martes, 27 de octubre de 2020
jueves, 15 de octubre de 2020
El Dimas Arrieta y su día mágico
Escribe Eduardo Borrero Vargas.
Hay días que, definitivamente, no se
pueden soslayar. Días que quedarán registrados eternamente en nuestra memoria.
A estos días suelo llamarlos días mágicos en los cuales, se conjugan el
presente y el infinito.
Estos días mágicos viene a ser como
los sueños y los ensueños. ¿Quién, si no Dimas, gran concertador de los poderse
chamanísticos, para orientarnos en estos conocimientos? Él estará de acuerdo
con lo que dicen los entendidos: que cuando un sueño se pude recordar y repetir
en otro sueño, ya es una ensoñación. Si depuramos la técnica de la ensoñación,
quien sabe cuántas dudas e incertidumbres habríamos superado. ¿Cómo sería
introducirnos, ya adultos, en nuestros sueños de la niñez? Desgraciadamente, no
todos tenemos esa sensibilidad que - estoy convencido – sí poseen los que se
dedican al arte de la chamanería, o los poetas, narradores, pintores, locos,
relocos y todos aquellos que se deslumbran con el respirar mudo de las palmeras o con el color de una rosa de
color lila; o los que con su voz y su oído maravilloso crean tonadas llenas de
matices, o los que se quiebran con el llanto de un niño, o los que descubren un
arco iris de esperanza en el atardecer de sus vida; o los que, en resumen,
entienden que los seres humanos somos la suma de universos. Días mágicos o ensueños aparentemente serían
la misma cosa. Unos dirían que los días mágicos son percepciones reales; otros,
que los ensueños son de carácter onírico. Sin embargo, no estaría demás
intertextualizar con Jorge Castillo Fan: ¿Hubo luna en nuestro sueño?, de su
poemario Canción triste de cualquier hombre, con ¿Hubo ensueño en nuestro día
mágico? Yo creo que hubo las dos cosas: ensueño y magia.
Dimas Arrieta |
Veo, con tranquilidad, que las aguas
están calmas y los espíritus sonrientes al saber que el desarrollo del mundo
está en manos de los entendidos: ¡hemos triunfado! Dimas, hay días que quedarán
grabados eternamente…Gracias a ti y a tu familia por darnos esa oportunidad.
Eduardo Borrero
Vargas. Derechos reservados.
Escrito
publicado en la edición Nº 63, mayo 2012, en la revista El Tallán Informa
El “Undécimo” de Borrero
Escribe: Dimas Arrieta Espinoza
Celebramos la publicación del libro
de cuentos: Undécimo en su laberinto, de Eduardo Borrero Vargas. Historias
financiadas por la sabiduría de tradición oral, donde se sienten los resuellos
viejos y nuevos de azarosas vidas en personajes que persisten e insisten en
mejorar sus destinos. No podemos negar que, la vida es una existencia e
insistencia, y que la experiencia no es más que el no saber tropezarse con la
misma piedra. Válganos pues, sitiarnos en una toma de posesión para tener una
mira que nos ayude a tejer bien (nuestros pasos) en los caminos que
transitamos.
Por supuesto, la literatura nos da
esa solvencia para corregir y tomar las experiencias de otros y hacerlas
nuestras y corregir nuestros destinos. Un libro, en especial de cuentos,
siempre va a ser la fuente para beber inventarios espirituales o testimonios de
vidas, recreadas en la ficción literaria. Por supuesto, tiene una
particularidad, es ese evento maestro de invadir los predios de la
trascendencia. Hondura humana y humana visión se hace del mundo, de la
cotidianidad, de los sentimientos más vivos y vividos de la experiencia se
reúnen para hacer esta “fiesta compartida” que viene hacer la buena
literatura.
Carátula del libro |
En realidad, la literatura suele ser
un bosque encantado de signos, de misteriosos símbolos, donde caben solo las
emociones y las ilusiones humanas. Nada más honesto, por ejemplo, suele ser la
poesía, un confesionario o acaso un testimonio de vida, de amor, de fe y de
desamor. También otras fusiones y añadiduras en que viene dotado el ser humano
a cumplir su misión en esta larga y a veces corta carretera que es nuestra
existencia. La literatura involucra esas fronteras, propicia esos ríos de
elevación que solo tiene un horizonte: la perfección humana.
Los libros de cuentos, en la historia
de la civilización humana, ha servido de plataforma no para modelar ni
perfeccionar las vidas de los habitantes de este planeta, no, pero sí han
contribuido para que los seres racionales, (eso creemos), nos miremos, como en
un espejo, lo hermosos y feos que somos los humanos. Conquista humana, es
cierto, ha sido este gran género, tan antiguo como la existencia del mismo
hombre, que no solo iniciaba a sus congéneres en los múltiples quehaceres al crear
historias, sino, servían como faros de orientación para los náufragos.
Entonces, comprobamos que son los
mismos sentimientos que exponemos, a pesar del transcurso y el inconmensurable
tiempo transcurrido, no hemos cambiado, seguimos odiando, amando, confabulando
contra quien compite con nosotros, por ejemplo, en el cuento “El
laberinto de Undécimo”, el narrador omnisciente nos muestra a un
personaje débil en su condición, y no porque sea un niño, sino porque son
aquellos seres desprotegidos que nos muestra la vida. El narrador-enunciador,
plantea el discurso desde un espejo retrovisor, la mira puesta en
acontecimientos pasados localizados en la infancia.
El enunciador del discurso es duro,
despiadado en adjetivos hacia las imperfecciones humanas: “Para esta
gentuza, su conveniencia es primero. Aborrecen a muerte a las narraciones
orales y desconfían de las fábulas, mitos cuentos que son parte de la tradición
de los pueblos. A estos resabidos, que se les llenará la boca de apellidos y
abolengos, también se les conoce como fantasiosos o salidos de la sombra. Y no
tienen empacho ni vergüenza en suplantar la verdad”. Undécimo
pertenecía a una familia de 11 críos, y fue un niño discriminado. Aquí aparecen
los personajes principales existentes en un pueblo provinciano, el cura, el
niño Undécimo y su madre.
