martes, 15 de diciembre de 2020

Literatura alucinante y apasionante la de Eduardo Borrero Vargas

(Prólogo por Bernardo Rafael Álvarez)

Podrán decirse muchas cosas y, de hecho, se dicen, pero yo creo que –básicamente- la literatura tiene un propósito: generar, digamos, una respuesta estética en el lector. Y, así, cuando comenzamos a (o terminamos de) leer un cuento, un poema, una novela, diremos: “¡qué lindo!” o “¡qué horrible!” o, quién sabe, “¡qué sublime!”; o nos quedaremos estupefactos, o sentiremos paz interior o acaso nos invada un sentimiento de dolor o de indignación por las cosas que encontramos dichas en el texto leído. Porque, como sabemos, cuando se habla de estética no se alude únicamente a las cosas bellas.

Pero, claro, es posible que el propósito del escritor no sea siempre ese, que sea –por ejemplo- hacer que su obra sea un testimonio (como creyó haberlo logrado Arguedas con su novela Todas las sangres: “Si no es un testimonio, entonces yo he vivido por gusto, he vivido en vano, o no he vivido. ¡No! Yo he mostrado lo que he vivido…”). Es que no existe –hay que saberlo- norma, ley o precepto, de ninguna índole, que disponga o mande al respecto. Nada ni nadie tiene autoridad para decirle al escritor: “tu literatura tiene que ser para esto o para lo otro”. La libertad se impone en este terreno. Y esto -estoy convencido- lo sabe Eduardo Borrero Vargas, autor del libro que aquí se presenta. 

Por ello es que cada una de sus producciones literarias tiene una particular característica o cualidad. Hace algún tiempo comenté un libro suyo (Del misterio y otros abismos) y dije que los textos de mini ficción que lo conformaban eran desconcertantes y que, en cierto modo, tenían alguna familiaridad con lo que es la característica del teatro de Ionesco: el absurdo. Eso, el desconcierto y el absurdo, creo que podemos encontrarlo también aquí. Cada escritor –lo he insinuado ya- tiene un propósito al escribir un texto; creo que el de Borrero ha sido este: dejarnos estupefactos, y lo ha logrado creando en este libro unos personajes cuyas personalidades, paradójicamente, son tan comunes y “normales” y al mismo tiempo contrahechas y caricaturescas, como, por ejemplo, Ángel Donis (protagonista del primer texto), jefe de una banda delincuencial que ingresa en la política con “su oratoria alucinante” y -¡cómo no!- cuenta con “consejeros malhechores”, y se dispone a “empapelar todo el país” con su propaganda ocasionando “atoro de desagües” y suciedad en los ríos y el mar; hijo de padres que no fueron realmente sus padres, y que, convertido en millonario, en “mérito” a sus actividades fuera de la ley, se perfila, con muchas posibilidades, como un futuro ocupante del sillón presidencial. Personajes, como él, a quienes podemos, tal vez, identificar con los que –en la vida diaria- ya conocemos (en la política, en los centros de trabajo, en la cultura, etc.).

Diría que es el absurdo -ya “normalizado” e imperante en nuestra realidad- lo que ha llamado la atención de Borrero, incitándolo a ofrecernos, en este libro, más que cuentos o relatos complacientes, una suerte de retrato descarnado y sarcástico de una realidad que, viéndola bien, es realmente dramática. Aquí no hay un Gregorio Samsa convertido, de la noche a la mañana, en un monstruoso insecto, sino, más bien, insectos convertidos en unos Gregarios Samsa con apariencias engañosas. ¿No es eso, acaso, lo que vemos en la política? Yo creo que sí. Repito, el absurdo “normalizado” (o “legitimado”). Personajes, también, como el que da título al volumen, Marlon (“…y su vida de perros”): gente que cree que para ser escritor hay que recurrir –como condición- al “malditismo”, a la “marginalidad”, sin saber que, así, lo más seguro es la conquista infeliz de la frustración y el ridículo (en otras palabras: una “vida de perros”).

Eduardo Borrero Vargas nos tiene acostumbrados a lo desacostumbrado, pues: cada obra suya nos trae una desconcertante y feliz sorpresa: ficción de largo aliento (novela), minificción, poesía, cuento, y esta vez… bueno, esta vez un género que tiene mucho de relato, pero al que yo me atrevería a calificarlo como apuntes o anotaciones acerca de lo que serían algo así como objetos grotescos de estudio en una sociedad que está “patas arriba”. Escritura, la de Eduardo Borrero, alucinante y apasionante, y –repito-: para quedarnos estupefactos. Buena literatura. ¡Léanla!

Bernardo Rafael Álvarez

Artículo publicado en la revista El Tallán Informa, edición 133 marzo 2020)

jueves, 10 de diciembre de 2020

Marlon y su vida de perros

Marlon Obregón llegó a España una década atrás, en un vuelo de Iberia. En su desaliñada maleta, adquirida de un cachinero, llevaba solo dos mudas de ropa y papel ajado, para darle una aparente llenura.

El asustado Marlon cuidaba su pasaporte nuevo con tal celo que, en el vuelo de Lima con escalas técnicas en Guayaquil, Miami y San Juan, no lo soltaba ni para ir al baño. Le había costado meses de trabajo y paciencia, levantándose a las seis de la mañana para obtenerlo; y otros meses más haciendo cola en la Embajada de España para que lo sellaran con la visa respectiva. Y no sería un descuido el que lo haría aparecer en manos de los roba pasaportes, advertencia que le habían hecho sus amigos de Surquillo, en la pollada cuyos fondos le permitirían adquirir unos cuantos dólares y sobrevivir un par de semanas en Madrid; porque, ya estando en el lugar, conseguiría por iniciativa propia lo que precisara. 

