lunes, 26 de abril de 2021

El mundo es de los niños... De halcones y de palomas

 Saldando Cuentas

Melquiades era consciente de que, al tener a Caín y Abel dentro de su cuerpo, alguna noche, mientras durmiese, el segundo mataría al primero; saldando de esta manera, una deuda que traspasaba las puertas del tiempo. Por fin se libraría de Caín, aquel que lo había hecho prisionero de su maldad.

Del libro “Misterio y otros abismos” (Pag. 41)

Por el año 2015, publiqué un libro de relatos breves titulado “Del misterio y otros abismos”. En él hago un recorrido metafísico del ser humano tratando de darse explicaciones de su propia existencia, en un mundo donde el tiempo implacable lo va empujando irremediablemente a la muerte. Lucha, entonces, contra lo que él en su locura extrema llama la maldición de un Dios invisible, de ese “Ojo” que todo lo ve. Y se siente apabullado por esa fuerza inconmensurable, a la que por ratos le teme y por ratos reta con acciones deplorables como la guerra que desata alrededor del mundo, según su mente deformada, para regular la población mundial y la riqueza. Y salen de sus guaridas llamadas naciones a matar con sus hordas salvajes -a mansalva y con armas sofisticadas de última generación- a cualquiera que se oponga a sus apetitos de conquista o expansión geopolítica. El dominio militar del hombre por el hombre es su bandera, no hay nada que los detenga, su desesperación por avanzar raya con la locura y no se contentan con la conquista de kilómetros cuadrados, sino que el dominio debe ser total, ayudándose con teorías y tecnologías nuevas, para crear confusión y sumirnos en mares de aparentes espejismos de felicidad.

Mientras tanto, las palomas blancas con sus ramas de olivo vuelan como contrapeso a esos humanos descastados, vestidos de grises, que viajan en avión a conciliábulos, con sus bolsillos repletos de bombas atómicas para tratar temas sobre la paz mundial. Las palomas de la paz no están invitadas a estos eventos, pero ocasionan ardores vergonzosos en estos clubes apocalípticos. Tan es así que cazadores dotados de fusiles milimétricos van tras ellas y no logran derribarlas, por más que las ametrallen con la saña acumulada desde que el mundo fue creado. Loa a estas palomas blancas que luchan por salvar al mundo y dotarlo de una mística celestial, en la cual la vida pueda seguir su curso natural y los desplazamientos humanos no sean forzados sino más bien una forma natural de pasar fronteras, para gozar del mundo a sus anchas.

No agotemos los esfuerzos y construyamos rutas seguras para alcanzar ese mundo de paz que tenemos al alcance de la mano y que dejamos escapar por egoísmos demoniacos.

Eduardo Borrero Vargas
Lima, domingo 05 de mayo del 2019
Derechos reservados.

sábado, 24 de abril de 2021

Y la historia se repite… el hombre araña

Los enemigos del Hombre Araña se apoderaron de la ciudad de los rascacielos y lo expulsaron a una minúscula ciudad más allá del río Bravo. Desconcertado y con sus poderes disminuidos siguió bajando hacia el sur. Los pobladores de los pueblos por los que va cruzando se burlaban de él por su apariencia desteñida y por su raído traje emblemático. En uno de esos pueblos vio unos letreros luminosos que anunciaban el estreno de una película del Hombre Araña. Entró a la sala de cine cuando las luces ya estaban apagadas, al verse saltando con sus poderosas hilos de araña más fuertes que cualquier cuerda de nylon de alta tensión, de edificio en edificio, sus emociones lo traicionaron y grito: ¡Ese que está en la pantalla soy yo!

El público asistente al verlo parado cerca de la pantalla, con su uniforme hecho pedazos y su evidente desnutrición, no hizo más que estallar en una rotunda carcajada. El Hombre Araña huyó amparado en la oscuridad. Persistente, bajó cada vez más al sur, hasta que sin saber por qué llegó a un pueblo diminuto pegado a un río famoso llamado Chira. En ese pueblo, en el que todas las casas se reducían a viviendas de un solo piso, no se sabe quién (aunque se supone que fue el loco que un día quiso ser El Zorro) lo convenció que debajo del pueblo había sótanos con edificios boca abajo. Por fin el Hombre Araña encontró su destino. En esos sótanos sin límites ahora impera la justicia subterránea.

