Una nueva manera de ser y
estar en este mundo.
Un acercamiento a la
narrativa de
Eduardo Borrero Vargas.
Eduardo
Borrero Vargas mantiene inédita una sustanciosa cantidad de relatos, pero ha
decidido seleccionar un grupo de estos para una nueva publicación, bajo un
título motivador: “El creador de universos”. Sale a la luz bajo el pujante sello
editorial “El gato descalzo”, en la Ciudad de los Reyes.
La
obra narrativa de Eduardo Borrero tiene origen múltiple. De la tradición oral,
de sus propias vivencias, de la vasta cultura de su tierra natal -Piura-,
tierra cálida, fértil, pletórica de misterios y leyendas, de perfumados
algarrobos y de los valerosos tallanes. Lo concibe a manera de retorno a la
sabiduría popular. Es decir, se nutre de lo mejor de su experiencia personal,
vivida, heredada, aprendida. Ahora nos complace la reunión de una obra crítica,
escrita en prosa ágil y ayuda, con el escritor ameno y pulido, frente a un
mundo agónico en el que la palabra se yergue con plenitud y no se doblega.
Comenzaré
citando el relato “La tía Flora”, personaje que recupera a través del recuerdo,
en un fortuito retorno a la casa familiar. Supone una mezcla alucinada de
realidad; como si tal persona existiera aún, y lo hace unido a un final
fantástico. Ofrece así, un manjar narrativo ameno, enriquecedor, de mira
incisiva y original, al que se le otorga, por lo menos, dignidad.
Alguien
como la tía Flora ha podido existir también en nuestras vidas o en la de algún
conocido. Esta solaza en demasía y nos acerca mejor al tema. El autor decide
traerla a la realidad a propósito del relato, cubierta de un halo de misterio y
hasta milagroso. Para lograr de este modo un efecto, como recurso narrativo,
que nos llena de dulce y apacible nostalgia.
“Sueños
de muertos” resulta de una temática inevitable en la
narración oral de muchas culturas. Anderson, el protagonista soñador de
muertos, encuentra en Piedad, en un juego sutil de miradas poliédricas, una
esposa salvadora. Pero en el discurrir del relato la trama se complica y es así
que presenta un final abierto, motivador de propuestas y reflexiones. ¿Es bueno
ayudar a un ser en desgracia?, ¿por qué? Responder estas y otras interrogantes
hace que el lector quede prendado en el texto y resulte inducido a deducciones
propias que complementan y enriquecen el contenido. Demuestra una vez más que
el lector-cómplice,
puede convertirse en lector-partícipe, dando origen a
diferentes interpretaciones é interés en la travesía.
En
“El hombre araña”, relato liminar de lograda narrativa, se desvirtúa la
imagen de este misterioso personaje -entretenimiento de niños y adultos-, quien
resulta ser el blanco de críticas y burlas. Se resuelve en un final cargado de
ironía, y hasta crítica social, cuando logra ubicarse en un lugar más ameno.
Muchas
de las propuestas seleccionadas por Borrero, treinta y ocho en total, guardan
estas características, Es de necesaria utilidad referir que algunos de los
relatos son ultra breves o micro ficciones. Están cargados de un tono irónico, doble
intención, humor o de un final con resoluciones inesperadas. Sucede así, por
ejemplo, en “El mundo calló”, “El síndrome de los puentes 1”, “Paredes escayoladas”,
“Alucinaciones 6” y “Pleito perpetuo”, para mencionar
solo algunos.
En
la presente publicación se ubican, además, a modo de capítulos, tres series muy
atinadas de micro ficciones, me refiero a “El síndrome de los puentes”,
“Alucinaciones” y “De poetas”, el ellos predominan el
absurdo, una mezcla de prolija ironía, que da como resultado el contenido de un
conjunto de textos de atractivo discurso y variados escenarios como por ejemplo
en “De
poetas 6” cito:
“Era
un poeta tan lúdico, pero tan lúdico, que se perdió jugando a las escondidas
con el abecedario” (Pág. 85).
Otro
más en “Alucinaciones 6”, para precisar:
“Con
los nudillos sangrantes golpeó presuroso la puerta de su casa. Alguien con cara
doliente se asomó y, con desánimo, le dijo: ¿qué hace usted por estos lares,
regrese a su capilla ardiente, no se da cuenta que acaba de morir?”
(Pág. 47).
Y
selecciono uno más, “El mundo calló”
“En
una miserable tarde, Marcelino se acomodó en un sillón. Tomó un revolver y
comenzó a matar el abecedario, letra por letra. Al cabo de veintiséis tiros, el
mundo calló” (Pág. 23)
Es
mucho lo que se pudiera indagar sobre este conjunto escritural de gran riqueza
temática, nueva entrega de nuestro autor piurano. Sin embargo, dejaré que sea
el amable lector quien continúe esta entretenida tarea de encuentros y
desencuentros. Le deseo una emotiva aventura.
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