los acompañó en el colegio. Recordaron entonces que ellos eran de una generación en el olvido; Sullana se había convertido en una metrópoli atravesada por trenes suspendidos en colchones de aire que se desplazaban a velocidades cercanas a los mil kilómetros por hora y que los caballos y los burros se habían convertido en máquinas voladoras de cercanías, al servicio del público. Y a los muertos ya no los enterraban en el cementerio –convertido en un gran galpón- sino que atendidos por Nanorrobots, los reciclaban convirtiéndolos en cyborgs capaces de realizar tareas extremas en lugares llamados exoplanetas. Al fin, después de tantos intentos, rozaron la verdad. Sullana se había convertido en la primera ciudad distópica de este lado de la Vía Láctea. La gente no tenía nombres, solo eran copias de copias de siglas y números. Ruperto Saona y sus amigos siguen subiendo y bajando la calle San Martín. Por las noches, se refugian en el añejo algarrobo convertido en estación principal de los viajes a planetas que quedan más allá de millones de años luz.

 

Eduardo Borrero Vargas
“Cosas que suceden…cuentos fantásticos” 
(Pág. 40 y 41)



Carátula de la obra
Cosas que suceden... cuentos fantásticos

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martes, 14 de septiembre de 2021

Un abrazo al cielo hermano... Víctor: la vida en dos dimensiones

Alguna vez tenía que enfrentarme a esta situación. Y es que escribir testimonios de vida o muerte no es tarea fácil, pues este acto alcanza y toca los sentimientos humanos más hondos. Y, además de demandarnos una capacidad de síntesis para comprimir el tiempo en unas cuantas hojas, la tarea más difícil radica en el hecho de trabajar en dos dimensiones. Como colegirán, estoy frente a un reto casi imposible, como el querer rascarse la cabeza con una mano sin dedos. Pero abordaré con lucidez esta aventura.

Dios nos dio vida, y la dosificó a cuentagotas. Porque para la creación usó la “obsolescencia programada”, término aplicado en la fabricación de máquinas o artefactos eléctricos. En pocas palabras, nuestro genuino armatoste psicosomático viene con esa marca indeleble pegada a nuestro cuello. El hombre no puede eludir ese designio: nacer y morir. Las grandes desazones vienen de esa certeza: el hombre en su empeño de eternizarse, reniega de su situación, acusando vacíos o los que los especialistas en Psicología llaman desequilibrios o trasvases mentales.

El punto más admirable de mi hermano Víctor –“Mecho”, al interior del seno familiar y para sus amigos- es que aceptó con humildad y entereza su destino: el de alejarse irremediablemente de nosotros en pleno ejercicio de sus facultades creadoras. ¿Cuántos proyectos maduros refulgían en su interior? Nunca lo sabremos. Solo somos testigos que, días antes de su partida, gozaba alucinando y escribiendo sobre hojas en blanco, cuentos, y novelas guardadas celosamente dentro de su mente, incontables y extraños personajes liberados de quien sabe qué rincón de su memoria.

“Mecho” era el engreído de la familia, y fue el hermano que compartió los últimos de vida de nuestros padres. Curioso sin remedio, viajero incansable, lector indesmayable, propiciador de prolongadas tertulias, de memoria prodigiosa, era, además, generosos en sus actos. Y, sobre todo, de una imaginación libre, como los pájaros que vuelan sobre las ramas del viento hasta posarse más allá de la línea del horizonte. ¿Cómo no recordar a mi hermano, si en el fondo era un niño tímido con un lapicero en la mano?

Hemos compartido muchas vivencias: las mismas pensiones, la misma universidad y nuestros amigos; el amor por los caballos y las mulas, nuestra afición por la cacería, las fogatas en el campo, nuestro temor al Cerro del Viento plantado como un vigía solitario en el corazón de El Angolo, los mismos fantasmas y duendes escurridizos que se esconden detrás de los ceibos y de los charanes, conocedores estos del lenguaje nocturno y el andar lento de los bosques secos, el silbido del ave de la medianoche, el rugir del puma, el reptar del macanche y el conversar cadencioso de la gente del campo.

Por boca de nuestro padre conocimos los nombres de los últimos bandoleros que asolaron la región norte y el nombre de cada una de las quebradas y cerrerías de la frontera. Y aprendimos a auscultar el cielo para pronosticar si ese día o el siguiente, o la próxima semana, o el próximo año, serían lluviosos. Cómo no recordar ese día, demasiado extraño, en que nos enseñaba cómo el arrebiatado manchaba la albura del algodón; aquel día sin saber por qué, nos vimos de pronto envueltos en motas de algodón que caían del cielo como nieve desprendida de un cielo despejado.