Un niño que sobresalía en su colegio,
con una inteligencia que no solo provocaba la envidia sino fue comparado con
Lucifer al resistirse para hacer la primera comunión. Este cuento tiene muchas
acciones y un solo acontecimiento: el nacimiento de Undécimo y su itinerario en
una infancia conflictiva. Un final que busca resolver un conflicto y mirar
desde los mismos hechos los orígenes que tienen los habitantes del pueblo, en
especial el señor Forno.
En el segundo cuento: “El
no nacido naturalmente”, el discurso se vuelve a estacionar en la
infancia, se repite el mismo caso de un niño excluido, pero con diferencias
notables al anterior, cuyo nacimiento deforme y no nacido naturalmente, antes
de tiempo, el médico solo le dio semanas de vida, pero creció y se convirtió en
el hazme reír de la población. Un discurso planteado desde la misma noria de la
sabiduría, sobre todo que esconde la vieja moraleja que hay en los grandes
cuentos populares. Un cuento cuyos hechos y acciones tienen su gran momento de
enunciación en el recuento y balance de la niñez.
Por otro lado, el lugar de
enunciación del discurso está marcado por la arquitectura lingüística, los
términos y vocabulario que se manejan pertenecen a la Región Norteña de Piura,
y en especial a un pueblo del interior de Sullana. También encontramos la
ironía, el humor, y a veces la sátira bien controlada en el discurso. Otro de
los puntos lingüísticos, por ejemplo, que encontramos, está en el desparpajo
verbal, incitador y manipulador de la enunciación misma del discurso. Por
supuesto, los temas lo obligan, la acción demanda el encontronazo de una
palabra soez.
El tercer texto “Carta
astral” dividida en tres capítulos y medio de un brujo
fracasado a otro brujo fracasado pero globalizado por la salvación de un alma
profana, texto en su esencialidad irónico, donde se percibe la sátira desmedida
atragantándose la historia misma. Otra racionalidad impera y es la que se
encuentra en el modo de ver la vida desde el chamanismo. Un texto único, a
veces carta, relato, testimonio de una enemistad. Un discurso híbrido, pero
dentro de una organización temática. En esta planicie textual se nota un
combate entre ambos brujos, donde dejan a relucir un sincretismo cultural,
religioso y un mestizaje de creencias y costumbres que al final no es más que
una exploración hacia el misterio mismo de la vida y el cosmos.
El cuarto texto: “Miércoles
de ceniza”, la temática es muy andina, la lucha e importancia de la
tierra, vista como una hembra, por lo tanto por esa fecundación y fertilidad es
un símbolo sagrado. Por eso, “Las tierras son como las mujeres recias,
te resarcirán con buenas cosechas si las cultivas con dulzura y amor; y si las
maltratas, de puro resentimiento y recelo te castigarán con cosechas de puras
chamizas y ramas secas que a duras penas servirán para mantener vivo el
rescoldo”. Mientras el cuento final “El escritor que jugó a
ganador”, se cuenta los beneficios y fracasos de los escritores, sus
apuestas y los logros conquistados. Son logradas historias, por supuesto, que
tienen que ver con el mismo oficio de un artista.
Las cinco historias están fundidas en
el jugo de la experiencia misma que nos da la vida. Hay huellas de la oralidad,
sonido atractivo y sabio que impone la tradición. Por este motivo celebramos
esta entrega de Eduardo Borrero Vargas, narrador piurano, cuyas historias nos
han impuesto el manifiesto certero de contar una buena historia, cuya fortaleza
es la sabiduría que viene rodando de generación en generación.
Escrito
publicado en la edición Nº 61, abril 2012, en la revista El Tallán Informa
Las insalvables contradicciones históricas
(Rescatando
a Sullana)
Los sullaneros vivimos aturdidos
y zarandeados por personajes que dicen conocer la historia al dedillo, y no hay
forma de sacarles la vuelta o voltearles el pastel. Cada uno de ellos se escuda
en cartelones enormes, señalando: “No acercarse los mediocres, somos los únicos
que hemos bebido Historia”. Enorme es su desfachatez, y reducidas sus
capacidades deductivas. La historia de la conquista está muy manoseada. Para
peor, no hay contrastes y, por ello mismo, las cosas están contadas a medias.
Unos dirán: ¿Y la Hermenéutica? Pero, ¿de qué nos sirve la Hermenéutica si el
devenir histórico está roto y la conciencia histórica dividida? Y esto se
evidencia en la ligereza con que se estudia e interpreta la conquista. Así,
constatamos que muchos historiadores sacan pecho y brillo, pavoneándose por sus
lecturas de las crónicas de la conquista, en su mayoría escritas con mala
intención, distorsionando y opacando miserablemente la etnia Tallán -resalto el
término etnia y no indígena o in dio, por respeto a los antepasados-, precisamente
por carecer de escritura. Desventajas o hándicap histórico. Suertudos los
conquistadores.
Podría extenderme, páginas sobre
páginas, tratando de descubrir el camino que nos conduzca a crear mesas de
concertación, empujando sutilmente hacia ellas a los historiadores reacios y
desconfiados para que, en un arranque espontáneo de sinceramiento, lleguen a
una especie de armisticio y nos den, de una vez por todas, la satisfacción de
verlos unidos en una corriente cívica y de mea culpa histórica, nunca antes
vista y -de relancina- soltarnos unas palabritas o escritos de alivio, que no
les cuesta nada. La historia de Sullana no comenzó ayer ni anteayer, ni la
semana pasada ni en el milenio, sino que rebasa el tiempo. Tan cierto es esto,
que ya estamos concientizados para levantarnos en masa contra quienes traten de
detener, deliberadamente, su crecimiento armonioso y natural. Digo natural
porque el tergiversar el pasado es un grave pecado, es como hipotecar el
futuro, a espaldas de un pueblo inocente. La inteligencia, muchas veces, es
utilizada como herramienta de maldades. Cuidémonos de eso.