A partir de ese momento crucial, bajaría al infierno, no al de las llamas eternas sino al de las llamas crujientes, incompatibles con los vacíos estomacales. Pero él, fiel a sus sueños de llegar a ser escritor de cuentos contables, aceptaría con hidalguía este tormento, emulando, según su descalabrada mente, a quienes habían optado por ese camino hasta ser reconocidos como valederos hombres de letras. Tal como le habían aconsejado los amigos limeños, fue un infaltable visitante del parque El Retiro. Allí conoció a la crema y nata de los marginados de los barrios de Lima; no era raro verlo en polladas, parrilladas, cantando huaynos, ayudando a vender baratijas; y como amigo de dibujantes al paso; y de uno en especial, Juaneco, el tetrapléjico que pintaba sobre vidrio, siempre que hubiera quien le ayudara a ponerle el pincel en la boca y los potes de colores a una distancia prudencial.

Viendo que sus pequeños ahorros iban en merma, según pasaban los días, empezó a inquietarse. Y el qué será de mí le comenzó a martillar el cerebro con fiereza inusitada. Como los milagros caen de improviso, sin saber las razones por las que ocurren, a él se le presentaría en la forma de una anciana empeñada en que su pequeño perro de raza imprecisa hiciera sus necesidades corporales al pie de un árbol de la transitada Gran Vía. Presuroso, se acercó a la anciana y le ofreció sus servicios. Parece ser que ese mediodía del caluroso julio madrileño, el animalito, hastiado de los sofocos y de las presiones de su anciana ama, se dejó llevar por la mano del casi desfalleciente escritor en ciernes. Sin analizar el porqué de las actitudes del animal, lo tiró delicadamente del collar y le dio un par de vueltas por la cuadra. A los pocos minutos, regresaron al arbolito de la negación, donde el animalito, libre de acosos, se acomodó mansamente y depositó su encargo fecal. Maravillada la anciana, con inusitada ligereza para su edad, le alcanzó una bolsita de plástico. Marlon Obregón, sin proferir palabra alguna y con un movimiento de manos de prestidigitador de circo, recogió el encargo, para luego depositarlo en el tacho rotulado: Depósitos Orgánicos.

Esa anciana sería el primer cliente de la futura profesión que lo salvaría de las hambrunas consuetudinarias y que, también, le daría los espacios necesarios para visitar bibliotecas e ir entretejiendo historias, que hacía tiempo le daban vuelta por su productiva mente. Así es que se hizo un horario para manipular ocho perros, cubriendo los siete días de la semana, a quienes los apodó según su postura perruna. Al de las ocho de la mañana, por andariego, lo nombró Ulises; al de las nueve, doctor Fausto, por su impronta demoníaca; al de las diez, Narciso, por sus andares refinados; al de las once, Crimen y Castigo, por atormentado; al de las dos de la tarde, Absalón, por torturador; al de las tres, Guerra y Paz, por pleitisto; al de las cuatro, Metamorfosis, por su cuerpo de cucaracha; y por último, al de las cinco lo llamó Cuentos, por su temperamento cambiante. Entre las mañanas y las tardes se había dejado dos horas libres, para sus aseos y sus refrigerios.

Era evidente que el futuro escritor, inteligente como era, había relacionado el nombre de los perros a su cuidado con el de los autores que uno de sus amigos, eterno estudiante de literatura de una conocida universidad limeña, le había anotado de puño y letra en un papel; y que él, para que no se le extraviara tan valioso tesoro, había claveteado en una de las paredes de su diminuto departamento ubicado por los extramuros de Madrid. Tales autores en secuencia eran: Joyce, Mann, Wilde, Dostoievski, Faulkner, Tolstoi, Kafka y Chéjov. Los años han pasado y sigue empecinado en leer los mismos autores. Sin embargo, parece ser que su cerebro está a la deriva, por mezclar las lecturas de los maestros de la narrativa con la de los de autores de libros de adiestramiento de perros. Como es deducible, más vive pendiente de su glosario de comandos perrunos. Ya no conversa, sino que ladra. Y sus dedos, convertidos en garras, rasguñan historias de largo aliento.

Luego de su labor diaria de adiestrador de perros, sale a visitar las grandes editoriales. Toca puertas, ventanas, y hasta ha intentado colarse por los techos. Pero al socavado Marlon Obregón nadie le abre las puertas.

Una vez, un directivo de esas editoriales, que por casualidad se había hecho tarde en su oficina, le dio alcance. Al desdichado Marlon se le reviró el corazón de alegría, pensando que al fin se le abrirían las cortinas de las oportunidades. Aminoró la marcha. Y sin voltear a mirarlo, le preguntó:

— ¿Tiene interés en mis historias?

— ¿De qué historias me habla? Lo busco para que adiestre a mi mascota.

Marlon se tragó sus inquietudes y retomó su marcha, más silencioso que nunca.  El pobre ya no piensa como humano, sino como un apacible narrador canino.

Eduardo Borrero Vargas. Derechos reservados.
Artículo publicado en la revista El Tallán Informa, edición 133 marzo 2020.

martes, 8 de diciembre de 2020

Carrera de burros

Corría el año 1957. Juanito, desde el primer día del mes, estaba inquieto. Sus bolsillos de tocuyo, sin monedas, sonaban a campanas sin badajo. Había visto por el centro de Sullana, que en el escaparate de la tienda “La delicia de los niños” del señor Plutarco Reyes, un caballito de cuerda que imaginariamente creía que era verdadero y que si llegaba a sus manos crecería y orondo se pasearía todos los días por los arenales donde él vivía, para envidia de todos los vecinos. Faltaban tres días para el domingo 6 de enero, día central de la feria de Reyes de Sullana. Juanito también recordaría de paso que el próximo 15 de febrero saltaría a los 7 años.

El padre, si bien lo quería a su manera, no cesaba de reñirle por quítame estas pajas. Y la madre, como gente sencilla que era, siempre retraída en sus mutis, desconocía las inquietudes de Juanito. Así es que tendría que valerse por sí mismo, para agenciarse unos centavos y comprar lo que ya tenía pensado. En esos días, se le dio por fisgonear el campo ferial instalado en el Estadio Municipal de la ciudad. En sus recorridos escuchó que uno de los visitantes se dirigía a otros: Oigan, mañana a las diez de la mañana es la carrera de burros. Las apuestas vuelan. El burro ganador recibirá un premio de doscientos soles, ¿qué les parece? Buen premio, ¿no? Hay un favorito, pero ya saben que a menudo los últimos llegan primero. No faltemos y de casualidad hasta podríamos ganarnos unos centavos gordos.

