lunes, 26 de abril de 2021

El mundo es de los niños... De halcones y de palomas

 Saldando Cuentas

Melquiades era consciente de que, al tener a Caín y Abel dentro de su cuerpo, alguna noche, mientras durmiese, el segundo mataría al primero; saldando de esta manera, una deuda que traspasaba las puertas del tiempo. Por fin se libraría de Caín, aquel que lo había hecho prisionero de su maldad.

Del libro “Misterio y otros abismos” (Pag. 41)

Por el año 2015, publiqué un libro de relatos breves titulado “Del misterio y otros abismos”. En él hago un recorrido metafísico del ser humano tratando de darse explicaciones de su propia existencia, en un mundo donde el tiempo implacable lo va empujando irremediablemente a la muerte. Lucha, entonces, contra lo que él en su locura extrema llama la maldición de un Dios invisible, de ese “Ojo” que todo lo ve. Y se siente apabullado por esa fuerza inconmensurable, a la que por ratos le teme y por ratos reta con acciones deplorables como la guerra que desata alrededor del mundo, según su mente deformada, para regular la población mundial y la riqueza. Y salen de sus guaridas llamadas naciones a matar con sus hordas salvajes -a mansalva y con armas sofisticadas de última generación- a cualquiera que se oponga a sus apetitos de conquista o expansión geopolítica. El dominio militar del hombre por el hombre es su bandera, no hay nada que los detenga, su desesperación por avanzar raya con la locura y no se contentan con la conquista de kilómetros cuadrados, sino que el dominio debe ser total, ayudándose con teorías y tecnologías nuevas, para crear confusión y sumirnos en mares de aparentes espejismos de felicidad.

Mientras tanto, las palomas blancas con sus ramas de olivo vuelan como contrapeso a esos humanos descastados, vestidos de grises, que viajan en avión a conciliábulos, con sus bolsillos repletos de bombas atómicas para tratar temas sobre la paz mundial. Las palomas de la paz no están invitadas a estos eventos, pero ocasionan ardores vergonzosos en estos clubes apocalípticos. Tan es así que cazadores dotados de fusiles milimétricos van tras ellas y no logran derribarlas, por más que las ametrallen con la saña acumulada desde que el mundo fue creado. Loa a estas palomas blancas que luchan por salvar al mundo y dotarlo de una mística celestial, en la cual la vida pueda seguir su curso natural y los desplazamientos humanos no sean forzados sino más bien una forma natural de pasar fronteras, para gozar del mundo a sus anchas.

No agotemos los esfuerzos y construyamos rutas seguras para alcanzar ese mundo de paz que tenemos al alcance de la mano y que dejamos escapar por egoísmos demoniacos.

Eduardo Borrero Vargas
Lima, domingo 05 de mayo del 2019
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