¿Cómo podríamos catalogar o
calificar a ese personaje que busca desbocadamente asegurarse que una calle del
pueblo lleve el nombre de un conquistador que -afirma- que fue el primer
alcalde de Tangarará? Qué generoso el voluntarioso hombre para regalar calles
que no son suyas. Sin embargo, ese ataque de generosidad súbita, ¿por qué no la
encamina para que una de ellas lleve el nombre Lupú -de la etnia Tallán-, que
fue alcalde cuando en Sullana se declaró la independencia? ¿Acaso porque era
Tallán no se merece honores y aplausos? Recalquemos con orgullo: así lo dispuso
la Providencia, que Sullana fuese una reducción indígena y, aunque esta gracia
divina les carcoma a los piuranos -no a todos, porque en ese pueblo tengo muy
buenos amigos, inteligentes y generosos- y, otro tanto, a los historiadores,
esto nos permitió criarnos en libertad y desarrollarnos sin ataduras. Los
atavismos, a veces, son un peligroso lastre para el desarrollo. Por eso, no me
cansaré de repetir hasta que mi voz se apague: ¡Gracias Dios mío, tu
magnificencia ha permitido que Sullana sea una ciudad inclusiva, digna, abierta
y eterna!
Sospecho que, por ese lado, viene las
avalanchas y aprovechamientos: al ver a Sullana abierta y sincera, nuestros
vecinos piuranos, al vernos debiluchos -según su percepción-, se aprovechan
para endilgarnos sumas de sumas de historietas, cada una más tirada de los
pelos que la otra. No tardarán, de eso estoy seguro, en jugar con las latitudes
y afirmar que Tangarará no estuvo en el rio Chira sino en el rio Piura. Pero lo
que ya linda con las alucinaciones extremas es aquella en que uno de estos
personajes insinúa que Sullana debiera separarle una calle, y no una calle
común o un insignificante callejón, sino una amplia avenida de punta a punta.
Mi pregunta va, entonces: este personaje, ¿por qué no se lo pidió, siendo
piurano, a los piuranos? ¿O es que no tiene los suficientes merecimientos para
pedirlo; o es que, al tenerlos, no lo hace por timidez; o, ¿es que los piuranos
mal intencionados le dan la espalda? ¡Qué dilema para este hombre que, de tanto
andar peregrinando y tocando puertas sordas, lo puedan tomar como un pedigüeño!
Esperemos que las peticiones de este señor no tengan eco y sus correlatos, que
deben abundar en nuestro pueblo, no se empecinen y nos obliguen a cargar
despiadadamente sus gracias y benevolencias. ¡Señores, Sullana es de todos y de
nadie en particular! ¡Tengamos sumo cuidado de aquellos correlatos que andan en
la búsqueda de glorias falsas¡
No crean que soy un hombre reacio
a la Historia ni que ando peleándome con los historiado- res, ni que estamos a
cuerdas separadas, ni -mucho menos- en posición de pelea. No y ¡no! Lo que
buscó es la sobriedad que deben de tener al momento de analizar la conquista,
en cuanto a lo que nosotros nos toca como región, en la que, por primera vez,
chocó el mundo occidental de larga data -con escritura- y un mundo totalmente
desconocido, no registrado en un Atlas de esa época, sin escritura. Es bueno
recordar que, desgraciadamente, por estos lugares, al menos en la nación
Tallanca, no había nada escrito. Pero no por eso era una sociedad incomunicada
o salvaje: tenía sus propios mecanismos de equilibrio y códigos de conducta. O
sea que no es una afrenta ni insulto reconocer que antes de la conquista, acá,
en el Perú, no había escritura. Fantaseemos, es un buen ejercicio fantasear: si
acá, en el continente americano, hubiese habido una biblioteca como la de
Alejandría, en la que se hubiesen reunido -antes de la conquista- tomos o
volúmenes escritos de historias de las civilizaciones antiguas, los cronistas,
tan veleidosos y distorsionadores de las verdades, no hubiesen tenido cabida.
Entonces, quizá, la historia tendría otro sentido. Finalmente, sobre esto no
voy a transigir ni retroceder un milímetro. Seguiré en mi trece: terco y firme
como un tronco, defendiendo los fueros de una verdad histórica. Unidos
busquemos la grandeza de Sullana.
Eduardo Borrero Vargas. Derechos reservados.
Escrito publicado en la edición Nº 59, febrero 2012, en la revista El Tallán Informa
¡La Capullana del Chira todo lo sabe!
Podría
iniciar este artículo a modo de fábula o cuento, donde la imaginación libre
transite por los escenarios de una imaginación rayana a los extremismos
fantásticos. Algo así como convivir en una supuesta obra teatral en la que, a
cada uno de los personajes, sin motivo aparente, se le dota de una piedra
invisible para tirarla a mansalva a los demás, con el solo ánimo de destruir o
de callar al que está enfrente. En este tipo de obra nada es entendible: toda
en ella es un absurdo en el que ni siquiera importa el final, ya que carece de
argumento y los actores no tienen un papel determinado. Todo es válido en ella.
La verdad se convierte en infierno; y la mentira, en paraíso.
El solo
hecho de crear para el hombre es de por sí un acto de sacrificio, muchos por
crear han muerto en las hogueras. Esto lo vivimos en carne propia y lo palpamos
a diario con el monumento a La Capullana. Tarde o temprano caerán sobre ella
dantescas sombras sin rostro de élites autollamadas intelectuales.