Juanito, atento a lo oído, se frotó las manos, sin saber por qué lo hacía. Él era un experto jinete de burros; desde que amamantaba los burros le eran familiares. Esa noche durmió a pierna a suelta, ni los mosquitos ni los zancudos le molestaron. Tampoco soñó, raro en él, ya que todas las noches soñaba algo novedoso. Después de su aseo personal, se dirigió al campo de batalla. La madre por razones que solo Dios sabe, esta vez preocupada, le alcanzó algo para que merendara por el camino. Luego de sortear una tapia, se enseñoreó del Campo Ferial. Se acercó al corral donde tenían encerrados los cuarenta burros; ellos, al verlo, rebuznaron al unísono. Juanito, desconcertado ante el comportamiento amigable de los animales, se sintió triunfador.

El juez de línea, serio y larguirucho, punto a punto, impartía las reglas a seguir. Los cuarenta burros se repartirían en grupos de a diez. Los cuatro finalistas, después de un merecido descanso de treinta minutos, saldrían de la línea de partida. Las recomendaciones finales del juez fueron: no cruzarse ni tomar acciones temerarias. Juanito ansioso, se dio cuenta que uno de los propietarios de los burros discutía con el jinete, quien llevado por el entusiasmo de la fiesta estaba en un evidente estado de alcoholismo y en lugar de avanzar retrocedía dando tumbos; el burro, de pelaje negro, sospechando que algo no encajaba, se le dio por corcovear y morder a todos los que se le acercaban.

Carátula del libro donde se
publica "Carrera de burros"

El dueño, en un acto suicida, lo quiso montar y terminó de espaldas tirado sobre un montículo de arena. Juanito no dejó pasar la oportunidad y, por su propio riesgo y voluntad, se atenazó de las corvas, con el dedo gordo y el segundo dedo del pie, y se catapultó al lomo del animal, ya apaciguado. Se acomodó con suavidad y se dirigió a la línea de partida. El dueño con un gesto de aprobación, pidió al ayudante que lo dejara competir. Juanito, con el burro de lomo negro, llegó a ser finalista. Corrió la final con fiereza, impulsado por el viento que extrañamente silbaba por sus orejas, entrando a la meta limpiamente, por lo menos con cuatro cuerpos de burro de ventaja. El triunfo fue indiscutible.

Juanito, fue avivado, por el público a rabiar. El juez se acercó y le levantó la mano derecha, dando como valedero el triunfo de ese niño tan valiente. El corazón de Juanito estaba acelerado y su respiración denotaba que el aire de sus pulmones se arremolinaba de satisfacciones. El dueño recibió la recompensa y a Juanito le brillaban sus ojos de entusiasmo, pensando que de ese monto recibiría una propina justa, la suficiente para comprar su caballito a cuerdas. El dueño, envanecido por el triunfo, tomó el dinero y él con su ayudante salieron a celebrar los laureles en una de las tantas cantinas que circundaban la feria.

Juanito, en su ingenuidad, lo siguió con la mirada. No tardaría en percatarse que las propinas no caen del cielo, sino que es un hecho concerniente a la voluntad de los hombres y esta vez la mala fe había obrado. Se retiró sin ánimos, sin conocer que el destino lo guardaba para otras cosas más importantes, como el de conocer otros mares, en los que domaría las olas con su frágil barquito de papel.

Eduardo Borrero Vargas
Lima, viernes 16 de setiembre del 2016
Derechos reservados. –
 (Antología “Andando en cuentos” Editorial Vicio Perpetuo
Colección Bicentenario Pag.86, 87, 88)

viernes, 4 de diciembre de 2020

Marlon y su vida de perros: El des-Cuento.

Escribe: Ricardo Musse Carrasco
Crítico literario

El relato se cuenta. El contar con vocablos. Optar por abecedarios, morfologías, sintaxis y semánticas infinitas. El demiurgo entonces debe delimitar el espacio ficcional. Pues, las palabras - con sus ilimitadas mezclas y combinaciones - se resisten a ocupar los linderos de los cuerpos textuales.

El cuentista asume que debe contar; sin embargo, deben reacomodar- se los relatos de otro modo; desoyendo la sonoridad convencional del inicio/nudo/desenlace; explorando, descomponiendo estructuras discursivas; que cada línea (volcada sobre el texto) se esmere en absorber y no expresar, locuazmente, acciones que -precisamente y detalladamente- Cuenten; quizás, por eso, los relatos de Eduardo Borrero Vargas insuflan la sensación de que no se está Contando sino, todo lo contrario, se está des-Contando, como que todo -manía aberrante- lo cuenta para atrás, con el sentido invertido del razonamiento escritural; pues, parece que él ha nacido -como uno de sus atípicos personajes- en sentido inverso, reordenando, sucesivamente en una secuencia contraria al orden establecido por el canon discursivo.

La prosa más que narrar, noticia; esto es, anuncia datos y referencias que, a medida, que se despliegan denotativamente, van relatando el des-Cuento.

Los des-Cuentos de Eduardo Borrero Vargas albergan, sarcásticamente, señalamientos éticos: Un Ángel Donis, con prontuarios criminológicos, en las vísperas de ser Presidente de la República; Benicio enclaustrado, autómata y, luego, colaborador dentro de una burocracia deliberadamente deshumanizadora; Matías, el nieto de Celina (álter ego del Escritor) desviándose de lo que se pondera normal des-Contando -contando para atrás los números-; un ágrafo bibliotecario alérgico a la cultura y el martirologio del lector Memo; un germánico herr Floris que desacata, peligrosamente, el orden y, por ende, confinado en sus caos psiquiátricos; Marlon Obregón, el aspirante a escritor de cuentos contables arriba a la Madre Patria para terminar, frustrantemente, cautelando canes; el proxeneta y beodo Sánchez que huye del reclusorio rodeado de la libertaria hediondez para metamorfosearse en Burgomaestre; Remigio Malpartida, febril imaginador de historias abismado en un universo totalmente dislocado; Teodosio, remolón y adicto a las historietas de Supermán; un cajero (máquina utilitaria) de supermercado, embrutecido por la rutina y refugiado en el firmamento digital desatiende el encuentro humanizado de Marixa Orbegoso.