“El hombre araña”
    Eduardo Borrero Vargas
(Pag. 19 y 20)
Libro de cuentos “El Creador de universos”
Derechos reservados. - 

viernes, 23 de abril de 2021

Enigmas

 
Un caminante un día me preguntó

¿Qué es lo que más extrañas?

¡Mi nombre!, le contesté,

¿Y dónde lo perdiste?

En un viejo árbol de naranjo

¿Y por qué tú nombre en un árbol escrito está?

Mi padre ahí con amor lo grabó

¿Y no encuentras el viejo naranjo?

¡No, por ahora no, la riada se lo llevó!

¿Y si no lo encuentras que harás?

¡Lo encontraré!

¿Por qué estás seguro que lo encontrarás?

¡Porque mi padre junto a él me esperará!

Eduardo Borrero Vargas
Lima, domingo 11 de abril del 2021 
Derechos Reservados.
Poemario “Alma del Norte”

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miércoles, 21 de abril de 2021

TINGA-AL, el alfarero (Leyenda Tallán)

…No hubo palabras sobrantes sino las necesarias para que el sacerdote, de vestimenta lujosa y llena de ornamentos, le comunicara lo siguiente: Agradecido deberás estar con mi señor Pushia-Sec, dueño de comarcas situadas más allá de donde nace el gran río Turicarami y de ingentes riquezas, sitio en que hablamos otras lenguas, y de costumbres distintas a las de ustedes. Lunas sobre lunas te hemos venido observando y nuestro Pushia-Sec conocedor de tu arte excelso ha decido ofrecerte a su hermosa hija púber, Leti-Inim, deseada por muchos hijos de cacique en edad casadera. Con ella tu dignidad alcanzará a la de un príncipe y tu oficio de alfarero crecerá hasta alcanzar el universo donde moran los dioses poseedores de todas las artes. A cambio de esta gracia, a mi señor cacique le deberás ofrendar diez tinajas de barro –le enseñó las dos manos abiertas- del tamaño suficiente para que en ella se acomoden diez escogidos por mi señor, que lo acompañarán a un viaje largo que deberá emprender pronto. En diez veces lunares, en una noche oscura como ésta, estaremos de vuelta. Esa noche te llevaremos en una litera espaciosa y tus ojos no acostumbrados a la oscuridad de las noches no te permitirán ver los alrededores. No lo tomes a mal son nuestras costumbres, conocemos a la perfección cuales son las noches favorables que nos permiten acortar espacios y desplazarnos a puntos alejados con la velocidad del rayo lo que a otros le demandarían años solares. Sin más que añadir me despido y cumple con el compromiso. Sé que eres un joven de palabra. 

Tinga-Al estupefacto repasó detenidamente el compromiso adquirido y supo a partir de ese instante que el presentimiento que lo había estado persiguiendo estaba por convertirse en una realidad. Rediseñó los hornos y sus manos asombrosas le fueron dando forma a las vasijas calculando con exactitud el volumen correcto para albergar cómodamente personas, mudas de ropa, alimentos y chicha de jora para un largo viaje. A medida que iba involucrándose en su labor, dejó de pensar en esos viajes engorrosos ofrecidos y su mente fue ocupada por cientos de fórmulas complejas que le permitirían alcanzar el ideal de las mezclas de las arcillas, el grosor de las paredes, el peso y sobre todo que su cocido sea parejo, para que a lo largo del recorrido no se resquebrajen.

En ese intenso trajinar, el joven alfarero, olvidó por completo que él era parte de ese pacto. Cercano al décimo mes lunar, en que la comitiva regresaría por el encargo, Tinga-Al como picado por una avispa despertó y tomó conciencia de lo que tendría que dejar atrás. Pensó en escaparse, pero su padre Tipac-Ñan le había enseñado el valor de la palabra empeñada. Contempló la explanada en la que cuidadosamente había acomodado en hilera las diez vasijas. La verdad –se reafirmó- son la expresión genuina de mi arte, nadie podrá discutir mi autoría. Tomando aliento varias veces se distendió y sin esforzarse demasiado se sumió en el silencio que precede a lo indescifrable.

Esa noche Tinga-Al, durmió profundo, como si nunca hubiese dormido y sus alargadas vigilias se tomaron la revancha y lo sujetaron en sus aposentos: sin movimiento, estático, amarrado con ropaje de recién nacido en el que solo sus ojos podían girar en todas las direcciones. Quiso gritar y de sus gritos solo hervían gemidos tan espantosos que él mismo se negaba a creer que salían de su propia boca. En ese estado no logró contabilizar la cantidad de noches y días que habían pasado antes de despertarse.

