viernes, 5 de noviembre de 2021

Texto de la PRESENTACIÓN del libro “CUANDO EL CIELO SE TIÑO DE ROJO" de Eduardo Borrero

Presentación

En el año 1502, el pueblo tallán alcanzaba los setenta mil habitantes. Dos grandes conglomerados lo conformaban: Paita y Tumbes. El grupo de Paita abarcaba a los Colanes, los Amotapes, los Pelingarás y los Piuras. Tumbes, siendo un conglomerado más pequeño, incluía los Tumbes, los Mayabilcas y los habitantes de Poechos.

Este pueblo tenía un territorio considerable: por el norte, se extendía hasta los Chibchas (Colombia); por el sur, hasta Olmos (Lambayeque); por el oeste, con los Purunes y Cañaris (Ecuador) y por el este, con la etnia de los Guayacundos (Huancabamba y Ayabaca). El centro más importante estaba Paita. Desde esta ciudad se desarrolló un sistema de gobierno que, con la fuerza de las armas, impuso el idioma oficial llamado “Sec”.

El CIPCA, en el año 1962, publicó “Catac ccaos, origen y evolución histórica de Catacaos”, de don Jacobo Cruz Villegas, un libro muy valioso porque nos proporciona información sobre diferentes aspectos de la cultura tallán: sus mitos y divinidades, sus fortalezas y sus capitales, además de enfocar tópicos como: la comunidad tallán frente a la conquista y la colonia, voces del dialecto tallán y del idioma quechua -que sirven para comunicarse entre los pobladores-, etc. Estas páginas nos muestran la riqueza cultural de este pueblo que probablemente desarrolló más de un ciclo cultural, pues se han encontrado vinculaciones de esta civilización con los mochicas. Y en grado tan estrecho que algunos arqueólogos han denominado tallán-mochica a todo el universo cultural de estos pueblos

Muy poco es lo que se sabe sobre la literatura de los tallanes. Pero estos hombres, inteligentes y cobrizos, seguramente que, como ocurre con los habitantes de todo el grupo humano, también amaron las historias. La literatura, como señala Mario Vargas Llosa en el ensayo “El viaje a la ficción” es una hija tardía de ese quehacer primitivo, inventar y contar historias, que humanizó a la especie, la refinó, convirtió el acto instintivo de la reproducción en fuente de placer y en ceremonia artística -el erotismo- y disparó a los humanos por la ruta de la civilización, una forma sutil y elevada que solo fue posible con la escritura, que aparece en la historia muchos miles de años después de los lenguajes

Pero la literatura es una disciplina muy amplia, pues agrupa a muchos géneros. En esta oportunidad nos vamos a detener en la leyenda, las mismas que se hallan dentro del género narrativo. La leyenda, hasta donde sabemos, es una expresión primitiva que tuvo su origen en la tradición oral, entremezclándose en ella los hechos verdaderos y los fabulosos. Las más antiguas que se conocen provienen de la India. Algunas, como La mesa redonda” y la de “Merlín, el encantador”, parecen provenir de antiguas tradiciones celtas; otras, no son sino historias desfiguradas. Sus fuentes son, frecuentemente, hechos históricos deformados por la tradición. Gran parte de la epopeya era ya conocida en forma de leyenda. Y, además de ser cuna de los cantares de gesta, sirvieron al romancero. Las características de las leyendas nos permiten conocer las costumbres, sentimientos, ideales, actitudes y maneras de entender la vida de una civilización a través del tiempo y el espacio. La leyenda se diferencia del cuento y de la anécdota porque es explicativa y no tiene la complejidad del primero, además de que su motivo esencial es unitario. Su importancia radica en el hecho de documentar la identidad cultural de los pueblos en relación con sus orígenes.