Eduardo Borrero Vargas, como hacedor textual (novelista, cuentista y aedo) es también un Descontador, es decir, un contador de cuentos no contables, un Escritor innovador que va des-Contando mientras nos cuenta el absurdo -ya normalizado e imperante en nuestra realidad-.

La Perla del Chira, 07 de junio de 2019.

Artículo publicado en la edición Nº 130, revista “Tallán Informa” Sullana, julio del 2019

lunes, 30 de noviembre de 2020

Feria de Reyes: voces repentinas

Sucede que las voces repentinas son más livianas que las hojas de otoño, vuelan lejos, tan lejos que con seguridad son semejantes a los recuerdos que se aposentan en nuestros cerebros, sin ser invitados. Así razonaba el viejo lengua de trapo, en su estrecho departamento de Lima. Al parecer, conocía el juego del reloj del tiempo y retrocedió su reloj interno -asegura que es Longines legítimo- hasta encontrarse rodeado de sus amistades en la Plazoleta principal de Sullana. Amigos, hemos vuelto a nuestro pueblo escapándonos de esa Lima con olor a trapo húmedo y de colores grisáceos aplastantes. Al fin, los rayos del sol nos calentarán las osamentas, nuestras neuronas reprocesadas y agilizadas nos traerán vivencias que ya creíamos perdidas. Así es que al haber retrocedido al siglo veinte, gozaremos de la magia de este pueblo levantado en los linderos de los arenales y de los murmullos del río Chira. Somos testigos de que en este pueblo sucedieron hechos de trascendencia mundial. De nuestra generación, solo quedamos nosotros, los demás, gozan de su bien merecido sueño eterno. En este cambio de escenario, veremos circular sombras. Esas sombras no son dañinas, dejémoslas dar vueltas en sus propios espacios, total, daño a nadie harán. Entonces, sin más que temer, retomemos nuestro parloteo. Quedamos que en nuestro pueblo sucedieron hechos culturales de relevancia mundial y que las nuevas generaciones des conocen por dejadez o porque los padres no les trasvasaron oportunamente a los hijos o porque los medios de comunicación, por intereses nada cristianos, los dejaron de publicitar. Estos hechos culturales desembocarían en el olvido absoluto o en lo que los sociólogos, muy sabios ellos, llaman olvidos históricos convenientes.

Así es que nuestra icónica celebración de la feria de Reyes, al ser tachada de la memoria colectiva de los pobladores, colaboró a que desaparecieran de las ondas radiales: las voces de los charros, la de los cantantes criollos, la de las cumbias colombianas, la de los rockeros, la de los boleristas, las de la nueva ola, la de los pasillos quejumbrosos y las de cuanto cantante pasó por los escenarios levantados con caña de Guayaquil y caña Brava. Y es así que -aunque a la distancia muchos lo tomarían como una tomadura de pelo- hubo semanas de divos acompañadas con incidencias jocosas, por no decir ridículas, hasta cierto punto, no vale herir susceptibilidades. Luismi el Sol de México y Rafael, el Ruiseñor, sí señores incrédulos, el de la balada de la Trompeta. Ellos dejaron sus huellas y las carretillas y los burros que fueron usados para vencer la quebrada del barrio Buenos Aires, se exhiben con orgullo en la municipalidad, en un rincón, burdo pero aseado, llamado Museo de las Estrellas. La diligente dama vestida de Capullana, que perennemente está parada junto a este rincón de la memoria, con un megáfono llama a los pocos interesados en sucesos pasados, para que sean testigos de lo que el impertinente Fenómeno del Niño puede ocasionar con sus aguas de nunca acabar.

Y cuando le preguntan por las fotos registrales, ella la Capullana, cándidamente responde: Están a buen recaudo en las casas de los alcaldes y regidores, quienes han formado sus propios museos para disfrute particular de sus familiares. No sé la razón, pero algunas de ellas pasaron ligeras por mis manos y las dejé ir, antes que las autoridades se enteraran y yo terminara en el calabozo, con un expediente de varios documentos cosidos burdamente a mano, en el que por mil triquiñuelas y mil folios me acusarían de vil ladrón y saqueador de la cultura sullanera.

Pero no me importa, considerando que mi memoria intangible no envejece, mis fotografías mentales me muestran a un Luismi y a un Rafael, temerosos y empapados hasta los tuétanos, sujetos a las barandas de triciclos desvencijados, en medio de oleajes amenazantes, empujados por hombres fornidos, hasta alcanzar las puertas del legendario estadio municipal “Campeonísimos del 36”. Y cantaron a la rústica, en tribunas sin acústica, con altoparlantes cuyos sonidos rebotantes en la loma de Mambré, quebrada de Curumuy y cerros de Amotape, creaban una perfecta triangulación para desfrute de todos los pobladores de la zona. Y la gente desbordada de emociones replicaba con cadencia los falsetes de Rafael y la voz tierna de un iluminado Luismi. Tantas fechas han pasado que muy pocos sullaneros de esa época sobrevivimos, para seguir contando estos hechos rayanos a lo increíble. Sería innecesario confirmarles, por bien de todos, que lo que les he manifestado líneas arriba, es una verdad irrefutable o es una mentira contada con los ojos abiertos, o que las voces del pasado me capturaron.   