Sabía que no había probado bocado alguno sin embargo se sentía pletórico de fuerzas. Al cargar una nueva medianoche otra vez se repitió el fenómeno: la claridad de la luna llena fue invadida por la oscuridad, y el mismo mensajero con su comitiva se acercaron y Tinga-Al fue levantado en vilo y acomodado en una litera lujosamente decorada, emprendieron camino con tal habilidad que el joven alfarero no sintió los desniveles que él imaginaba iban ser abruptos. Muy de cerca a sus oídos, le llegaba el rumor de la torrentada del río Turicarami y una que otra voz de mando quebrando la horizontalidad del silencio. Y en medio de esa monotonía no pudo modular melodías y le incomodó sobre manera que su madre lo haya dejado tan criatura y que su padre no lo haya inducido ni siquiera a tatarear canciones de cuna que tanto le hacían falta en estos momentos de incertidumbre. Y ni siquiera el ave negra, conocedora de las penumbras, lo acompañaba con sus yaiau…yaiau…yaiau, dolorosos.

De pronto, sin saber de qué lado provenían, le asaltaron visiones como si le hubieran dado de beber un brebaje y alucinó que su viaje sería tan largo pero tan largo que alcanzaría la eternidad y su corazón se aceleró y sintió en su pecho: pum…que en la vasija que lo precedía conocería a la doncella Leti-Inim; pum…que no cruzarían palabra; pum…que solo la tomaría de la mano; pum…que la de color rojizo sería la vasija funeraria del cacique de caciques Pushia-Sec, de su séquito de lloronas, de sus guerreros escogidos y de sus sumos sacerdotes; pum… que en la vasija de finísima confección irían la esposa, hijos e hijas; pum… y que el resto de las vasijas estarían destinadas para los vasallos y familiares de menor categoría; pum… lloró ríos lágrimas al recordar que el fuego sagrado tan apreciado por su padre se iría extinguiendo hasta desaparecer y sus cerros de arcilla negruzca se desplomarían hacía el fondo de la tierra; pum…que las aves yaiau volarían de comarca en comarca anunciando sus desgracias; pum…que su linaje quedaría desbastado; pum…que las diez vasijas quedarían enterradas bajo tierra fofa y salitrosa; pum…que no quedarían testigos porque a la realeza no les gustaba que sus tumbas sean profanadas; pum…que sentiría su boca dando bocanadas; pum…que sus pulmones reventarían por falta de aire; pum…que soltaría la mano Leti-Inim; pum…que escucharía el último latido de corazón; pum…que luego vendría el silencio que él ya no escucharía…; y, pum…quizá volvería a ver el rostro de su madre.

Eduardo Borrero Vargas
Lima, lunes 05 de abril del 2021
Derechos reservados.

domingo, 18 de abril de 2021

Celebración del sueño y la palabra

 Prólogo de Jorge Castillo Fan
Libro: Bosques Secos II de Eduardo Borrero Vargas

Extraños y paradigmáticos son los casos en que el Arte despliega su inconfundible fulgor por el torrente sanguíneo de dos parientes. En nuestra patria, mi memoria sólo aprehende a los Palma, los Peralta, los Peña Barrenechea, los Valcárcel, los Chávez y los Silva Santisteban. Y en Piura, sólo a los Velásquez, los Arrese, los Rebolledo, y a los Ipanaqué (Ripagal y Riggesus). Pero, para goce de quienes creen que no hay quinto malo, a estos apellidos lustrosos viene a sumarse el de los Borrero Vargas: Víctor Nemesio y Eduardo Agustín.

Eduardo -a diferencia de Víctor, que ya hace veinte años acentuóse en la Literatura Peruana como narrador consumado, resulta ser todo un descubrimiento en el epílogo de esta década: vital pero clandestino, ocupaba -silencioso y sin premuras- el fondo de la placenta.

Víctor había sostenido alguna vez que "la única moral válida es obedecer a nuestros propios impulsos espirituales". Y la escritura de Eduardo no viene a ser sino una correspondencia fidedigna dentro de estas coordenadas: prosa y verso discurren como un testimonio diáfano de evocaciones, añoranzas, de sueños y ensueños, del revelarse y rebelarse, de las convicciones con visiones, de lo etéreo y lo deletéreo, del azar y del azahar...

