El ratón Mickey, en sus labores detectivescas, cuando quería
atrapar a Peter El Malo, lo hacía resaltando los olores de los manjares de la
abuela. Es así que en una ventana bien aireada colocaba una fuente con el
pastel preferido del forajido Peter y esos aromas elevaban a Peter el Malo, de
tal manera que irremediablemente caía en la trampa y era atrapado por el ratón
Mickey. Y eso exactamente nos sucede a todos, sin excepciones, ya que los
aromas impregnados en nuestra memoria olfativa permiten que en cualquier
momento de nuestras vidas aparezcan esos recuerdos, como flashes espontáneos, y
nos hagan retroceder a los tan queridos olores familiares, así vivamos en el
otro lado del mundo o en la estratósfera.
Cómo no recordar el olor de nuestros padres, el de los
hermanos y el de los familiares que entraban y salían de nuestros hogares. El
olor de las piedras de destilar agua, el de los batanes triturando especias, el
de las ollas en reposo, el de las rumas de platos sin lavar, el de los animales
que vivieron en nuestra casa. El olor tan característico de nuestra calle sin
asfaltar. El olor de las paredes recién pintadas. El olor de nuestras sombras.
El olor de los rincones. El olor de la casa en sí. El olor de los patios y del
jardín de la casa. El olor de la vieja parra centenaria. El olor intenso del
Galán de Noche. El olor de los rastros. El olor de nuestras sombras
deambulando. El olor de las goteras de la lluvia. El olor del caballo blanco
del abuelo. El olor de los manjares que nuestra madre preparaba en gigantescos
peroles de cobre. El olor de la algarrobina y del yupisin. El olor de la
chufla. Y los olores que llevamos, como sello indeleble, en nuestros cinco
sentidos.
Con nuestra memoria olfativa siempre caminaremos de la mano y,
gracias a esta indescifrable simbiosis, jamás de los jamases podrán ser
borrados los olores familiares. Es así que estemos donde estemos, viviremos
atrapados irremediablemente por el olor de los pasteles de la abuelita. Tal
como lo demostró y lo seguirá haciendo el detectivesco Ratón Mickey, al poner
fuentes de manjares de la abuelita en las ventanas. Las personas estaremos
unidas a los olores de las casas familiares por siempre. En sentido figurado,
somos como Peter el Malo. Nuestras narices siempre apuntarán a los olores de la
casa materna. Cuántas veces he soñado, y lo seguiré haciendo al infinito, que
en el día menos esperado despertaré en algún rincón secreto de mi casa
familiar. De alguna forma, el Ratón Mickey siempre nos atrapará activando
nuestra memoria olfativa, con los pasteles preferidos de la abuelita.