Eduardo Borrero Vargas
Derechos Reservados
Escrito publicado en la edición Nº 122, revista “Tallán Informa” Sullana, mayo del 2018

sábado, 28 de noviembre de 2020

Entrevista en el suplemento "Variedades": Los misterios de Borrero

La literatura fantástica universal se ha extendido hasta arribar a las costas norteñas del Perú, mezclándose con los descendientes tallanes y mochicas para crear una nueva expresión, mixtura del sentimiento picaresco de los piuranos, de esas tradiciones orales que circulan entre los ranchos y las picanterías, con la nueva afición de los jóvenes escritores por la literatura de ficción.

31/1/2020
Diario “El Peruano” Suplemento Variedades
DOMINGO 26 de julio de 2020
Texto: Luz María Crevoisier

Desde cuándo se aficionó por la literatura de ciencia ficción el ingeniero químico Eduardo Borrero Vargas, nacido en Sullana, Piura, no lo sabemos; pero sí tenemos evidencias de que ese acercamiento se transformaría en una pasión que lo llevaría a escribir interesantes relatos. 

Haciendo una revisión, mencionamos a las más significativas ligadas a este género, aparte de sus poemarios y narrativa diversa: “Del misterio y otros abismos” (2015), “El creador de universos” (2017), “Los tres toques de la muerte y otros cuentos de terror” (2018), “Marlon y su vida de perros -cuentos urbanos” (2018), “Cuentos parabólicos -cuentos de terror” (2019).

“Los tres toques de la muerte” es el título que destaca dentro de su ingeniosa creatividad, pues se convirtió en el récord de ventas en la feria del libro de Huancayo, esto sin considerar el interés que suscitan los otros títulos.

Abrazando lo fantástico

En Piura todo se convierte en magia y la palabra es uno de sus máximos vehículos, como lo demostraron López Albújar en “Matalaché” o Francisco Vegas Seminario en su novela “Tayta “Yoveraqué”. Sin embargo, aquel costumbrismo con sabor a seco de cabrito, habría de obtener nuevos ingredientes cuando incursionaron dentro de la literatura fantástica y minificción los jóvenes Antonio Zeta Rivas, Luis Paúl Cardoza Nizama, Houdini Guerrero, Daniel Aquino, Dimas Arrieta.

Antonio Zeta, principal animador de “Tertulia Cero”, ha buscado resolver parte de la intriga de los sucesos históricos que producen miedo o terror mediante lo fantástico y la sorpresa como efecto literario, porque lo violento, lo totalitario y lo inhumano son factores que aún llaman la atención y conmueven a los lectores.

Leyendo a Borrero

Este narrador, poeta y amante de la literatura estudió ingeniería química en la Universidad nacional mayor de San Marcos y actualmente colabora con artículos en los diarios El Tallán y El Norte.

Su afición por la ciencia ficción se dio por hecho, teniendo en cuenta que esta se apoya en los nuevos aportes de las matemáticas, física, química, biología y cibernética, que, desde sus perspectivas, nos acercan al futuro del género humano. De ahí que Isaac Asimov, el escritor estadounidense de divulgación científica, manifestara: La auténtica ciencia ficción trata de la ciencia humana como del constante avance del conocimiento y la permanente habilidad de los seres humanos para conseguir comprender mejor las normas del universo e incluso alterar algunas partes de este, mediante su ingenio, para su propio confort y seguridad.

Divulgadores científicos como Tomás Unger y Óscar Miró Quesada, con sus extraordinarios artículos sobre ciencia y astronomía, acercaron a los escritores peruanos a ese mundo incógnito y fascinante.

Los tres toques de la muerte

Este conjunto de narraciones de terror, que a fin de cuentas resulta es uno de esos cuentos con que los mayores concluían la cena o la abuela adormecía los sueños de los nietos, fue editado por El Gato Descalzo en el 2018.

Son nueve los relatos que componen el libro y nos atrapan de principio a fin, porque lo misterioso, lo inaudito, aquello que nos resulta una incógnita, suscita curiosidad e impulsa a continuar con la lectura. Desde “El dedo del muerto”, seguido por “La muerte a sus espaldas”, “Psicomanía” o “Los tres toques de la muerte”, nos van llevando hacia otros mundos, quizá paralelos al nuestro pero que solo un aguzado escritor puede traspasar y lograr llevarnos a este.

El creador de universos

Teniendo siempre como cómplice a la editorial El Gato Descalzo, Eduardo Borrero publicó el 2017 “El creador de universos”, ficciones más cercanas a la literatura de los actuales Enrique Prochazka, Daniel Salvo, Beatriz Ontaneda, Ernesto Carlín, Alexis Iparraguirre, pero sin alejarse del todo de las supersticiones y tomando en serio a personajes como “El hombre araña” y su influencia en la niñez.

La minificción está presente en esta edición con relatos de antología: “El mundo calló”, “Medidas extremas”, “Zulema Noé” o “El síndrome de los puentes”, en los que el escritor demuestra ser un experto en este tipo de relatos y sorprende gratamente.

“Marlon y su vida de perros-Cuentos urbanos”, editado en el 2018, lleva una estructura más citadina, un lenguaje y circunstancias que pueden repetirse tanto en Piura como en Lima o Trujillo. Son doce ficciones en las que volvemos a encontrar a un personaje del cómic, esta vez la figura de Supermán. Es que estos seres del cómic, poseedores de poderes extraordinarios, están vinculados desde siempre a la ciencia ficción.

En “Cuentos parabólicos” (setiembre de 2019), Borrero retoma las supersticiones, las creencias populares que deambulan por las viejas calles piuranas y se instalan en el ideario popular. Son cuentos que se revisten con nuevos contenidos, pero viven cercanos al ultramundo.  

Algunas opiniones

Sobre “Los tres toques de la muerte”, Antonio Zeta argumenta que en esta obra “el lector se verá sumergido, de modo inevitable, en realidades alternas, mundos paralelos de los cuales no hay retorno…”, y que “el temor a lo desconocido aparece en distintas formas, diferentes voces narrativas encargadas de estremecer la piel al más incrédulo, con ficciones donde la reencarnación y el regreso del más allá son posibles”.