Nuestra madre, devoradora de libros, por las noches nos contaba cuentos de aparecidos, de lechuzas cortadoras de almas, de mujeres vaporosas y de duendes desalmados.

Nuestras expediciones al Ecuador, preparadas meticulosamente por nuestro padre, servían para acicatear nuestra imaginación de niños: una res vagando solitaria por esos campos se multiplicaba hasta ser un millar; una choza retorcida se transmutaba en un magnífico castillo medieval; y un jinete solitario, montado en un jamelgo, en un avispado comisario impartiendo justicia. A lo lejos, pasando el río Macará, divisábamos El Tamarindo, donde los tíos nos esperaban con suculentos bocadillos. Dos años antes de la partida de “Mecho”, regresamos a Macará invitados por Pedro Quito, Presidente Municipal, a develar una fotografía del tío Segundo Borrero Riofrío, quien fuera Presidente Municipal el año 1938. En la ceremonia Víctor fue invitado a tomar la palabra. Habló con serenidad y con palabras asertivas logró, milagrosamente, desterrar esa desconfianza que, por razones infundadas, alteran nuestra convivencia vecinal. Regresamos a Sullana al anochecer. Víctor entró en sopor y ladeó la cabeza hacia el lado izquierdo. En medio de la oscuridad que nos iba cayendo, lo vi perfilado y lo acaricié con los dedos del alma. Mi hermano ya mostraba signos de fatiga.

Desde esa vez, atento a los hechos, me habitué a los viajes: cada tres o cuatro meses estaba junto a él, sentado bajo la parra de la vieja casa familiar, analizando centímetro por centímetro cada uno de sus misteriosos rincones. Por ese lado – me dijo señalando un rincón del patio- hay tres agujeros sin fondo, y de cada agujero salen ruidos diferentes: en el primero como el de niños balbuceando; en el segundo, como el de niños correteando; en el tercero, como el de adultos en trance hacia la muerte. ¿Cuál de los tres agujeros es más conveniente para un cuerpo cansado? Me fue imposible responder. Me quedé callado y nuevamente, al voltear, me encontré con su perfil cada vez mejor tallado.

Un martes 25 de noviembre del 2008 llegué a Piura. Mi hermano Humberto me esperaba en el terminal terrestre. Con el alma a cuestas y con el corazón destrozado, di un paso adelante y le dije: Falleció bordeando la una de la mañana. Extrañado, me preguntó: ¿Cómo lo sabes? Le respondí: Porque a esa hora se sentó junto a mí y me rogó que le recitara uno de mis poemas:

¿Dónde vives?

En el borde del desierto, contesté

¿Te crees Jesucristo, entonces?

¡No, sólo soy un simple hombre!

¿Y qué es lo que pretendes encontrar?

Una tinaja y una piedra de destilar

¿Y eso?

¡Ahí nos encontraremos mis padres y mis hermanos!

¡Pero, qué locura!

¡No es el renacer!

Mi hermano Humberto, aún guarda la hoja en la que esa madrugada escribí ese pequeño poema que más tarde titularía “El Desierto”. En el año 2009 fue incluido en mi obra Alma del Norte.

Eduardo Borrero Vargas


lunes, 13 de septiembre de 2021

Poema “Un mundo para Celeste”

María Celeste al alba jugaba mundo al revés
el tejo relleno de luna llena lo lanzaba al diez
y de ahí bajaba la escalera al tejo empujando
cantando del nueve al siete y al uno ya llegó.
 
Los amigos de María Celeste atentos al tejo
de lejos miraban sin interrumpir desde luego
su diario rito del nueve al siete y al uno llegó
añadiendo si no una pequeña no verá el cielo.
 
María Celeste con aires de burla y de encanto
permite que la miren y alegre sigue cantando
desde su escala tensada que cuelga del cielo.
 
Afirman que su juego al arco iris la ha llevado
dónde con cientos de niños juega sin apremio
el sube y baja, del nueve al seis y al uno llegó.

Poema “Un mundo para Celeste”
Libro “Caja de sueños” (Pág. 9) 
Eduardo Borrero Vargas 

martes, 7 de septiembre de 2021

Prólogo de cuentos urbanos de la obra literaria “Marlon y su vida de perros”.

 Literatura alucinante y apasionante la de Eduardo Borrero Vargas.