Utilizando el recurso de la puesta en abismo o relato enmarcado, Borrero nos presenta personajes que corresponden a dimensiones distintas -mas no distantes- cuyo cordón dialógico medular es el recuerdo, a través del cual abrazan un sentido de permanencia; contagiando con esta impronta hasta los objetos, los mismos que cobran vida y se desenvuelven gravitando entre dos atmósferas: el suprarrealismo y el surrealismo.

Una evidente fijación por el tesoro de la infancia -tal como ocurre en su poesía- sostiene el hilo discursivo de su narrativa: es que a veces deseo volver a ser niño.

Sustraído, precisamente, al estadio de la infancia -ése que constituye el umbral del reino de los cielos- su confesión es transparente, ahora desde la construcción del verso:

…Sueño en mi sueño

que escribo

Sueño en mi sueño

que soy niño...

(SUEÑO)

Y se nace, entonces, bajo el pacto con el verbo:

…El nacer es apalabrar en el silencio...

(EL VIEJO ARRIERO ENGAÑADO)

Luego, el desborde de este mundo fascinante es ineluctable:

…Como un niño jugando

abrazado de meandros

de ríos invisibles...

(NOSTALGIAS)

Tantas veces he querido subir

a jugar con el sol

como pájaro encantado

de alas transparentes...

(JUGANDO CON EL SOL)

Asombro, osadía, intento, invención y develamiento signan el universo de la infancia. A tramos, la palabra -esa extraña y mágica energía- traduce la desnudez de sus intentos, sus gérmenes del decir literario, llegando a crear versos que alcanzan un perfil estético de significativo calibre:

Sólo soy una sombra que vaga

alrededor de una laguna vacía

en la que no se refleja la luna...

(ORFANDAD)

Además, esta aventura sírvele como escenario para la declaración de sus principios altruistas:

Mi vida la he partido en pedazos

para repartirla de mano en mano

y asegurarme de que soy de todos.

(HUMILDAD)

...

Deseo tener poderes mágicos

y rociar maná de lo más alto...

(DESOLACION)

Pero es en la transpiración de la osadía donde Eduardo Borrero cuaja su mejor expresión poética, invención que se sostiene en argumentos certeros, pues toda experimentación con el lenguaje debe establecer una relación simbiótica entre fondo y forma, en cuanto a que la proeza lograda a nivel de ésta no vaya en desmedro de aquél, es decir, lo que se dice y cómo se dice configuren una coherencia estética.

Es una lástima que, en algún momento desafortunado de su itinerario como creador, Octavio Paz se halla desperdiciado en sus palíndromos, que no son más que muecas de malabarista para ser insertadas en la crónica de las invenciones abortivas.

Eduardo Borrero ha sabido huir de las experimentaciones banales y desabridas, presentándonos una fusión de ludismo y resonancia dentro de una compacta unidad discursiva:

Mi infatigable caballo moro

oro su montura viajera reluce

luce por los caminos de la frontera

era conocido por su trote diligente

gente de la quebrada de Pichones rejura

jura que su esbelta figura mantiene

tiene lo que muchos otros envidiarían

rían los envidiosos que mi caballo de trabajo

bajo la piel mora esconde un tesoro

oro que muchos de ellos morirían

rían que bajo su piel hallarán yerbajo bajo.

(DE CABALLOS MOROS)

De esta forma -y con demostrada fortuna- festeja y se decanta por el poetizar experimental de Quevedo, Fray Luis de León, Lope de Vega o Rubén Darío en los poemas con eco, siendo estos textos -además- un reconocimiento personal a la obra de esos maestros.

Como una humilde celebración de sus logros, le ofrendo este texto paralelo, del cual Eduardo Borrero y sus cómplices de antaño son los únicos culpables:

Danza en la prístina locura

cura astral estral frente al abismo

ismo que tapia el desencanto

canto en que renacerás de tu ceniza

iza por tanto tu palabra

labra la eternidad

que nos ensueña: ¡sueña!

Jorge Castillo Fan

Diciembre 2010


sábado, 17 de abril de 2021

¡Firmes y felices por la unión!

Eleuterio Coronel, esquivando el ¡0h! de admiración, siguió con su perorata y tuvo la sensación de que los nietos se habían quintuplicado, aunque esto último no lo tomó muy en cuenta, ya que su visión, desde no sabía cuándo, se le había quebrantado al extremo de ya no ver figuras sino secuencias de figuras, que llenaban auditorios sin fondo. Los aplausos de los niños múltiples le llenaron el ego patriótico hasta el punto que un domingo, día de sus disertaciones, sacó a relucir sus condecoraciones, que no eran pocas, sino que ocupaban un cofre de regular tamaño. Y tampoco se atrevía a prendérselas en el pecho, por temor a que su peso lo incline hacia adelante y de esa forma le haga perder su figura ya enclenque, pero aún marcial. 