Por su lado, Ana María Intilli manifiesta sobre “El creador de universos” que en esa publicación predomina el absurdo, una mezcla de prolija ironía, que da como resultado el contenido de un conjunto de textos de atractivo discurso y variados escenarios.

Para Bernardo Rafael Álvarez, en la obra de Eduardo Borrero Vargas no hay un Gregorio Samsa convertido de la noche a la mañana en un monstruoso insecto, sino, más bien, insectos convertidos en unos Gregorios Samsa con apariencias engañosas. Hay gente que cree que para ser escritor hay que recurrir –como condición– al “malditismo”, a la “marginalidad”, sin saber que así, lo más seguro es la conquista infeliz de la frustración y el ridículo”, sostiene Álvarez.  

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jueves, 26 de noviembre de 2020

San Miguel de Tangarará

Hay pueblos que parecen haber nacido para luchar por su sobrevivencia y uno de ellos es San Miguel de Tangarará. Pueblo que por razones inexplicables del destino fue creado a orillas del río Chira, por un grupo de personas llegadas de otras latitudes, en busca del país de las especias. Pasados los momentos de confusión, escaramuzas y reacomodos, tomaron posesión de estas tierras y con el credo y la cruz en la mano, trazaron las calles y edificaciones que albergarían a sus primeros pobladores. Seguidamente, nombraron autoridades y oficiaron la primera misa en este continente que con el pasar de los años sería el primer pueblo español levantado en América del Sur. 


Pasados los años, por razones de envidia y de jaloneos históricos, el pueblo de San Miguel de Tangarará y sus pobladores han sido convertidos en entes invisibles. En esta conjura parecida al insólito juego de “balón mano”, están involucrados historiadores y políticos centralistas que están refugiados en la ciudad de Piura y tratan, a todo lugar, de mantenerlos en estatus de no habidos. Parecería un juego de olvidos, pero no, es una maldita “costumbre centralista” de quererse apropiar del “arcón de oro” que desembarcará de España para celebrar 485 o los 500 años de su arribo a estas tierras. Y desde ya los veo frotándose las manos y con los ojos radiantes de angurria, para hacer de esta fortuna un festín para sus bolsillos. Y los diplomas y medallas conmemorativas, acuñadas primorosamente en ese país lejano, serán los pasaportes de su futuro “buen vivir”.

Los pobladores de San Miguel de Tangarará no tendrán los recursos económicos para acudir a los medios de comunicación masiva, pero tienen a su favor la voluntad inquebrantable de seguir en esta lucha. Y en este camino lleno de dificultades encontrarán amigos, quienes con otros amigos formarán una cadena tan fuerte que lograrán hacerse escuchar y alcanzar lo que por siglos se les ha negado: ser un pueblo orgulloso de sus orígenes. Es de escuchar a Milton David Murguía Calderón, cuando su palabra se levanta como oriflama, mostrando con amor y argumentos la verdad de su pueblo. Y lo acompañaremos en este gesto, humilde pero lleno de orgullo, para que a su pueblo se le devuelva sus créditos históricos.


A efectos de tener una visión ajustada a la verdad sobre estos acontecimientos, les reproduzco el artículo “Piura también celebra sus 485 años”, de mi amigo el profesor de Historia, Gonzalo Vicente Calle, en el que explica con sencillez, pulcritud y sin apasionamientos lo sucedido en los albores de la formación de nuestro país:  

 
Sin embargo, es necesario conocer la verdadera historia.
LA VERDADERA HISTORIA DE LA CIUDAD DE PIURA
¿485 AÑOS DE FUNDACIÓN?


En realidad, la Piura actual estaría celebrando 429 años de fundación, porque lo que fundó Francisco Pizarro en 1532 no fue Piura, fue el primer asentamiento español con el nombre de San Miguel de Tangarará, en valle del cacique Chirac, cerca de la actual ciudad de Sullana. Dos años después (1534) al sufrir los embates del paludismo, Diego de Almagro ordenó el traslado de sus habitantes (españoles) a un lugar que el conoció en sus incursiones de avanzada, a inmediaciones de lo que en su momento fue la hacienda Monte de los Padres; al llegar a este segundo asentamiento le denominó (Almagro y no Pizarro) “San Miguel de Piura”, que logró gran notoriedad y que en el año 1537 el rey Carlos V le otorgó el escudo de armas que luce la Piura actual.


Dice la historia que luego de un riguroso período pluvial o mega niño sus habitantes resultaron afectados con males en los ojos, y decidieron migrar una vez más para fundar un tercer asentamiento, con otro nombre.


El tercer asiento español fue instalado en el año 1578 en lo que hoy es el puerto de Paita, con el nombre de San Francisco de la Buena Esperanza (vean que no es Piura, y no lo digo yo), este lugar por encontrarse cerca a la playa sufrió constantes ataques de los piratas y corsarios que la destruyeron en 1587.


Con autorización del virrey Fernando de Torres y Portugal, conde del Villar, sus habitantes se mudaron a el asiento del Chilcal junto a la presa precolombina de Tacalá; este cuarto asentamiento poblacional fue fundado por el capitán don Juan de Cadalzo y Salazar el DÍA 15 DE AGOSTO DE 1588 CON EL NOMBRE DE SAN MIGUEL DEL VILLAR (en honor al virrey), y no con el nombre de Piura (esto tampoco lo digo yo, lo dicen las crónicas escritas por los mismos españoles); sin embargo, tiempo después, teniendo en cuenta la fama y el escudo ganado por la ciudad de San Miguel de Piura (la de 1534), jalaron el nombre y dejaron la denominación de San Miguel del Villar para llamarle igual: “San Miguel de Piura”. Desde entonces es que a la Piura original se le denomina “Piura la Vieja” y eso dio lugar al olvido e indiferencia de tantos años.


Cuando leemos la historia es necesario analizar para entender lo que nos están contando.


En resumen:


San Miguel de Tangarará cumple 485 años de fundación.