O saldrán, iracundas, en hileras y con velas mortecinas, a morderla ferozmente,
como si en cada mordiscón se aliviaran al descargar sus frustraciones. O, tal
vez en un descuido, saldrán con sus picos y lampas a destruirla con el pretexto
que son los únicos defensores de la estética y que ellos, poseedores del arte,
la levantarían a su imagen y semejanza. Gracias a Dios que la mayoría de los
sullaneros no razonamos de esa forma. Somos seres privilegiados, equilibrados y
creativos. Felizmente, las diferencias saltan a la vista.
Cuando se
inauguró La Torre Eiffel, el año 1,889, un grupúsculo de intelectuales salió
a protestar por esa monstruosidad de fierro. A La pobre torre casi se la traen
abajo, y - por un pelo - el desdichado Eiffel casi termina con sus huesos en la
cárcel. Ahora, la torre goza de buena salud, es el símbolo de la grandeza de
Francia, y el transgresor Eiffel quedó registrado en la historia como un gran
revolucionario de la construcción metálica y estética. ¿En qué terminaron los
detractores? Suponemos que, por sus intransigencias, avergonzados y sin ánimos
de seguir en el juego de la vida.
Sullana
también ha sido testigo de grandes metidas de pata. El 17 de noviembre del año
1,926, el alcalde de entonces, Jacinto Vargas Ladines -mi abuelo materno-
invitó al señor Enrique López Albújar a participar en el homenaje que el
Concejo Provincial de Sullana le ofreciera a don Miguel Checa y Checa, en el
que se le declaraba como benefactor del pueblo de Sullana. En ese día
histórico, el señor López Albújar dio lectura a su discurso, en cuya parte
final dice: “y cuando, al correr de los tiempos, los evocadores de
nuestra historia regional vean surgir por el histórico valle de Tangarará,
primero el séquito de nuestros caciques indolentes y a nuestras hombrunas
Capullanas; después, el épico desfile del conquistador audaz…” (Pag.
19 revista NORTE Número 3 de octubre 1957- José Vicente Rázuri, don LATA).
Metidas de patas y de las grandotas. Imaginémonos a La Capullana hombruna, tal
como la vislumbra el señor López Albújar. La lluvia de críticas no se hubiese
hecho esperar, reclamarían desesperados: oiga, un momentito,
¿nuestra Capullana no era hermosa? Y ahora que es hermosa,
pareciera que tanta belleza les incomodara: ¿no le parece que
es demasiado sensual? ¿Cómo entender al género humano?
Lo que no
entienden, y creo que nunca lo entenderán, sobre todo aquellos que la quisieron
encasillar en el pasado -atornillada en una huaca rodeada de frisos ajenos,
como si La Capullana del Chira fuera un ente alejado de los quehaceres de su
comunidad-, es que el mensaje que se ha querido dar con ese bello monumento es
la imagen de una mujer libre, armoniosamente integrada a su entorno: manejadora
de su destino, asertiva en sus decisiones, con actitud de mando y
mente positiva, lo que es posible en las mujeres nacidas en el norte. Ya es
tiempo que desterremos para siempre las representaciones pasivas y llorosas de
esa mujer luchadora con atuendos negros, como si vivieran un luto infinito. Por
favor, que lo detractores asolapados, con piedras invisibles a la mano, salgan
a la luz, den la cara por su propia salud; de lo contrario, terminarán
germinando odio, y el que germina odio se atraganta hasta asfixiarse. Vivir en
medio de estas tormentas es envejecer el espíritu; y el espíritu, por su
esencia, debe ser jovial y abierto a la renovación. No seamos rumiantes
regurgitando la eternidad del odio sin sentido.
Ruego
encarecidamente dejar tranquila a la bella Capullana del Chira, dejémosle su
espacio vital para que se desarrolle. Asumamos que ella es ajena a las
habladurías. Por lo tanto, démosle la oportunidad de vivir nuevamente en lo que
antes fue su universo. De muy lejos la hemos rescatado, de la noche del tiempo,
afirmaría. Ha mis oídos han llegado rumores extraños de gente veraz. Dicen que
la Capullana, a las doce de la noche de todos los jueves de todas las semanas,
baja de su pedestal con su perro viringo. La han visto caminando por la loma de
Mambré, bajando al río a reunirse con sus mayores, a cantar canciones enternecedoras,
a reír, a cuchichear y a bailar en corro cuando la luna está llena. Otros
aseguran que ella ya sabe quiénes la quieren destruir. Entonces, quedan
avisadas aquellas personas que fungen de aves de mal agüero, vaticinadoras de
cataclismos monumentales: La Capullana del Chira es más que un simple
monumento. Es una alegoría a la pujanza, inteligencia y libertad de la mujer
que supo llevar sobre sus hombres los destinos de una comunidad.
Aquel que
se le ocurra ponerle una mano encima a La Capullana del Chira recibirá el
desprecio y se hundirá en el abismo de la historia hasta borrarse de la faz de
la tierra. No olvidemos que las mujeres norteñas tienen sus formas y detalles
para castigar a los que las ofenden.
¡La
Capullana del Chira todo lo sabe!
Eduardo Borrero Vargas. Derechos reservados.