Hemos afirmado que documenta la identidad cultural de nuestros pueblos, entendiendo a esta como un conjunto de valores, tradiciones, símbolos, creencias y modos de comportamiento que funcionan como elemento cohesionador dentro de un grupo social y que fungen como sustrato para que los individuos que lo conforman puedan fundamentar su sentimiento de pertenencia, Por eso me parece importante la publicación de “Cuando el cielo se tiño de rojo y otras leyendas tallanes”, del escritor Eduardo Borrero Vargas, en un momento histórico donde la globalización, como un fantasma, recorre de prisa todos los continentes del planeta. No es que estemos en contra de la globalización –que, obviamente, trae cosas valiosas para los seres humanos- pero es imprescindible que, sin menoscabo de dichos beneficios, los pueblos conserven su identidad cultural para que nuestro mundo siga siendo rico y diverso en expresiones culturales, además de significar una forma de afirmación de su libertad.

El libro de Eduardo Borrero Vargas tiene como protagonistas principales a un miembro del Consejo de Ancianos de los tallanes, y a las divinidades del pueblo: Macacará Sec -dios del principio y del final-, Huangalá Sec -dios de los registros y acontecimientos-, Vichayal Sec -dios de la austeridad y sacrificio, etc. Las primeras cuatro leyendas nos ilustran como surgió el pueblo tallán: La vida se inició en el centro abismal de la profundidad de la bóveda negra por donde las estrellas y los luceros aminoran su intensidad y, mucho más atrás, casi rozando la espalda de la línea sospechosa por donde el sol se torna asustadizo y temeroso… (“Orígenes tallanes”). Pero también nos cuenta cómo se produjo “El gran diluvio tallán”, aquel que duró tres veces siete; “De duendes y fantasmas”, en donde nos habla de la entrada al inframundo (agujero sin fondo); “De curanderos y del ceibo de los cerrojos”, para referirse a los curanderos mayores o brujos, que son los sumos sacerdotes (guardianes de las huacas).

A partir de la quinta leyenda, “Cuando el cielo se tiño de rojo”, el escritor nos introduce en una nueva etapa de este pueblo, producida con la llegada de los españoles: Pisotearon nuestro honor; que es lo más preciado que tiene el hombre. Redujeron a cenizas nuestros enseres. Nuestros hogares desaparecieron. Perdimos las tierras y a nuestros dioses, creadores de la ley y el orden, los desterraron al valle de los olvidos, nos quitaron la lengua materna. De ser dueños de las comarcas, pasamos a ser simples vasallos…

Siguen las leyendas “El dios Tallán que se convirtió en lechuza”. “De capullanas y matriarcados”, “De evangelizaciones y cambios de nombre”, “El lagarto de oro”, “De lengua y cronistas”, “El envés del pueblo tallán” y “De centenarios y algo más”. En todas estas leyendas, el escritor Eduardo Borrero Borrero, indignado por la actitud de los conquistadores hispanos, les increpa cómo, en nombre de su dios, saquearon, quemaron, violaron y casi destruyeron la cultura Tallán; sin embargo, esta persiste hasta nuestros días -vivita y coleando- dándole vida a los diferentes asentamientos humanos de Piura, u aún se siguen utilizando vocablos Sec, así como del quechua: barbacoa (cáma de varas lisas suspendidas sobre cuatro puntales de algarrobo descortezado), cancha (maíz tostado), callana (trozo de olla usada para tapar recipientes), chamiza (ramajes delgados y secos desprendidos de los algarrobos), chicha (bebida fermentada de maíz colorado, famosa en Catacaos), chucaque (cólico estomacal de origen psíquico que se cura con rezos), churuco (recipiente vegetal grande, seco y hueco, que sirve de baúl), entre otros.

Con un estilo sobrio, sencillo pero elegante, ajeno a los retorcimientos sintácticos, Eduardo Borrero Vargas, como un dios tallán, nos introduce al mundo inédito de la literatura tallanca para recordarnos nuestras raíces, además de inducirnos a la reflexión sobre nuestro pasado como lección histórica. Y, como no podría ser de otro modo, para disfrutar con estas magníficas leyendas.

Wilmer Rojas Bustamante


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