Podrán decirse muchas cosas y, de hecho, se dicen, pero yo creo0 que –básicamente- la literatura tiene un propósito: generar, digamos, una respuesta estética en el lector. Y, así, cuando comenzamos a (o terminamos de) leer un cuento, un poema, una novela, diremos: “¡Qué lindo!” o “¡Qué sublime!” o “¡Qué horrible!” o, quién sabe, “¡Qué sublime!”; o nos quedaremos estupefactos, o sentiremos paz interior o acaso nos invada un sentimiento de dolor o de indignación por las cosas que encontremos dichas en el texto leído. Porque, como sabemos, cuando se habla de la estética no se alude únicamente a las cosas bellas. Pero, claro, es posible que el propósito del escritor no sea siempre ese, que sea –por ejemplo-  hacer que su obra sea un testimonio (como creyó haberlo logrado Arguedas con su novela “Todas las sangres”: “Si no es un testimonio, entonces yo he vivido por gusto, he vivido en vano, o no he vivido. ¡No! Yo he mostrado lo que he vivido…”). Es que no existe –hay que saberlo- norma, ley o precepto, de ninguna índole, que disponga o mande al respecto. Nada ni nadie tiene autoridad para decirle al escritor: “Tu literatura tiene que ser para esto o para lo otro”. La libertad se impone en este terreno. Y esto –estoy convencido- lo sabe Eduardo Borrero Vargas, autor del libro que aquí se presenta. Por ello es que cada una de sus producciones literarias tiene una particular característica o cualidad. Hace algún tiempo comenté un libro suyo (“Del misterio y otros abismos”) y dije que los textos de minificción que lo conformaban eran desconcertantes y que, en cierto modo, tenían alguna familiaridad con lo que es la característica del teatro Ionesco: el absurdo. Eso, el desconcierto y el absurdo, creo que podemos encontrarlo aquí también aquí. Cada escritor –lo he insinuado ya­- tiene un propósito al escribir un texto; creo que el de Borrero ha sido este: dejarnos estupefactos, y lo ha logrado creando personajes cuyas personalidades, paradójicamente, son tan comunes y “normales” y al mismo tiempo contrahechas y caricaturescas, como, por ejemplo, Ángel Donis (protagonista del primer texto), jefe de una banda delincuencial que ingresa en la política con “su oratoria alucinante” y  -¡cómo no!- cuenta con “consejeros malhechores”, y se dispone a “empapelar todo el país” con su propaganda ocasionando “atoro de desagües” u suciedad en los ríos y el mar; hijo de padres que no fueron realmente sus padres, y que, convertido en millonario, en 2mérito” a sus actividades fuera de la ley, se perfila, con muchas posibilidades, como un futuro ocupante del sillón presidencial. Personajes, como él, a quienes podemos, tal vez, identificar con los que –en la vida diaria- ya conocemos (en la política, en los centros de trabajo, en la cultura, etc.). Diría que es el absurdo –ya “normalizado” e imperante en nuestra realidad- lo que ha llamado la atención de Borrero, incitándolo a ofrecernos, en este libro, más que cuentos o relatos complacientes, una suerte de retrato descarnado t sarcástico de una realidad que, viéndola bien, es realmente dramática. Aquí no hay un Gregorio Samsa convertido, de la noche a la mañana, en un monstruoso insecto, sino, más bien, insectos convertidos en unos Gregorios Samsa con apariencias engañosas. ¿No es eso, acaso, lo que vemos en la política? Yo creo que sí. Repito, el absurdo “normalizado” (o “legitimado”). Personajes, también, como el que da título al volumen, Marlon (“…y su vida de perros”): gente que cree que para ser escritor hay que recurrir como condición- al “malditismo”, a la “marginalidad”, sin saber que, así, lo más seguro es la conquista infeliz de la frustración y el ridículo (en otras palabras: una “vida de perros”). Eduardo Borrero Vargas nos tiene acostumbrados a lo desacostumbrado, pues: cada obra suya nos trae una desconcertante y feliz sorpresa: ficción de largo aliento (novela), minificción, poesía, cuento, y esta vez… bueno, esta vez un género que tiene mucho de relato, pero al que yo me atrevería a calificarlo como apuntes o anotaciones acerca de lo que serían algo así como objetos grotescos de estudio en una sociedad que está “patas arriba”. Escritura, la de Eduardo Borrero, alucinante y apasionante. Y –repito- para quedarnos estupefactos- ¡Léanla!

Bernardo Rafael Álvarez


Carátula de la obra de Eduardo Borrero Vargas
"Marlon y su vida de perros" Cuentos urbanos