Escrito publicado en la edición Nº 57, enero 2012, en la revista El Tallán Informa
La Peruvian y las trece peañas del fogonero Smith
Eran las doce del día lunes doce de abril del año 1899. El comisario de Sullana, Capitán Eulogio Peche Pereche, se dirigía a la fonda El Parlamento Dorado que estaba a cuadra y media del puesto de la gendarmería. Cruzó la plaza de armas y ganó la bocacalle de los Tres Suspiros. Desde ese punto, solo cincuentaicuatro zancadas lo separaban de su objetivo. Avanzó a pasos firmes, aprendidos en la escuela de gendarmería. Aún le resonaban en las orejas los gritos destemplados del instructor: ¡a un buen oficial se le reconoce de lejos por su porte marcial! Métodos infalibles, para engrosar el ego y ganarse el respeto de los ciudadanos. Sin esta actitud, ¿cómo diablos manejar a la comunidad? Con estos pensamientos alcanzó la puerta de la fonda y al fondo divisó la mesa donde diariamente a las 12:30 pm de cada día, satisfacía sus hambrunas. Cerró los ojos, y en una fracción de segundo vio reflejado el rostro de su mujer tal como la había visto un día antes del desgraciado accidente en que perdiera la vida, destrozada por las ruedas chirrionas de un tranvía alocado por la calle de La Encarnación en Lima, cuando él estaba destacado en el cuartel de Monserrate cerca a la estación del ferrocarril. Veinte años habían pasado desde esa fecha infausta. Ahora con cuarentaicinco años, se veía en un espejo adosado a la pared, algo incómodo, como si él mismo se hubiera descubierto en una actitud sospechosa. Una voz del fondo de la cocina lo sacó de su ensimismamiento:
- Buenas tardes, Capitán
Eulogio. ¿Desea servirse? El almuerzo está listo.
- No, aún no, mozo Treviño. Esperaré unos minutos al alcalde.
Tenemos temas importantes que tratar. Por lo pronto, ¿podría servirme una soda
helada? - le encargó amigablemente el Capitán.
El mozo Treviño ya debe frisar los veinticinco años. Cuando yo
llegué a Sullana él era un joven inexperto de no más de catorce años. Restando
y sumando - calculó sin apresuramientos – ya han pasado once años. Once años
sin respiro en este lugar, sofocado por el calor y los zancudos, pero no tan
malo ni tan bueno que se diga. No había necesitado casarse, no porque le hayan
faltado partidos sino por el pavor a enviudar nuevamente. Muchas veces la
soledad lo empujaba a buscar resuellos aliviadores; y María Remedios, era una
de ellas. Vivía en la calle de Las Cadenas aunque últimamente no la visitaba porque
se le había puesto quisquillosa con eso del matrimonio. A menudo con sus
amigotes, enrumbaba por las afueras del pueblo a explorar en los salones de la
Sedana o de las Mariquitas, experimentadas querendonas de la calle Del Ferrocarril
que con licor, bailes y pianola alegraban sus espíritus alicaídos. Su vida no
era tan rutinaria. Los delitos urbanos y rurales, como él los había clasificado,
lo despercudían de vez en cuando de su apatía diaria. Eso le permitió vivir
holgado ya que la cantidad de ahijados, comadres y compadres, que él iba
sumando sin limitaciones en sus visitas al interior de la provincia, lo
abastecía de animales gordos, frutas frescas, granos, vestimentas, polainas y
monturas que lucía gallardamente en las fiestas patrias. Carcelén, su ayudante,
se esmeraba en abrillantarlas todas las tardes. Instintivamente bloqueó su
mente y vio al alcalde Jacinto Vargas acercándose rápidamente:
- Buenas tardes, señor alcalde - se apoyó sobre la mesa y con un
ademán cortés le señaló la silla - Tome asiento.
- Gracias. Disculpe el retraso. Los deberes de la alcaldía son
primero. ¿Cómo van las labores policiales?
- Al momento, con altibajos. Figúrese que mis oidores andan
entre las sorderas y las somnolencias. No sé qué les pasa. En fin, las
comadritas y los ahijados suplen esas deficiencias. Oiga, Vargas, ¿por qué la
gente deja todo para los días lunes?
- ¡Vaya pregunta insólita! Verá usted, a eso se le llama dejadez
humana.
- ¿Y qué es lo que propone, amigo Vargas?
- Bueno, a la ciudadanía hay que persuadirla de que todos los
días de la semana son lunes. Y eso se logra con programas educativos o con
letreros colocados en lugares estratégicos. Quizá no alcancemos la gloria, pero
bastaría que una parte de la población tome conciencia que la eficiencia reditúa;
y eso, ya sería un triunfo.
- Ayudemos, amigo Vargas, sin involucrarnos. Tomemos esa dirección.
Las imposiciones son peligrosas. Para mi parecer, los días lunes los creó el
diablo.
Miró el reloj y el puntero implacable marcaba la 1:30 de la
tarde, había transcurrido una hora desde que comenzaron a almorzar. Cerró una
vez más los ojos y recordó el día viernes 12 de febrero pasado en el que le
habían alertado, en el salón de la Sedana, sobre la misteriosa desaparición del
fogonero de los trenes de la Peruvian Corporation. Hijo del mecánico Smith,
súbdito de la corona inglesa, con una moza de Viviate. En trece pedazos lo
descuartizaron, murmuraba la gente, pero el Capitán Peche Pereche no se tragaba
esa habladuría ya que al momento no le habían mostrado un solo trozo del
occiso. Lo paradójico de esta situación es que mientras la Peruvian Corporatión
reportaba un desaparecido, la imaginación desbordante de los lugareños lo daba
por muerto e insinuaban olores fétidos de carne humana en trece lugares del pueblo.
Situación complicada, ya que en la justicia prima lo del cuerpo del delito. Y
sin cuerpo presente, ¿a quién acusar? - analizaba mentalmente el Capitán
Eulogio. Se sentía arrinconado porque hasta los reportes, que leía puntualmente
a la siete de la mañana de cada día en su arreglado y limpio despacho, los
trece gendarmes enviados a dar fe de estos hechos afirmaban que los olores no
eran de carne humana sino de flores olorosas provenientes del jardín del señor
Saavedra que tenía en el Alto de la Paloma, a cargo del jardinero español don
Rosendo Peña, especialista en flores exóticas.
- Capitán Eulogio, pueda ser que los lunes sean creación del
diablo. Acepto… ¡Oiga! ¿Algo tiene? Lo percibo lejano.