La Piura original, la antigua, hoy llamada Piura la Vieja, cumple 483 años de fundación. (Monte de los Padres - Morropón)


Paita, si lo tomamos como la consecución de San Francisco de la Buena Esperanza, Paita, cumple 439 años.


Piura actual, la que fue San Miguel del Villar, cumple 429 años de fundada por el capitán Juan de Cadalzo y Salazar.

¿PIURA CUMPLE 485 AÑOS DE FUNDADA?

Prof. Gonzalo Vicente Calle
Eduardo Borrero Vargas
Lunes 16 de octubre del 2017
Derechos reservados.
Publicado en la edición Nº 118 - Revista Tallán, Sullana, noviembre del 2017

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Poema "Trampas" (Bosques Secos II Pag. 26 Año 2010)

TRAMPAS

¡Hay días en que a uno lo agarran desprevenido!
te hablan de amores y en los ojos danzan ironías
te hablan de paces y en los gestos hay guerras
te hablan de bondades y en los labios lees desprecios
te hablan de pasión y en la frente surcan fríos
te hablan de alegrías y en el mentón hay tristezas
te hablan de valentías y en las sienes arden pavores
te hablan de sinceridades y en el rostro se ocultan farsantes
te hablan de dignidades y en el perfil la línea es ficticia.
¡Hay días que a uno lo agarran desprevenido!
con dudas malsanas y cargadas de humor mórbido
encadenándote a desmesurados secretos
cómo si fueran acertijos jamás resueltos
planteados para que el hombre sea humillado
por el mismo hecho de ser hombre por el hombre
en su desmedida soberbia de ser dueño del poder
y del discernimiento total para prevalecer
sobre el más débil tragándolos de un solo bocado.
¡Hay días que a uno lo agarran desprevenido!
trastabillando me toparé con el infinito
sé que no encontraré respuestas en el camino
por dónde he de transitar hacía mis anticipos
soy cómo un ciego que va en busca de signos
que ni yo mismo logro recrear su formato
pero sé que están en mi contorno aleteando
como si quisieran burlarse de mis recelos
¡Hay días que uno no sabe por qué ha nacido!


Eduardo Borrero Vargas
Publicado en el poemario Bosques Secos II Pag. 26 año 2010

 

 


lunes, 23 de noviembre de 2020

Sullana y su negro destino

 En la municipalidad de Sullana recortan casi
el 35% de espacio del salón “Víctor Borrero Vargas”

Estando en Sechura inmerso en jornadas intensas de poesía, prosa, pintura, música, folclor, danza y teatro recibí la noticia que Sullana había sido cubierta por la nube del oscurantismo ya superado a partir del “siglo de las luces”. Esta noticia refrendada con imágenes fotográficas, en las que se muestra cuadros de pinturas arrancadas de las paredes y amontonadas sobre el piso como si el arte fuera basura. Lógicamente, al ver esto me dio tal indignación, que hubiese querido tener el don de desdoblarme en dos y desplazarme a Sullana, para apoyar a estas personas que con su arte no hacen más que engrandecer nuestro terruño.

Este atropello fue maquinado, entre gallos y medianoche, por el alcalde, el teniente alcalde y algunos regidores de su entorno, pongo a salvo a aquellos regidores que con valor se han opuesto a esta celada del devenir cultural de nuestro pueblo. Bueno es recalcar a estas autoridades, que conseguir esta sala de exposiciones culturales llamada “Víctor Borrero Vargas”, costó trabajo y esfuerzo de todos los que estamos involucrados en el desarrollo cultural de Sullana. Esa sala convertida en ícono de la “culturalidad e interculturalidad”, ahora llora ahora en silencio, mancillada por el garrotazo de un alcalde que hace gala de su oscurantismo mental.

Cabe, entonces, preguntarnos: ¿Qué pensarán aquellos pintores jóvenes en edad escolar que esperaban la inauguración de este evento, al ver sus cuadros tirados por el suelo? ¿Y los familiares, público, niños de otros colegios, visitantes de otros distritos, al presenciar tremendo despojo? Y al alcalde y los que lo apoyaron en este atentado cultural, ¿les remorderá la conciencia? O, ¿es que están locos o es que sus cerebros han sido devorados por el germen de la ignorancia? ¿Estará contentos? ¿Felices? Pero hay que apuntillarles que cuatro años pasan rápido, como una ráfaga de viento. Y ahí, más tarde, los veremos deambular por las noches, porque no tendrán el valor de mostrar sus rostros a pleno día.

Mientras que un pueblo como Sechura –pronta a declararla la capital de la cultura de la región Piura– a “Víctor Borrero Vargas” le da un sentido homenaje, reconociéndole su participación en el desarrollo de la narrativa del norte, acá en Sullana, su tierra natal, se le cercena como si fuera un apestado. Y esta gente cree que quitándole espacio a esta sala se le castiga, pero no conciben que al no estar físicamente su espíritu flota y orienta a las nuevas generaciones a que nunca dejen de lado la maravilla de crear, imaginar, escribir, crear mundos nuevos y, a los artistas plásticos, que dan vida a los lienzos en blanco, en nombre de mi hermano les pido disculpa por este salvaje atropello.

Recordemos que no es la primera vez que los artistas plásticos reciben estos atropellos discriminatorios. Hace unos años, sus pinturas fueron decomisadas por una persona muy afanosa de andar metiendo la mano donde no debe, y se las llevó a la Municipalidad. Desde lejos, imagino las idas y venidas de los artistas afectados, yendo con la cabeza baja a pedir que les devuelvan sus pinturas. A este personaje que sigue rodando por los pasillos de la Municipalidad, habrá que hacerle entender con sutileza que el Municipio no es de él: La Municipalidad es de todos los sullaneros.

Al teniente alcalde, que eufórico me atacó cuando el día lunes 09 estuve tomando fotos de estos hechos (testimonios gráficos para la posteridad), le hago recordar que ahora, al refrendar su actitud altanera, sostengo con firmeza lo que le dije por teléfono: “Que en lugar da andar recortando salas culturales, él y su alcalde se dediquen a recortar la inmundicia y el olor nauseabundo al que han sometido a Sullana. Y que su admirado alcalde salga a la calle, como hombre público, a dar la cara y no se esconda tras una cortina de tonto inútil”.

