Escribe: Ricardo Musse CarrascoCrítico literario
El
relato se cuenta. El contar con vocablos. Optar por abecedarios, morfologías,
sintaxis y semánticas infinitas. El demiurgo entonces debe delimitar el espacio
ficcional. Pues, las palabras - con sus ilimitadas mezclas y combinaciones - se
resisten a ocupar los linderos de los cuerpos textuales.
El cuentista asume que
debe contar; sin embargo, deben reacomodar- se los relatos de otro modo;
desoyendo la sonoridad convencional del inicio/nudo/desenlace; explorando,
descomponiendo estructuras discursivas; que cada línea (volcada sobre el texto)
se esmere en absorber y no expresar, locuazmente, acciones que -precisamente y
detalladamente- Cuenten; quizás, por eso, los relatos de Eduardo Borrero Vargas
insuflan la sensación de que no se está Contando sino, todo lo contrario, se
está des-Contando, como que todo -manía aberrante- lo cuenta para atrás, con el
sentido invertido del razonamiento escritural; pues, parece que él ha nacido
-como uno de sus atípicos personajes- en sentido inverso, reordenando,
sucesivamente en una secuencia contraria al orden establecido por el canon
discursivo.
La prosa más que narrar,
noticia; esto es, anuncia datos y referencias que, a medida, que se despliegan
denotativamente, van relatando el des-Cuento.
Los des-Cuentos de Eduardo
Borrero Vargas albergan, sarcásticamente, señalamientos éticos: Un Ángel Donis,
con prontuarios criminológicos, en las vísperas de ser Presidente de la
República; Benicio enclaustrado, autómata y, luego, colaborador dentro de una
burocracia deliberadamente deshumanizadora; Matías, el nieto de Celina (álter
ego del Escritor) desviándose de lo que se pondera normal des-Contando
-contando para atrás los números-; un ágrafo bibliotecario alérgico a la
cultura y el martirologio del lector Memo; un germánico herr Floris que
desacata, peligrosamente, el orden y, por ende, confinado en sus caos
psiquiátricos; Marlon Obregón, el aspirante a escritor de cuentos contables
arriba a la Madre Patria para terminar, frustrantemente, cautelando canes; el
proxeneta y beodo Sánchez que huye del reclusorio rodeado de la libertaria
hediondez para metamorfosearse en Burgomaestre; Remigio Malpartida, febril
imaginador de historias abismado en un universo totalmente dislocado; Teodosio,
remolón y adicto a las historietas de Supermán; un cajero (máquina utilitaria)
de supermercado, embrutecido por la rutina y refugiado en el firmamento digital
desatiende el encuentro humanizado de Marixa Orbegoso.
Eduardo Borrero Vargas,
como hacedor textual (novelista, cuentista y aedo) es también un Descontador,
es decir, un contador de cuentos no contables, un Escritor innovador que va
des-Contando mientras nos cuenta el absurdo -ya normalizado e imperante en
nuestra realidad-.
La Perla del Chira, 07 de junio de
2019.