- Disculpe, amigo Vargas, es que los asuntos sin resolver a uno
lo mantienen distante y con la mente atiborrada de ideas descabelladas. Coincidimos
con lo del diablo. Los lunes son fatales. Las cosas caerán por su propio peso.
Las cosas caen… ¿Cómo no se me ocurrió antes? - le puso énfasis
a esta reflexión. Y regresó a mirar las manecillas del reloj, había pasado
apenas un minuto. Miren pues – recapacitó - un minuto robado a Vargas y he
transitado un universo. La mente humana no tiene límite de tiempo. Pero en la
vida real, ¿Qué explicación medianamente razonable se les podría dar a los
vecinos? Si cuando inspeccionamos los sitios denunciados, ya sea el gendarme de
la calle de La Media Luna, como el de los enviados a la calle Real, la calle Del
Comercio, la calle de Los Curas, la calle de Las Cadenas, la calle del Desagüe,
La calle del Ferrocarril, la calle de Los Aguateros, del Alto de la paloma, de la
Pampa de la gallina, de La loma de Mambré y de La Bocatoma dónde
abrevan los burros y las cabras, reiteran: acentuado olor a flores.
Antigua calle del Ferrocarril, hoy Av. José de Lama |
Quién sorprendido dejó de lado el vaso de agua y lo miró directamente
a los ojos tratando de descubrir el porqué de esa respuesta salida de contexto,
pero sin ánimos de crear una atmósfera densa entre ellos, atinó, no sin antes
toser, a contestarle vagamente:
- Si en verdad, la perfección absoluta no existe.
- El crimen perfecto tampoco – replicó el Capitán.
- Se refiere a la
misteriosa desaparición del fogonero Smith.
- Sí. Imagínese, los vecinos denunciando olores fétidos y los
gendarmes reportando lo contrario.
- ¿Y qué hay de los últimos rumores? Dicen que los miércoles y
viernes, a las doce de la noche en punto, la tornamesa del patio de maniobras
de la estación del tren gime trece veces, desgarrando el silencio de la noche, como
si sus tripas de acero las lacerara el demonio. ¿Cuál es el manifiesto de los
agentes, Capitán?
- Trece mugidos de toros
bravos provenientes del corralón de la estación. ¿Cómo conciliar estas
contradicciones? He revisado las crónicas policiales y no hay un solo caso que medianamente
se acerque a lo que estamos viviendo. Si reporto a las jefaturas estas
incongruencias, ¿cuál sería su lectura? ¡Estoy en un callejón sin salida! ¡Qué
bochorno! ¿Existen los milagros, amigo Vargas?
Esta vez presintió que el reloj y sus manecillas le jugaban una
mala pasada. Dudoso volteó a mirarlo y el maldito aparato permanecía estático.
De pronto todo se le hizo confuso y sintió que una mano invisible lo tenía
sujeto a la silla. El tiempo se había detenido. Perdió de vista al alcalde
Vargas. Vio su cabeza flotando en el centro de la fonda y sus piernas tratando
de escapar por la puerta, en dirección a la calle. Se había disgregado. Pasado
un rato, otra mano lo sujetó del hombro y unas voces conocidas le despertaron
de esa pesadilla. Ante la invasión de su espacio mental trató de recomponerse y
enfrentó la realidad de la que él en un momento de debilidad había tratado de
huir. Eran el diputado Cesar Antonio Leigh y don César Morales dueño de la
fonda, juntándose a la mesa. Quienes después de saludar amablemente al alcalde
y al Capitán, les manifestaron su preocupación sobre el crimen aún no resuelto.
- Justamente estamos en esas cavilaciones. No hay crimen
perfecto. Pronto veremos el desenlace. Hay puntos que no concuerdan. Es como si
el difunto se burlara de nosotros. Hay una especie de histeria colectiva. Me acaba
de avisar mi auxiliar Bardellini que a los vecinos de La Calle Del Desagüe no
los dejan dormir trece fantasmas que arrastran cadenas a las doce de la noche. Esta
noticia es fresca y les aseguro que los trece gendarmes nombrados, para
constatar esta incidencia, reportarán: falsa
alarma. ¡Qué incongruencias, diputado Leigh!
- Y a todo esto, ¿qué dice la familia del fogonero?
- Diputado Leigh, de qué familia habla si no la tiene.
- Pero, el amigo Morales, afirma lo contrario. - añadió el diputado
Leigh.
- Sí, Capitán Eulogio, lo oí de la boca de mi comadre Encarnación.
El inglés Smith dejó un hijo, antes de embarcarse en Paita rumbo a Valparaíso. Amigo
Vargas, ¿por qué no lo averiguan en el pueblo de Viviate?
- La alcaldía nada tiene que ver en esto. Más bien, el Capitán nos
puede confirmar si lo ha hecho o no. Además, amigo Morales y diputado Leigh,
seamos sensatos, no podemos inmiscuirnos en las labores policiales.
- Trece veces, ida y vuelta, he enviado a la estación del pueblo
de Viviate a trece agentes, uno por día para evitar acomodos en los informes.
Trece agentes reportando, durante trece días, lo mismo: Madre niega hijo, afirma que no sabe lo que es parir. El gobernador corrobora
que mujer perdió la razón por las trece purgaciones y las trece dosis de San
Pedro a que la sometió el brujo llamado “mano santa”. Brujo no fue hallado para
completar las pesquisas de ley. Trece, trece, trece y trece. Amigos, ¿no se
dan cuenta que detrás de ese número fatídico hay una conjura?
El alcalde Vargas, el diputado Leigh y don Cesar Morales se
miraron entre sí. Carraspearon las gargantas fuertemente tratando de advertirle
con ese sonido disonante su disconformidad a lo oído. ¿Qué nexo podría haber
entre las conjuras y los muertos? El diputado Leigh se les adelantó:
- ¿Estamos jugando a los acertijos?
