El hombre, desde que tuvo
conciencia de ser pensante, se vio en la necesidad de comunicar sus estados de
ánimo a su comunidad a través de la poesía y otras muchísimas expresiones
culturales que el hombre realiza en su desarrollo diario, como una suerte de
mantener un equilibrio cognoscitivo social. A partir de este razonamiento, la
poesía es uno de los tantos medios de expresión por el cual podemos dar a
conocer nuestros complicados caminos internos y aparejarlos en armonía con el
medio externo en el que vivimos. Allí hay otros seres humanos en procesos de
comunicación, de adaptación a la naturaleza que nos rodea y sobre todo al mundo
difuso que no vemos, pero intuimos que ahí está, como una piedra colgada al
cuello. Todo eso nos hace recordar que somos seres controversiales: a veces tan
dulces y a veces tan crueles, hasta el punto de crear cofradías para erigirnos
en quienes somos, más crueles para destruirnos. En estas cofradías, las
expresiones de esta índole están al orden del día: ¡Métanle una zancadilla a
ese que maneja la poesía con altura!
Es así, entonces, que descubrimos
que detrás de cada poema creado o escrito en una obra literaria, hay un ser
humano. Por eso es que sostengo, a cada momento, que esos versos o poemas, digámoslo
con solvencia, son en pocas palabras poemas humanos o gritos humanos, si lo
queremos definir de una manera acertada. Estos poemas o gritos humanos, que
encontramos en autores importantes nacidos en Inglaterra, Francia, Alemania, en
los Países Bajos, Rusia, África, Asia -y en tantos otros países que tomaría
varias páginas el nombrarlos- expresan sus sentimientos en poemas de amor,
angustia, pasión, tragedias, vigencias, posturas sociales y todas las caretas
que el ser humano irá transformando o acomodando a sus desastrosos estados de
ánimo. Aquel que diga o trate de insinuar que hay poesía quechua, aymara,
francesa, inglesa -y en cualquier otro idioma- está estafándose a sí mismo. ¿O
acaso ellos en su conjunto no sufren de ausencias?, de preguntas sin respuestas,
¿de su “obsolescencia programada”?, ¿Dios existe o no existe?, ¿por qué siendo
seres monocelulares nos convertimos en multicelulares?, ¿hay vida después de la
muerte? y el etc., al infinito. ¡Solo la metafísica nos salvará, dirán! Pero es
necesario tener en cuenta que la metafísica es especulativa.
Entonces, concluiremos que el ser
humano deberá resolver sus diferencias pisando tierra. Sitio donde viviremos
prisioneros y en el que buscaremos nuestro equilibrio emocional a través de las
manifestaciones artísticas, entre ellas, creando poesía.
JUGANDO
CON LOS REVESES
Últimamente, se me ha dado por andar
cambiando de nombres a las cosas: