jueves, 14 de abril de 2022

Un día llamado Jueves Santo

Florentino Azambuja, nacido en Sullana, había firmado un compromiso con un desconocido, en una noche sumada a ingentes noches que se habían cruzado justo en ese segundo en que tuvo la idea de ahorrar unas cuantas leguas de camino. ¡Después de otra suma de siglos, sigue envuelto en esas divagaciones! ¿Qué fuerzas extrañas lo empujaron a firmar un acuerdo tan nefasto para su sobrevivencia? ¿Por qué lo hizo? ¿Por ahorrar energías mentales? ¿Su muerte? ¿Su vida? ¿O jugar a la eternidad? Lo relevante es que cada “Jueves Santo”, en el monte elegido, se reunía, según lo pactado, con otras personas de rostros ahuecados, sumando con él doce personas.

Con ellas se acomodaba alrededor de una piedra plana y comían de un cordero que les iba ofreciendo partes magras de otros corderos que balaban en sintonía con el silencio. Poco a poco, las once figuras grotescas iban retrocediendo, hasta confundirse en las noches de las noches sepultadas.

Florentino Azambuja, al despertar por las mañanas siente cosquilleos en las manos y en los pies, a lo cual él no da importancia. Ahora sabe con certidumbre que estará envuelto en esas sensaciones, hasta que el mundo decida reescribir su historia.

Eduardo Borrero Vargas
“Cuentos Parabólicos – la mirada del terror” (Pág. 33)