Escribe: Dimas Arrieta Espinoza
Celebramos la publicación del libro
de cuentos: Undécimo en su laberinto, de Eduardo Borrero Vargas. Historias
financiadas por la sabiduría de tradición oral, donde se sienten los resuellos
viejos y nuevos de azarosas vidas en personajes que persisten e insisten en
mejorar sus destinos. No podemos negar que, la vida es una existencia e
insistencia, y que la experiencia no es más que el no saber tropezarse con la
misma piedra. Válganos pues, sitiarnos en una toma de posesión para tener una
mira que nos ayude a tejer bien (nuestros pasos) en los caminos que
transitamos.
Por supuesto, la literatura nos da
esa solvencia para corregir y tomar las experiencias de otros y hacerlas
nuestras y corregir nuestros destinos. Un libro, en especial de cuentos,
siempre va a ser la fuente para beber inventarios espirituales o testimonios de
vidas, recreadas en la ficción literaria. Por supuesto, tiene una
particularidad, es ese evento maestro de invadir los predios de la
trascendencia. Hondura humana y humana visión se hace del mundo, de la
cotidianidad, de los sentimientos más vivos y vividos de la experiencia se
reúnen para hacer esta “fiesta compartida” que viene hacer la buena
literatura.
Carátula del libro |
En realidad, la literatura suele ser
un bosque encantado de signos, de misteriosos símbolos, donde caben solo las
emociones y las ilusiones humanas. Nada más honesto, por ejemplo, suele ser la
poesía, un confesionario o acaso un testimonio de vida, de amor, de fe y de
desamor. También otras fusiones y añadiduras en que viene dotado el ser humano
a cumplir su misión en esta larga y a veces corta carretera que es nuestra
existencia. La literatura involucra esas fronteras, propicia esos ríos de
elevación que solo tiene un horizonte: la perfección humana.
Los libros de cuentos, en la historia
de la civilización humana, ha servido de plataforma no para modelar ni
perfeccionar las vidas de los habitantes de este planeta, no, pero sí han
contribuido para que los seres racionales, (eso creemos), nos miremos, como en
un espejo, lo hermosos y feos que somos los humanos. Conquista humana, es
cierto, ha sido este gran género, tan antiguo como la existencia del mismo
hombre, que no solo iniciaba a sus congéneres en los múltiples quehaceres al crear
historias, sino, servían como faros de orientación para los náufragos.
Entonces, comprobamos que son los
mismos sentimientos que exponemos, a pesar del transcurso y el inconmensurable
tiempo transcurrido, no hemos cambiado, seguimos odiando, amando, confabulando
contra quien compite con nosotros, por ejemplo, en el cuento “El
laberinto de Undécimo”, el narrador omnisciente nos muestra a un
personaje débil en su condición, y no porque sea un niño, sino porque son
aquellos seres desprotegidos que nos muestra la vida. El narrador-enunciador,
plantea el discurso desde un espejo retrovisor, la mira puesta en
acontecimientos pasados localizados en la infancia.
El enunciador del discurso es duro,
despiadado en adjetivos hacia las imperfecciones humanas: “Para esta
gentuza, su conveniencia es primero. Aborrecen a muerte a las narraciones
orales y desconfían de las fábulas, mitos cuentos que son parte de la tradición
de los pueblos. A estos resabidos, que se les llenará la boca de apellidos y
abolengos, también se les conoce como fantasiosos o salidos de la sombra. Y no
tienen empacho ni vergüenza en suplantar la verdad”. Undécimo
pertenecía a una familia de 11 críos, y fue un niño discriminado. Aquí aparecen
los personajes principales existentes en un pueblo provinciano, el cura, el
niño Undécimo y su madre.
Un niño que sobresalía en su colegio,
con una inteligencia que no solo provocaba la envidia sino fue comparado con
Lucifer al resistirse para hacer la primera comunión. Este cuento tiene muchas
acciones y un solo acontecimiento: el nacimiento de Undécimo y su itinerario en
una infancia conflictiva. Un final que busca resolver un conflicto y mirar
desde los mismos hechos los orígenes que tienen los habitantes del pueblo, en
especial el señor Forno.
En el segundo cuento: “El
no nacido naturalmente”, el discurso se vuelve a estacionar en la
infancia, se repite el mismo caso de un niño excluido, pero con diferencias
notables al anterior, cuyo nacimiento deforme y no nacido naturalmente, antes
de tiempo, el médico solo le dio semanas de vida, pero creció y se convirtió en
el hazme reír de la población. Un discurso planteado desde la misma noria de la
sabiduría, sobre todo que esconde la vieja moraleja que hay en los grandes
cuentos populares. Un cuento cuyos hechos y acciones tienen su gran momento de
enunciación en el recuento y balance de la niñez.
Por otro lado, el lugar de
enunciación del discurso está marcado por la arquitectura lingüística, los
términos y vocabulario que se manejan pertenecen a la Región Norteña de Piura,
y en especial a un pueblo del interior de Sullana. También encontramos la
ironía, el humor, y a veces la sátira bien controlada en el discurso. Otro de
los puntos lingüísticos, por ejemplo, que encontramos, está en el desparpajo
verbal, incitador y manipulador de la enunciación misma del discurso. Por
supuesto, los temas lo obligan, la acción demanda el encontronazo de una
palabra soez.
El tercer texto “Carta
astral” dividida en tres capítulos y medio de un brujo
fracasado a otro brujo fracasado pero globalizado por la salvación de un alma
profana, texto en su esencialidad irónico, donde se percibe la sátira desmedida
atragantándose la historia misma. Otra racionalidad impera y es la que se
encuentra en el modo de ver la vida desde el chamanismo. Un texto único, a
veces carta, relato, testimonio de una enemistad. Un discurso híbrido, pero
dentro de una organización temática. En esta planicie textual se nota un
combate entre ambos brujos, donde dejan a relucir un sincretismo cultural,
religioso y un mestizaje de creencias y costumbres que al final no es más que
una exploración hacia el misterio mismo de la vida y el cosmos.
El cuarto texto: “Miércoles
de ceniza”, la temática es muy andina, la lucha e importancia de la
tierra, vista como una hembra, por lo tanto por esa fecundación y fertilidad es
un símbolo sagrado. Por eso, “Las tierras son como las mujeres recias,
te resarcirán con buenas cosechas si las cultivas con dulzura y amor; y si las
maltratas, de puro resentimiento y recelo te castigarán con cosechas de puras
chamizas y ramas secas que a duras penas servirán para mantener vivo el
rescoldo”. Mientras el cuento final “El escritor que jugó a
ganador”, se cuenta los beneficios y fracasos de los escritores, sus
apuestas y los logros conquistados. Son logradas historias, por supuesto, que
tienen que ver con el mismo oficio de un artista.
Las cinco historias están fundidas en
el jugo de la experiencia misma que nos da la vida. Hay huellas de la oralidad,
sonido atractivo y sabio que impone la tradición. Por este motivo celebramos
esta entrega de Eduardo Borrero Vargas, narrador piurano, cuyas historias nos
han impuesto el manifiesto certero de contar una buena historia, cuya fortaleza
es la sabiduría que viene rodando de generación en generación.
Escrito
publicado en la edición Nº 61, abril 2012, en la revista El Tallán Informa
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