- Por supuesto, amigos. Alguien ha contratado un brujo. Y ese
alguien tiene que ver con este juego – insistió el Capitán.
- El trece es el número de la muerte - añadió el alcalde Vargas.
- Y si el trece es el número de la muerte la solución habrá que
buscarla en el cementerio – retrucó burlón el señor Morales.
¿Por qué no me han de creer, si las evidencias saltan a la vista?
- reflexionó para sí el Capitán. Se reacomodó en el respaldar de la silla y
saltó a su memoria la figura del administrador de la estación: alto, de rostro
hierático, vestido de impecable lino blanco, escarpines y sombrero de fieltro
oscuro, caminando solemnemente con su bastón de puño de plata por la calle Del
Comercio en dirección al Banco del Perú y Londres. Durante años lo había visto
a las 11.00 de la mañana, de lunes a sábado, en esos ajetreos. La asiduidad desmedida
ya no es una cualidad, sino un defecto. Como buen sabueso, el Capitán Peche
Pereche, había olfateado que debajo de esa cobertura algo olía mal. Siguió
razonando - cada vez más centrado en los pequeños detalles - y de sopetón soltó
lo que en ese preciso instante se le cruzó en la mente como un rayo de
inteligencia:
- Y a todo esto, ¿alguna vez hemos conocido o visto a ese tan
afamado fogonero Smith?
La pregunta a boca de jarro tomó desprevenido al alcalde Vargas,
al diputado Leigh y al señor Morales. Los tres se miraron y no atinaron a dar
una respuesta inmediata. Habían enmudecido ante tamaña verdad. Jamás lo habían
conocido. Y como si hubiesen leído los pensamientos del Capitán saltaron como
impulsados por un resorte.
- O sea que usted, Capitán, insinúa que no es más que un
personaje ficticio creado por una mente torva. Entonces, a que nos enfrentamos,
¿a una mente desquiciada o a un desgraciado estafador? - sostuvo el señor
Morales.
- Todo apunta al administrador, amigos. Lo he seguido
disimuladamente en su peregrinar diario a la agencia del Banco del Perú y
Londres.
- ¡Desfalco! Ya entiendo el llanto de la Peruvian pidiendo al gobierno
le otorgue subsidios vitalicios, pretextando, que la operación de la empresa no
es viable. Algún vivo les adulteró las planillas de ingresos y egresos - arguyó
el alcalde Vargas.
- Hay argumentos de sobra para poner en orden a la Peruvian y que
ellos asuman las consecuencias. Eso lo veremos en Lima. Pero acá, en el pueblo,
¿qué haremos mientras tanto? Para la población hay un muerto de por medio –
acentuó el diputado Leigh.
Eran 5:45 de la tarde. De golpe sintieron un viento que casi los
barrió de la mesa. Detrás del viento inusual apareció un desgreñado voceador de
diarios anunciando: ¡La Voz del Chira!
¡Administrador de la Peruvian fuga a la Oceanía! ¡Trece marranos alados vuelan
por la pampa de La Gallina!
- ¡Que Dios nos agarre confesados! - exclamó asombrado el señor
Morales.
- ¡Carrington, el administrador está detrás de esto! - se sumó
el alcalde Vargas.
- ¡No, es la Peruvian ocultando sus deficiencias! - acentuó el
diputado Leigh.
- Sí y no. El administrador fugado es el gran incordiador…
Y otra vez el mismo voceador de diarios los interrumpió: ¡La voz del Chira! ¡Última edición
extraordinaria! ¡Milagro! ¡Aparecen trece peañas en el camino a Querecotillo en
memoria del fogonero Smith!
Cruzaron sus miradas, no hubo entre ellos más que una sola certeza, el administrador inglés les había ganado la partida. Los cuatro tendrían que cargar con ese muerto nunca muerto; mientras que el fogonero Smith quedaría grabado en el imaginario popular. De pronto sintieron la necesidad imperiosa de fijarse en el reloj, marcaba las 6.30 de la tarde, mientras a lo lejos la campana de la Iglesia tañía trece veces…
Eduardo Borrero Vargas. DERECHOS
RESERVADOS.-
Nota.- Mi
reconocimiento a Miguel Arturo Seminario Ojeda por su inmenso aporte a Sullana al
redescubrir nombre de calles, lugares y rincones enriquecen nuestra identidad que
sin estos datos no hubiese podido recrear algo que pudo haber sucedido en
nuestro pueblo.
miércoles, 14 de octubre de 2020
Carta abierta a los jóvenes escritores
Miembros del círculo literario "Pensamiento profano". |
Me sorprendió la visita que me
hizo, el jueves 24 de febrero en Sullana, Fernando Adrianzen Gonzáles.
Integrante conspicuo del círculo literario “Pensamiento Profano”, círculo
embrionario que agrupa a jóvenes poetas y narradores con una propuesta
literaria atrevida y desafiante que dará que hablar antes que el gallo cante
tres veces. Voluntad tienen y les sobran agallas para resistir los embates de
muchos críticos que andan sueltos poniendo parámetros. Vivencias frescas
permitirán que los jóvenes irrumpan en los lugares donde el quehacer literario
a veces es amarrado por quienes no desean entender que esta ebullición es parte
del desarrollo cultural de los pueblos. Aquellos que sostienen tercamente la
tesis de la literatura regional en Piura, respóndales con la universalidad. La
narrativa no está dirigida a una región, sino que debe estructurarse para ser
leída en cualquier parte del mundo.
Por supuesto que esto me alegra
sobremanera, pues estoy seguro que las aguas no se estancan, sino que buscan
naturalmente sus cauces de salida. Eso es lo rescatable en estos jóvenes que
avanzan derrumbando, palabra en ristre, dominios cerrados por los que ya se
creen inamovibles asumiendo equivocadamente que son dueños eternos del parnaso.