Amigos del arte sigamos adelante, no nos detengamos ante eventualidades pasajeras. Sigamos juntos en esta lucha de pensantes y no nos dejemos asustar por amenazas que seguramente ya vendrán por algún lado. El “Siglo de las Luces y de la razón” está con nosotros. ¡Qué viva Sullana!

Eduardo Borrero Vargas
Sullana, miércoles 11 de noviembre del 2015
Derechos Reservados.
Publicado en la edición Nº 105 – Revista Tallán, Sullana, diciembre del 2015



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domingo, 22 de noviembre de 2020

Peche Pereche con sed de justicia

Entrevista de Oscar Barreto Linares (*)

Eduardo Borrero Vargas es un poeta y narrador piurano que realizó sus estudios en los colegios Santa Rosa Maristas y Carlos Augusto Salaverry, y los superiores en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Entre sus poemarios se encuentran Alma del Norte (2009), Bosques Secos 1 (2009) y Bosques Secos 2 (2011). En cuanto a narrativa, podemos citar los libros Undécimo en su laberinto (2011) y Cuando el cielo se tiñó de rojo y otras leyendas tallanes. (2012).

Tuvimos la oportunidad de conversar con este hechizado por la literatura sobre su más reciente producción y primera novela: “Tras las huellas del Capitán Peche Pereche”, situada en la Piura de sus amores, en un momento crucial de la vida de esa ciudad.

¿Cómo surgió su vocación literaria?

Desde niño. En mi casa se leía mucho, eso nos ayudó a crear mundos ficticios. Mi hermano Víctor Borrero Vargas sí obtuvo varios premios literarios. Una sala de la municipalidad de Sullana lleva su nombre.

En su obra nos presenta al capitán Eulogio Peche Pereche, quien tiene cualidades más analíticas y morales que físicas. ¿A qué se debe ello?

Esa es la estructura que le quise dar al personaje para resaltar que en el país adolecemos de estas virtudes, de un ser pensante, capaz de enfrentarse a las desgracias que padecíamos en el momento en que se desarrolla la novela y que creo que aún seguimos padeciendo. 

Al igual que en el reino de este mundo, el protagonista poseía facultades transmutativas…

Aquí el apelar a las ucronías fue un factor importantísimo. ¿Cómo hacer que un personaje pueda trasladarse hacia atrás, si no es con el pensamiento? Nosotros, a través de este atributo, podemos recorrer el pasado y revivirlo cuantas veces queramos, transmutándonos en sombras, aves, lechuzas, tal como lo hace un alquimista cuando juega con los elementos.

¿A quién admira?

A José Carlos Mariátegui.

¿Por qué?

Porque es el único que en su época logró hacer un análisis socio-económico del país. Sus ensayos sobre la realidad peruana aún siguen vigentes.

¿Eres un escritor disciplinado?

Considero que no, pero debo aprender a serlo, porque escribir es una necesidad que emerge espontáneamente del fondo de mí ser.

¿Considera que el tiempo es un elemento negativo, que juega en contra de los seres humanos?

Sí y no. Tengamos en cuenta que el tiempo es finito y a la vez infinito. El hombre, al nacer, ya sabe que su tiempo solo es una suma de días. Pero a través de los sueños - los podemos considerar escapes-, podemos gozar de un mundo no tangible en el que por formas secretas (ondas cerebrales) podemos detener el tiempo en un punto infinito. El hombre, aunque muchos lo dudan, es un ser dotado que perdurará más allá del infinito.

¿Cuál es la sed de Peche Pereche?

La sed de justicia.

Con esta entrega, Ud. nos sitúa en una Piura de inicios del siglo pasado, pero sin delimitarla completamente…

No, porque el tema concierne a todo el Perú. Recordemos que el Perú fue invadido.

Peche Pereche se enfrenta contra enemigos con mucho poder económico y degradación moral, elementos que, no obstante, no son explicados, si no tan solo mencionados, a quienes vence con un método peculiar. ¿Considera adecuado el procedimiento aplicado por este capitán?

En la trama de la novela, el capitán Peche Pereche tenía muchos enemigos. Es bueno recordar que en ese momento Piura, como capital departamental, tenía tres prefectos: uno “pierolista”, otro “cacerista” y uno impuesto por los “chilenos”. Había gente que vendió su alma a los chilenos, y los “Teodoritos”, que así denomino a los Seminario, fueron unos de ellos, conjuntamente con otros “piuranos” de triste recordación. Esto no solo sucedió en Piura, también en otras ciudades como Lima y Arequipa. Contra esa masa de “vendidos” se pelea el gran capitán Pereche.

¿Tras las huellas del Capitán Peche Pereche encierra algún mensaje?

La obsesión del protagonista por la justicia y la ley como entes regidores de ética personal.

¿Cuánto tiempo le tomó componer esta novela?

Entre tres y cuatro años.

Pasando a otro tema… Si tuviera que elegir cinco novelas latinoamericanas, ¿cuáles serían?

Pedro Páramo, Cien años de soledad, Conversación en la catedral, El Aleph, Hombres de maíz

¿Y a autores peruanos?

Mario Vargas Llosa, José María Arguedas, Martín Adán, Ciro Alegría, Julio Ramón Ribeyro

En su novela se menciona tangencialmente la política. Dígame Ud., ¿cuál es su postura política?, ¿tiene alguna receta de buen gobierno?

Detesto el poder fáctico. Pienso que un país debe ser libre, democrático y socialista. Desde esa perspectiva, me incomodaría pertenecer a algún partido, ya que perdería mi esencia de “ser” pensante único e irrepetible. No tengo ninguna receta, pero recomendaría honestidad, honestidad y más honestidad.

(*) Escritor pucallpino
Escrito publicado en la revista El Tallán, edición 96 - Sullana, noviembre del 2014