Lo extraordinario de este caso, es que la historia de Eleuterio Coronel se ha replicado en todos los pueblos del Perú, y hasta se pelean el origen de Eleuterio Coronel. Es así que cada 28 de julio, se ve batallones de niños vistiendo de rojo y blanco, comandados por un viejito vozarrón, marcándole el paso, uniformado con su uniforme de gala raído y doblado por el peso de las innumerables condecoraciones recibidas en cuanta batalla tuvo que acudir, para defender la patria. Él, según dicen las personas que lo han escuchado y lo han visto permanece activo y al tanto de las novedades para saltar como un resorte viviente, a donde lo requieran.

¡Eleuterio Coronel personifica la nación! ¡Firmes y felices por la unión! Se les escucha cantar a los niños patriotas vestidos de rojo y blanco al pasar por la tribuna de honor embanderada con banderitas, rojas y blancas que flotan en el aire, como si fueran palomitas aplaudiendo con sus alas al paso redoblado de los niños héroes que van al campo, donde se disfruta de la paz eterna con el mundo que nos rodea.

Eduardo Borrero Vargas – Lima, martes 28 de julio del 2020
Derechos reservados. -
 

domingo, 11 de abril de 2021

Raíces ancestrales de los Borrero Vargas

 Familia Eduardo Borrero Vargas / Ilde Rojas Lombardi

Agustín Borrero y Victoria Vargas
padres de Eduardo

Juan Borrero, nacido el 19 de junio 1677 en Alosno, partido judicial de Valverde del Camino, Huelva, España, Alcalde Ordinario de primer voto (tres veces) y Regidor del Cabildo de Alosno; sujeto de los más condecorados y respetables de aquel lugar. Estuvo casado con doña María García, de cuyo matrimonio nació su hijo llamado Antonio de Padua Borrero.

Antonio de Padua Borrero, nacido el 22 de marzo 1707, en Alosno, fue casado con Ignacia Ramírez. De este matrimonio nació Pedro Borrero y Ramírez quien se radicó posteriormente en Popayán con sus cuatro hermanos: Manuel de Jesús, José Sebastián, Antonio y Juan, previa licencia concedida por la Real Audiencia de la Contratación de Indias en 1763, cuando ese territorio fue parte del Reino de Nueva Granada, ocupando altos puestos en aquel Virreinato. Sus descendientes sirvieron a sus nuevas patrias en los más altos cargos e importantes funciones del Estado.

Pedro Borrero y Ramírez, nacido el 23 de julio 1736, en Alosno. Se desempeñó como Fiel de la Casa de la Moneda y Alcalde Ordinario del Cabildo en Popayán. “Se casó en segundas nupcias, con doña Micaela Baca y Guymendi, descendiente por línea recta de don Sebastián de Benalcazar, conquistador de Quito y Popayán, y de don Iñigo Arista, Rey de Navarra”. Tuvo 7 hijos, dos mujeres de las que se genera la descendencia en Colombia (Los Pastrana Borrero, por ejemplo), y cinco varones, tres de los cuales decidieron venir al Ecuador: José María, Pedro Marcos y Juan Agustín. Los dos primeros se radicaron en Cuenca de donde surge la vasta descendencia en esa ciudad: y, el tercero, Juan Agustín, en Loja.

Matrimonio Eduardo Borrero
e Ilde Rojas

Juan Agustín Borrero y Baca, mayordomo del Real Hospital (1806), Procurador del Cabildo (1820) y miembro del Concejo Municipal de Loja (1840), se casó con María Antonia Riofrío y Valdivieso, nacida en 1786, hija de Francisco Torcuato Riofrío y Rosa María Valdivieso, hermana del tercer arzobispo de Quito. De este matrimonio nacieron los siguientes hijos: Segundo Francisco Borrero Riofrío, casado con Mercedes Palacio Carrión; Manuel Cayetano Borrero Riofrío, casado con María Félix Riofrío Riofrío; Francisca Borrero Riofrío, casada con su tío Javier Riofrío Valdivieso; y, Tomás Borrero Riofrio, casado con Rosa Andrea Riofrío Riofrío.