Trabajen en estéticas experimentales y arriesgadas, sin perder esa mezcla de
técnicas donde se amalgaman la razón, la emoción y la fantasía. Háganlo con
convicción y certeza, que los frutos de su esfuerzo se harán sentir, como la
gota del agua horada la piedra. El oficio de escritor es solitario;
enfrentarse, a solas, a una hoja en blanco, a veces empuja al llanto o al
espanto. Pero la luz, de repente, viene en auxilio y nuestra capacidad de
fabular da movimiento mágico a nuestras manos y ellas arrancan el verso o la
prosa con palabras hilvanadas con hilos rítmicos; acuérdense que verso o prosa
sin ritmo son como partituras condenadas al silencio. Entonces, el romper la
inercia se hace primordial al enfrentarse consigo mismo. En pocas palabras, el
escribir es llenar hojas vacías, en medio de una orfandad total en la que sólo
se oye el pulsar del corazón.
En la entrevista, que le hiciera
Humberto Reyes Cayotopa a mi hermano Víctor Borrero Vargas, en antología
literaria Cazadores Nocturnos en el año 2009, en la pregunta final sobre el
boon de nuevas generaciones, él contesta: “Este nacimiento es una nueva
corriente literaria en Piura. Hay jóvenes escritores, que se han propuesto esta
tarea; es una cuestión generacional, lo que pasa es que la nueva generación
irrumpe como un acto de sanación, haciendo que la generación anterior tiene que
ser sometido a una profilaxis”. (Pag. 44) En esta apreciación coincidimos con
mi hermano Víctor, el cual nos adelantó, no sin antes dejarles a las nuevas
generaciones derroteros y señales positivas para su desenvolvimiento en estas
tareas arduas y muchas veces incomprendidas.
Escribir es una Odisea, trampas
hay de inicio a fin. Ustedes, jóvenes escritores, luchen como hizo Odiseo. El
truco está en no dejarse atrapar en la tierra de los lotófagos, sitio donde se
anestesiarán y sus neuronas dormirán un sueño plano. No cejen ni den un pie
atrás, pues les aguardan miles de páginas por escribir. Sigan en la brega hasta
lograr el espacio vital que tanto buscan. Vivir no es fácil, a nadie le han
regalado nada, todo cuesta, y en el universo que ustedes giran hay personas
que, en lugar de ofrecer ayuda, medran. Y esto lo hacen por sobrevivir y
sobrevivir, de esa manera es un canto a la mediocridad. Cuidémonos de ser en un
espejo de lo que ahora acontece. Nadie tiene el derecho de detener el
desarrollo intelectual de los jóvenes.
Fernando Adrianzén Gonzáles, no
sabes cuánto aprecio haber tenido un diálogo profundo, lleno de inquietudes y
descubrimientos, donde los pocos minutos que estuvimos se convirtieron por arte
de magia en horas, siglos o como si el tiempo se hubiera detenido en un ángulo
del espacio. Esta reunión, no lo tomes como una indiscreción, me llevó a una
reflexión: ¿por qué no dar a conocer este diálogo? Y, así, convertirlo en un
mensaje alentador dirigido a los jóvenes para que sigan por el camino que han
escogido.
Para finalizar, Fernando, gracias
por abrirme las puertas a ese mundo maravilloso y sin fronteras de los jóvenes.
Ahora más que nunca me siento
útil…
(Anotación publicada en la revista El Tallán, edición Nº 44 - Sullana - Abril del 2011)
En Sullana presentan libros de Eduardo Vargas Borrero
“Alma del Norte”, “Bosques Secos I” y “Bosques Secos II”, un testimonio del valor de la literatura
Con una nutrida concurrencia, no lejana al
centenar de personas, se presentaron los libros Alma del Norte, Bosques Secos I
y Bosques Secos II, del escritor Eduardo Borrero Vargas, el viernes 18 de febrero del 2011.
La casona de Víctor Borrero Vargas, su
hermano y compañero de travesía en el mundo de las letras, sirvió de escenario
para esta jornada cultural que congregó no sólo a los familiares y amigos de
dichos escritores, sino a poetas, narradores, pintores, intelectuales,
periodistas y docentes, como un testimonio de fervor por el quehacer artístico
y el sentido de la fraternidad.
Fungiendo como maestra de ceremonias la
distinguida dama Carmen Cruz Delgado -directora del Museo de la Cultura de
Sullana- la presentación de Alma del Norte estuvo a cargo de la poeta Carmen
Arrese, mientras que el escritor Máximo Coronado -Premio Nacional de Educación
HORACIO 2008- se ocupó de Bosques Secos I. Por su parte, el poeta Jorge
Castillo Fan -fundador del mítico grupo Ángeles del Abismo- disertó en torno a
Bosques Secos II, libro que, además, ha prologado.
En este acto, el profesor Hugo Ojeda
participó con interpretación de piezas musicales, mientras que la poeta Bertha
Núñez con un poema dedicado a Víctor Borrero Vargas.
En su intervención, el escritor Eduardo
Borrero Vargas destacó las virtudes de los presentadores, así como la presencia
y vigencia de la obra de su hermano Víctor. Además, ilustró generosamente
acerca de los motivos y contenidos de los libros presentados.
Inevitable se tornó el desborde de las
emociones en este reencuentro con una familia que representa un valioso aporte
para las letras de nuestra tierra. Así, Rosita de Borrero agradeció
-visiblemente emocionada- a la concurrencia, subrayando su mayor disposición
para que su domicilio se constituya en el punto de convergencia de los amantes
y cultores del Arte, luego que Jorge Castillo Fan otorgara alcances sobre la
creación de la Biblioteca Víctor Borrero Vargas, en el marco del Centenario de
la provincia de Sullana.
(Publicado en la
revista “El Tallán” Año V - Nº 42 - Sullana, febrero del 2011)