viernes, 14 de agosto de 2020

El envés de Sullana (Leyenda tallán 1)

Aunque se desconoce al tallán que la narró y, además, el año o el siglo, es de creer que sucedió así porque sigue grabado en la memoria de los descendientes que aún atraviesan por esos arenales abrasadores…

Se cuenta en las sagradas leyendas tallanes que un día - que no se puede determinar porque en esos albores no había días ni semanas como los conocemos ahora, sino simplemente siglos que pasaban de largo encajándose naturalmente en la continuidad del quehacer humano- los tallanes convocaron a todos los animales de la comarca. A las aves les encomendaron buscar una lomada cerca a un río caudaloso, a la que debían demarcar defecando sobre ella. En ese preciso lugar, ellos levantarían más tarde sus moradas. Al resto de los animales les encomendaron que -una vez asentados en ese lugar- ocuparan bosques, valles, holladas, quebradas, cuchillas, cerrerías, ojos de agua, y se multiplicaran por los alrededores donde encontrarían sana y abundante comida. Así, pues, prosigue la leyenda: “seremos confrontados con gente del otro lado del mundo. De nuestra chicha de maíz alborotadora beberán los dos pueblos, nos mestizaremos pero prevalecerán nuestras costumbres. Y nuestras voces serán cantarinas y pausadas con precisos e inocentes ¡guas!, y los ojos siempre mirarán al envés porque de ese lado converge nuestra naturaleza”.   

He aquí que se cumplió la profecía pronunciada por ese tallán: después de muchos deslindes de “toponimólogos”, se concluyó que esa lomada llamada Sullana debería llamarse Sullana. Grata noticia porque nos dio derechos y una identidad muy peculiar ajena a otros pueblos: la de ver más allá del envés. Ciertamente -para dejarlo bien sentado- al nacer Sullana, el gentilicio “envés Sullanero” se hizo parte de nuestras herencias. Entonces, los sullaneros, gracias al envés, vemos las cosas de una forma distinta o particular. Esta peculiaridad nos encamina a ser fabuladores, cuenteros, noveleros, historiadores, chamanes, imagineros, moneros, poetas, músicos, cantores, pintores, compositores, maromeros; y, también, sujetos presas de temores, fantasmas y aparecidos. Vivimos atravesados por un río generoso, repleto de iras y de árboles, de arbustos y flores insondables. No hagamos coraje si nos llaman burros, caballos, mulos u otras expresiones alusivas a los animales: eso somos, animales, pero inteligentes y creativos. Ese es nuestro mundo lindando con la locura, pero libres como una cometa soltada al viento.

No nos molestemos si nos envidian por esa imaginación creadora, por esa inteligencia artística para trastocar la realidad desde la irrealidad. Es que nuestra naturaleza de “envés Sullanero” nos empuja a lugares que no están sujetos al tiempo, a la rigidez de la realidad, a la memoria traicionera. 

Y a estos sullaneros, se preguntará mucha gente ajena a nuestro universo… ¿de dónde diablos les viene el envés? Sencillamente, podemos responderles que vayan a la “nariz del diablo” un viernes santo de un año bisiesto a las doce de la noche en punto, ni un minuto más ni un minuto menos. Se arrodillen y peguen la oreja izquierda al suelo, y oirán a los ancianos tallanes cantando el envés de sus leyendas desde el trasfondo del universo

Eduardo Borrero Vargas

Lima, viernes 07 de enero 2011

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