En la vasta obra “La Polémica Sangre de los Riofrío” (Tomo II, 2007, Quito, pag. 168) de la inteligente y prestigiosa genealogista e investigadora, Marcia Stacey, se consigna lo siguiente: “Don Juan Agustín vino a Loja para establecer el negocio de compra y exportación de cascarilla (quina), producto muy remunerado en aquella época. Se la recogía desde las montañas de Cajanuma en el sector de Uritusinga en la actual provincia de Loja y se lo remitía hasta la hac. “El Tablón de Oña”, donde se juntaba con la cascarilla que se cogía en Yunguilla y se negociaba desde Cuenca. Allí residía su hermano que había venido desde Popayán con el mismo objetivo, es decir el negocio familiar de la cascarilla. Su hermano Don José María Borrero y Baca se estableció definitivamente en Cuenca y él a su vez le enviaba a Quito, a su otro hermano Don Tomás Borrero y Baca, quien negociaba el producto. Los réditos en principio los remitían a Popayán, seguramente con la idea de regresar a vivir allá pero finalmente los tres se quedaron a vivir en las ciudades que habían escogido desde el principio. Don José María es el antecesor del famoso Dr. Manuel María Borrero, considerados las personas más inteligentes de Quito, junto con Gabriel García Moreno y Miguel Riofrío Sánchez (…)

En el ámbito político, Juan Agustín Borrero y Baca fue parte del grupo protagonista del proceso independentista de Loja y uno de los que suscribió el Acta de Independencia.

En la obra citada, Marcia Stacey continúa relatando que “El 18 de noviembre de 1820, día de la proclamación de la Independencia de Loja, los aristócratas lojanos con ideas monárquicas le propusieron ser “Príncipe” con la obligación de regir los destinos de la provincia, pero don Agustín no aceptó. Su casa estuvo junto al Colegio San Bernardo, al lado derecho. Se dice que fue allí que le recibió a Bolívar quien firmó algunos papeles en una mesa enchapada, que guarda la familia Riofrío Suárez, además se mantiene la tradición de que escribió en dicha mesa su supuesto “Delirio sobre el Chimborazo” (…)”

Naturalmente que Juan Agustín Borrero y Baca no aceptó tal propuesta porque era de tendencia progresista y libertaria.

Simón Bolívar llegó a la casa de Juan Agustín porque era una familia conocida por él, ya que sus dos hermanos y su primo fueron diputados en el Primer Congreso General de la República de Colombia realizado en la Villa del Rosario de Cúcuta, el 6 de mayo de 1821, en el que participó Simón Bolívar como Presidente y gestor de esa unidad grancolombiana, y suscribieron la Primera Constitución de la Gran Colombia.

Fernando Jurado Noboa en su obra “Las Noches de los Libertadores”. Volúmen 1, Edición Iadap, al referirse a “Bolívar en Loja”, del jueves 10 a domingo 21 de octubre de 1822, señala que el viernes 18 “… fue sin duda alguna este día en que recibió el suntuoso banquete de la familia Borrero, quien presentó una vajilla de plata tan estupenda que el homenajeado exclamó: -Me han trasladado al Potosí-.

El primer hijo, nuestro bisabuelo común, Segundo Francisco Borrero Riofrío, nacido en mayo de 1806 en Loja, tuvo como hijos a: Modesto, Adolfo Raymundo, María Dolores, José David, Carmen Amalia, Eliseo, Aurora, Zoila, Julio y Filomena Borrero Palacio.

De manera especial hago referencia a dos de dichos hermanos: Modesto Borrero Palacio, nacido en 1839 en Loja, Ecuador, que tuvo como hijo a Juan Agustín Borrero Vivanco, ganadero del sector de Sabiango, Macará, provincia de Loja, Ecuador, casado con doña Luz Victoria Vargas Quevedo, de Piura, Perú, de cuyo matrimonio nacieron Luz Francisca, Oscar Modesto, Antonio, Irma Graciela, Jacinto Humberto, Eduardo Agustín, Magdalena, Víctor y Juan Borrero Vargas; y, Adolfo Raymundo Borrero Palacio, casado con Deifilia Riofrío Samaniego, de cuyo matrimonio nació Isauro Borrero Riofrío, casado con Delia Julia Victoria Espinosa Suárez, de cuyo matrimonio nacieron los hermanos Borrero Espinosa, actualmente residente en Loja, Ecuador.

Efraín Borrero Espinosa
Loja- Ecuador